Maizak había estado viviendo en las tierras nevadas durante unos meses, los que Shana y Ayrata habían tenido de vacaciones en sus clases. Y luego unos más, porque su mujer debía realizar un trabajo de investigación.
Pero ahora que ya estaban de vuelta en Kanat'ma, el rubio se dirigió a la casa de Cep, ya que el líder de la tribu de machos tenía algunas dudas.
Cep sabía que Maizak conocía las demás islas que rodeaban a Kanat'ma, ya que su antigua dueña las había visitado muchas veces con él.
Cep tenía la sospecha de que quizás Maizak, sabía algo de Ilu, o de dónde venía.
—Un momento —pronunció el castaño, cambiando el pañal de su hija.
Cuando terminó de vestirla, la sentó en el cambiador, e Ilu levantó sus bracitos, moviéndolos.
—Oh sí, el baile de papá e hija —sonrió divertido, tomándola de las manitos, haciéndola bailar.
La tomó en brazos, y se dirigió bailando con la niña hasta la puerta, escuchándola reír. A la pequeña le encantaba que su padre le hiciera hacer payasadas.
Maizak lo observó curioso, y entró a la casa.
—Lo siento, bailábamos —rio—. Gracias por venir, sé que ayer llegaste.
—No hay porqué. ¿Ella es la niña?
—Sí, su nombre es Ilu.
—Hola pequeña —sonrió suavemente, tomando una de sus manitos—. Es preciosa.
—Sí —sonrió orgulloso de su bebé.
—Veo que tiene cola también.
—Sí, tiene una cola como los de Eritma, pero la de ella es diferente, es peluda —le dijo volteando a la niña, para que pudiera apreciarla mejor.
—¿Tienes las imágenes de los tatuajes de su madre?
—Sí, ven, toma asiento, ya te traigo todos los informes.
—Gracias —le dijo siguiéndolo hasta la sala.
Cep se fue con la bebé hasta su habitación, y volvió unos minutos después con una caja.
—Aquí tengo imágenes impresas de los tatuajes de su cuerpo, e informe de los forenses. La manta en la que vino Ilu, junto a la caja y demás pertenencias, están en el centro de investigación.
—Sí, pero con esto será suficiente —le dijo tomándola, quitándole la tapa para buscar las imágenes.
Observó las fotos de la joven, y sintió pesar por ella. Al parecer, era muy joven, quizás recién entraba en su primer celo, al quedar embarazada de la bebé.
Cambió de fotos, mirando los tatuajes que tenía en sus brazos, espalda y piernas, deteniéndose en uno que había en su pecho. Levantó la cabeza, y observó a Cep jugar con la niña.
—¿En qué parte me habías dicho que habían encontrado a la niña y el cuerpo?
—En las costas de Kanat'ma, pasando el asentamiento de familias —sonrió, mientras la bebé balbuceaba contra su mejilla, besándolo.
—Eran iosopalí.
—¿Qué es eso?
—Iosopal es una isla pequeña, un desprendimiento quizás de ésta isla, dónde vive una comunidad bastante pequeña de personas. Se parecen a nosotros, sólo que tienen orejas y cola, como la bebé. Pero su pelaje es más espeso. Esther solía decir que eran una especie de gato zorro, por su pelaje espeso, y otras características más, entre ellas, sus sonidos agudos.
—¿Sonidos agudos?
—¿No llora diferente a otros bebés? Suelen tener un llanto muy finito, agudo.
—Sí, pero creí que todos eran así —pronunció confundido.
—Pero lo importante no es eso, Cep, sino el hecho de que la niña es muy importante para sus tierras. Las mujeres suelen ser muy pocas, por alguna razón, nacen más machos que hembras. Las parejas suelen estar conformadas por varios machos y una hembra. Quizás la madre de la pequeña, quiso escapar para que su hija no pasara por lo mismo.
—Son unos salvajes.
—De hecho, así conocemos la isla nosotros, "Isla salvaje". Suelen ser muy primitivos, y adoran a sus deidades con sacrificios... A veces de niños pequeños. No te recomiendo intentar contactar con ellos, será imposible que puedan hablar. Y cuando vean a la niña, querrán llevársela.
—Jamás les entregaría a mi hija —gruñó, abrazando a la bebé a él—. Y mucho menos tendrá alguna especie de contacto con ellos.
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