III

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Con la respiración acelerada, corrió con todas sus fuerzas. Se escondió detrás de un árbol. Sus piernas temblaban y el nudo en su garganta crecía con cada segundo que pasaba.

Era un hecho. Tenía miedo. Y mucho.

—No tengas miedo —el cuerpo de Sunhee se relajó al oír aquella voz suave y llena de dulzura. Era él. Él la salvaría.

—Ho... —salió de sus labios con un tono ausente. Ni ella misma podía saber a ciencia cierta qué había dicho exactamente. Su rostro era difícil de ver. Posiblemente por lo aturdida que estaba—. Quiere matarme. Quiere hacerme daño —comenzó a llorar.

—No va a hacerte daño si yo estoy aquí —el chico, mucho más alto que ella, producto de la diferencia de edad, la tomó por los hombros y se puso en cuclillas—. Nada malo va a pasarte, Sunhee.

—Promételo —sollozó.

—Es una promesa —secó sus lágrimas y la abrazó.

†•†•†

La chica abrió los ojos y se sentó de golpe en la cama. Una capa de sudor frío impregnaba su frente.

—Otra vez —susurró con la respiración entrecortada.

Había estado teniendo esa clase de sueños desde los siete años. Luego de un accidente.

En su cumpleaños número seis se cayó por las escaleras de su casa. Estuvo en coma unas dos semanas. Luego despertó y no recordaba demasiado. Sólo podía recordar el nombre de sus padres y el suyo propio. Poco a poco fue recobrando vagamente algunos recuerdos. Pero un año después comenzó a tener sueños extraños y pesadillas que le atormentaban.

En sus sueños, siempre estaba esa persona. No sabía a ciencia cierta de quién se trataba. Cada vez que quería decir su nombre, su voz desaparecía.

Los años habían traído consigo muchas dudas con respecto a quién era él. Soñaba al menos una vez al mes con esa persona. En los sueños, siempre estaba ella, con unos cinco o seis años. Él se veía algo mayor. Pero aún parecía un chico bastante joven. Aunque su manera de actuar era exactamente como la de un adulto.

Y su voz se escuchaba tan cercana y gentil que la hacía temblar.

Sin embargo, no saber absolutamente nada de él, y ni siquiera poder ver su rostro, le parecía algo demasiado frustrante. Llevaba cerca de catorce años soñando con él. Y apenas había podido escuchar la primera parte de su nombre.

Ho... —susurró y suspiró. Tomó el cuaderno que descansaba en su mesa de noche y escribió con manos temblorosas.

«Nombre/Apodo: Ho...?»

—¿Esto tiene algún sentido? —murmuró mirando el cuaderno. Estaba por acabarse, nuevamente.

Había decidido escribir todo lo que soñara. Tratando de recolectar información sobre esa persona.

Y lo único que había conseguido era que el chico debía tener unos diez u once años en su sueño, que tenía una voz muy calmada y tranquilizante, con la que siempre decía que iba a protegerla y no dejaría que nadie la lastimara.

También podía distinguir claramente la parte inferior de su rostro, y podía ver unos hoyuelos encantadores.

Pero lo que sabía a la perfección, era que, en todos sus sueños, ella estaba huyendo. Huía de algo que aparentemente era suficientemente aterrador como para que ella viviera escondiéndose en todos lados.

Ahora conocía el inicio de su nombre. O probablemente sería un apodo. No lo sabía exactamente. Pero estaba más intrigada que antes.

—Esto es absurdo —cerró el cuaderno de golpe y volvió a dejarlo en la mesita.

Red, Like the Blood «Lee Jooheon»Where stories live. Discover now