Para siempre

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—¿Y papi?

—Aún no regresa, mi amor —le dijo arropando a la niña.

—Pero está lloviendo muy fuerte, mami —pronunció preocupada Ilu.

—No te preocupes, cariño, hablé hace un ratito con tu papá, y me dijo que estaba bien, sólo que hoy vendrá más tarde —sonrió suavemente, depositando un beso en la frente de la niña.

—De acuerdo —pronunció insegura.

—Descansa, hija, mañana estaremos todos juntos con papá —sonrió antes de salir de la habitación y entrecerrar la puerta.

Noaelí ya estaba durmiendo, y los mellizos también, por lo que Kumi finalmente tendría unos minutos de tranquilidad... Hasta que los bebés de seis meses volvieran a despertarse.

Fue hasta la sala de su casa y se dejó caer en el sillón, suspirando, cerrando los ojos. No era fácil cuidar de cuatro niños pequeños. Ilu tenía seis años, Noaelí dos, y los mellizos seis meses, y sus tres hijos más pequeños aún tomaban biberón y pecho.

Se acomodó en el sofá, y cuando estaba a punto de quedarse dormida, escuchó que alguien abría la puerta de la casa. Cansada, se sentó, comprobando que era Cep quien había regresado.

—¿Por qué estás todo empapado? Diablos, Cep —le dijo caminando rápidamente hacia él.

—Creó que —pronunció antes de estornudar unas tres veces seguidas, mientras Kumi lo ayudaba a quitarse la ropa—... Me enfermé.

—¿Qué hacías bajo la tormenta?

Lo tomó de la mano, y como un niño pequeño lo llevó hasta el baño, para abrir el grifo de agua caliente de la ducha y que se metiera abajo.

—A veces creo que en vez de cuatro hijos, tengo cinco contigo —lo regañó frotando su espalda y brazos, para que entrara en calor.

—No te veo en todo el día, y sólo me retas.

—¿Y cómo no hacerlo? Si te enfermaste, Cep —gruñó.

—Pero no es como que yo lo hubiese buscado, estaba trabajando, amor.

Kumi suspiró y se alejó un poco de él.

—Quédate un rato más aquí, iré a prepararte un té caliente de hierbas y miel.

—No, quédate conmigo —le pidió jalándola a él, abrazándola—. Necesito calor.

—Cep me estás mojando toda, suéltame.

—Siempre te mojo —sonrió divertido, besando su cuello.

—Ilu podría despertarse, te estuvo esperando todo el día, no es momento.

—Si no lo hacemos cuando los niños duermen ¿Cuándo entonces? —preguntó en un tono bajo, sonriendo.

—No quiero enfermarme yo también, suéltame Cep.

—No, quiero tenerte conmigo, así pegados.

—Eres desesperante —suspiró cerrando los ojos.

El castaño sonrió y le dio varios besos en el cuello, sin dejar de abrazarla. Sí, siempre se lo decía, pero no le importaba.

***

Y ahí estaban los dos, en su gran cama matrimonial, porque después de que Kumi tuviera a los mellizos, no le quedó más que aceptar que Cep se quedara con ella en la casa, para ayudarla.

El muchacho estaba abrazando a ella, rodeándola con sus piernas y brazos, apoyando su cabeza contra el pecho de ella, mientras la castaña le acariciaba el cabello y la espalda.

KumiWhere stories live. Discover now