➳ 07: Diferencias. ➳

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Las calles de la ciudad de Dragonscale eran grandes y amplias, con caminos de piedra amarilla y casitas pintorescas. Tenían sobre ellos, un pleno cielo azul con una que otra nube, donde brillaba el sol y calentaban con fuerza cada superficie lejos de la sombra. Pero la gente ahí parecía feliz, divertida, en calma. Todos saludaban a la corte real mientras caminan entre ellos y regalaban cortas reverencias como sonrisas.

La gente de ahí no parecía tener miedo de las bestias que volaban por su cielo, de vez en cuando gruñendo, luego pelando por alguna cabra en el aire. Los dragones intimidaban, si, pero nunca molestaban a los aldeanos o siquiera volaban demasiado cerca de  ellos.

El mercado del centro era una estructura bastante imponente, según las palabras de la princesa Gemma, había mandado a ser construido por El abuelo de su abuelo, para que el comercio tuviera un lugar más próspero para llevarse a cabo. Una ubicación idónea cerca de los muelles que transportarían mercancías de diferentes lugares, el mejor pescado de la región y sobre todo, las artesanías más bellas del continente.

Gemma les contaba sobre el lugar y su historia, su importancia para La Capital, y como su economía favorecía a todos los aldeanos de Dragonscale. Ella caminaba junto a la hermana de Louis, mirando de vez en cuando hacía atrás, donde el príncipe Harry era el más rezagado del grupo, incluso lejos de sus primos.

El príncipe de Gélida lo observaba todo desde un lado, donde caminaba junto a Ser Isaak bajo el sol abrazador. Pero en cuanto Gemma distrajo a Nadine en un puesto de telas, Louis volteó a ver hacia atrás, donde Harry había desaparecido, pues ya no estaba detrás de todos, si no, en un puesto de comida, donde le compraba a unos niños una bolsa de manzanas.

Louis frunció el ceño, pero aprovechó el descuido de Ser Isaak para acercarse sigilosamente al príncipe a sus espaldas.

— ¿Entonces la bolsa de panecillos cuesta diez monedas? —preguntó Harry, de cuclillas, mirando a uno de los niños de salvajes rizos rubios, vestido en harapos. El pequeño asintió, con una sonrisa apenada. — ¿Cuántos panecillos tiene?

El otro niño, levemente más bajo que el otro, alzó la voz, un poco más valiente.

—Veinte.

— ¿Y si solo quiero dieciocho panecillos?

Los dos niños se miraron con los ojos abiertos como platos, demasiado pequeños como para entender las matemáticas.

—Diez monedas. —dijo el más grande entonces.

—Pero son dieciocho panecillos, no veinte.

—Aún así son diez monedas.

Harry alzó las cejas y rió. Aceptó la bolsa completa y le dejó una pequeña bolsita de monedas sobre el mostrador de vieja madera. Era obvio que se trataba de mucho más que solo diez monedas. Luego les sacudió el cabello a los dos.

—Son niños listos, manténganse así.

Dijo entonces, poniéndose de pie y sonriendo cuando se dio la vuelta para alcanzar a Gemma, pero Louis estaba de repente frente a él. El omega lo miró con el ceño fruncido.

— ¿Qué? —dijo el príncipe Harry, tomando uno de los panecillos rellenos, mirando a Louis con la misma cara de aburrimiento y despreocupación de siempre, mientras que este miraba hasta la bolsa, adoptando otra expresión más relajada en su rostro.

— ¿Qué es eso?

Harry lo miró extrañado.

—Panecillos de crema.

— ¿Puedo probarlos?

— ¿Nunca has comido panecillos de crema? —preguntó el principe, el heredero, un Akgon, un jinete de dragón... con la boca medio llena. Louis quizo reírse por lo patético que lucía, pero estaba a penas tanteado terreno con Harry.

Dragonscale [l.s]Where stories live. Discover now