➳ 06: Insolencia. ➳

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Harry lideraba la marcha de su trío con la cabeza en lo alto y la mirada con los párpados caídos; dirigiéndose a un lugar solitario para poder charlar con sus primos.

— ¿Qué están haciendo los del norte aquí? —preguntó de la nada Skyler, quien se había mantenido sorpresivamente callada desde que conocieron a los príncipes de Gélida de vuelta en el gran salón de banquetes.

Niall la miró.

—Gemma lo dijo, son nuestros invitados, estoy seguro de que mañana sabremos el por qué —acotó el rubio mientras caminaban por los largos pasillos del Krestum hasta sus alcobas. Sus guardias iban detrás, protegiendo, pero lo menos que necesitaba ese grupo era que lo resguardaran.

— ¿Tú sabes algo? —preguntó la chica de ojos verdes a hasta el príncipe.

—No —, respondió Harry. —Pero no me agrada. Cualquier cosa que trajera a los norteños hasta Dragonscale, no me gusta. Entre más rápido se larguen de aquí, mejor.

Niall rió.

Después de algunas escalinatas, la corte del príncipe y su guardia real, llegaron hasta la habitación del heredero, donde las puertas adornadas en varios arabescos dorados fueron abiertas por dos de los guardias. Ahí entró Harry junto a sus primos, esperando poder tirarse sobre los sillones para despotricar sobre sus huéspedes con libertad, como siempre lo hacían cada que la capital del sur recibía un invitado raro.

Y ¿qué podrían decir de tres sujetos que se hacían llamar "Los Príncipes de Gélida"? Mucho. Pues Harry ni siquiera tenía el más mínimo toque de interés por cualquier nación inferior que no fuera reino de su familia.

A Harry no le importaba toda esa mierda de las alianzas; cuando el fuera rey, montaría en su dragón para intimidar a todos quienes osaran con pisar el sur.

El joven muchacho entró por su alcoba a punto de exclamar alguna de esas ideas en su cabeza, cuando descubrió que su padre, madre y hermana, se encontraban ya ahí, protegidos por otra parte de la guardia real. Así que se frenó de repente e hizo que sus primos chocaran contra sus brazos.

Los guardias cerraron las puertas de la alcoba, cómplices de todo este plan que seguro el Rey Daeron había creado.

Harry tragó saliva.

—Padre —, saludó sarcásticamente, evaluando la situación. Adentrándose en su alcoba, llegando hasta el saloncito donde sus padres se sentaban. — ¿A qué debo esta honorable visita? —Harry fingió una reverencia y eso hizo que la quijada de Kargem se tensara.

—Harry, no seas insolente. —lo reprimió su madre de golpe. La dulzura de la Reina Anne era solo perturbada por el carácter hosco de su hijo.

—Oh discúlpeme, majestad, —dijo rodando los ojos hacia su padre.

El rey tuvo suficiente.

— ¡Ya basta! —gritó, levantándose de su silla. Harry se apartó, echándose hacia atrás. Gemma y sus primos se asustaron desde sus lugares. — ¡¡Estoy harto de tus faltas de respeto!!

El rey podría ser mayor, podría lucir totalmente pacífico cuando caminaba por su palacio de la mano de su reina. Pero los títulos que se pronunciaban en cada presentación que tenía, no eran solo alardeos hacia su persona o características que se suponían sobre su cargo. Él era el Kargem del cielo. Daeron Akgon había liderado un innumerable ejército montado en el dragón más grande de poniente, y a pesar de todas las llamaradas de fuego que expulsó Vistione, él nunca, jamás, ardió.

Suspiró de manera frustrada.

—Vas a quedarte a escuchar mis órdenes y las vas a cumplir, por que no solo soy tu rey, si no, tu padre. —dijo Kargem, y Harry lo miró con fuego en sus ojos, pero no le quedó más remedio que asentir muy a su pesar. —Salgan.

Dragonscale [l.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora