Luciérnagas

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Allí siempre era cálido de día, sin importar la estación del año. Sólo refrescaba cuando el sol se ocultaba, debido a la brisa y viento que venía del mar.

Muy pocas personas conocían aquel lugar, o iban de visita, pero ella necesitaba aislarse de todos. Necesitaba pensar, y sabía que su pueblo estaría preocupado, pero no había pensando en nada al momento de irse.

Sólo en ella.

Sólo tenía una manta y una camisa, nada más, eso era todo lo que necesitaba.

Estaba juntando unas ramas para hacer una fogata, cuando sintió un aroma conocido, acercándose a ella. Un aroma que la torturaba.

Y no quiso voltearse, continuó caminando y juntando ramas. Cuando tuvo varias, retomó el camino hacia su refugio, que era una excavación poco profunda en una gran roca, cerca del mar.

Él la siguió por detrás, con varias ramas más, sin decirle nada.

La acompañó hasta el lugar donde se estaba quedando, y la ayudó a acomodar las ramas para encenderlas. Luego se fue detrás de la gran roca, se quitó la ropa, quedando sólo con sus boxer.

Ella únicamente tenía una camisa puesta.

—¿Qué haces, Cep? —le dijo al verlo de ese modo.

—Estamos iguales ¿No?

—¿Cómo sabías que iba a estar aquí? ¿Para que viniste? ¿No tienes nada mejor que hacer?

—Te propongo algo.

—No me interesa —le dijo tomando una lanza, que ella misma había tallado allí.

—Dejemos todo atrás, todo, empecemos de cero, como cuando éramos niños.

—Eso no borra lo que hiciste, ni lo que sientes por ella.

—Desde cero, Kumi, sin Shimei ni Kano en nuestras vidas, sólo tú y yo. No hablemos de más nadie, no recordemos a nadie, sólo somos nosotros.

Ella no le respondió, simplemente se dirigió al mar poder pescar algo.

***

Se había demorado unas tres horas en volver, esperando a que Cep se hubiese ido. Pero para su mala suerte, ahí seguía él, con una canasta llena de frutas, y una liebre asándose.

Era increíble, no se había ido y seguiría allí para joderla no más.

—Recargué con agua dulce tu bidón, ya se estaba acabando —le dijo volteando la carne.

Ella no le respondió, sólo clavó uno de los pescados en una rama, para ponerlo al fuego.

El castaño se recostó sobre la roca, y comenzó a afilar la punta de una fina rama, que luego podría utilizar como lanza, como un arma.

Cep se puso a tararear una canción, y miró curioso como las luciérnagas comenzaban a aparecer, a medida que más oscuro se iba poniendo el cielo.

"—Mi mamá se enojará mucho —pronunció temorosa la niña.

—Ella no se dará cuenta, quiero mostrarte algo —sonrió travieso el niño.

Escalaron una gran subida, y luego Cep sonrió, señalando el mar.

—¡Mira todas esas lucecitas, Kumi!

—¿Qué son?

—No lo sé, parecen bichitos que vuelan. Espera —le dijo antes de perseguir una, intentando capturarla entre sus manos.

Kumi sonrió divertida, viendo como él perseguía a ese pequeño insecto, hasta que finalmente pudo capturarlo.

—¡Lo tengo! —rio acercándose a ella.

Abrió suavemente sus dedos, y la pequeña castaña observó curiosa aquella luciérnaga, antes de que volara, huyendo de ambos infantes.

—Se fue muy rápido —chasqueó la lengua Cep—. ¿Quieres que capture otra para ti?

—No —sonrió.

—Pues todo lo que mi Umi'et quiera, yo se lo daré —sonrió el castaño, tocando el brazalete que ella tenía en su muñeca.

—Cep ¿Qué es lo que hacen el Shi-e'tu y la Umi'et luego del Kok'ta?

—Mm, no lo sé —le dijo pensativo—. ¿Qué deberíamos hacer?

—Muchas mamás luego tienen un bebé.

—¿Y qué se supone que yo tenga que hacer?

La niña se encogió de hombros, negado con la cabeza.

—No lo sé."

...

KumiWhere stories live. Discover now