× Prólogo ×

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Multimedia: "I know it's over" — The Smiths.
Tipo: tragedia, angst.
Clasificación: G (general).
de palabras: 982 (viñeta).
Publicación: 23/O7/2O19.

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Prólogo


Las piernas comenzaban a temblar ante cada paso que daba, su respiración agitada aumentaba un dolor punzante en el pecho y los latidos de su corazón eran tan violentos que podía sentirlos en los tímpanos. Un poco más, se repetía en su cabeza como un mantra, sólo un poco más; pero no tenía hacia dónde ir, "un poco más" hacia ningún lado, y aquello de a poco le destrozaba la psiquis. Más pronto que tarde se dio cuenta de la existencia de ese mantra involuntario, y supo que ni siquiera tenía dónde caer muerto. Gesticuló con los labios un "¡maldición!" que nadie jamás escucharía, trastabilló, casi se tropezaba con el cordón de una vereda.

Morir. No. No quería morir así.

Había huido durante horas, consternado de sí mismo. No entendía por qué su cuerpo tomó las riendas del asunto antes que su raciocinio y salió disparado hacia cualquier lado, con una velocidad excepcional. Plantó a todos los héroes que lo tenían acorralado, al niño que gritaba que escapase, a su inminente ejecución y a sus ambiciones. Plantó todo y a todos, para desaparecer de las ruinas de Ciudad Z, sin intención de volver. Nada quiso pensar y nada pensó, incluso parecía tener la conciencia suspendida, como una máquina sobrecargada que deja de procesar cualquier cosa. Estaba vacío. Siguió corriendo sin rumbo hasta agotarse, ya sin plan, ni refugio.

Cada fibra del cuerpo parecía vibrar pidiéndole que parase y la cabeza emitía un zumbido ensordecedor. Al cabo de todo ese tiempo pudo asumir que nadie lo estuvo siguiendo, porque de ser así ya lo habría interceptado algún captor desde el momento en que desaceleró el paso. Ahora se encontraba solo, en una noche particularmente fresca, sosteniéndose de paredes edificadas de vaya uno a saber cuál suburbio. Se preguntó si acaso sus últimos momentos serían aquellos, luchando por llevar aire a los pulmones y conectar un paso con otro; se juzgó de cobarde, hipócrita, inútil y un sinfín de adjetivos que ya no tenían importancia. Se sintió patético, pero lo siguiente a sentir fueron los adoquines fríos contra su cuerpo junto a un impacto seco, una sacudida. Ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar al tropiezo definitivo. La lucha por respirar se vio interrumpida por una nueva: despegar el rostro del suelo.

Dio un jadeo contra el pavimento. Apenas pudo mover el cuello, el resto de músculos dejó de responder; no era la primera vez que le sucedía y tenía claro que dentro de poco podría volver a moverse, aunque con ello se reactivasen los nervios entumecidos y lo fuera a azotar todo el dolor de golpe. Era un precio justo a pagar, con tal de levantarse y seguir. Con la poca fuerza que le quedaba cerró el puño, impotente.

Garou no se caracterizaba con el pesimismo, su orgullo y valor eran a prueba de fuego, mas nada podía hacer contra sus instintos más primitivos, ni los miedos fundamentales. Ya se había posado ante los umbrales de la muerte en más ocasiones de las que sería capaz de contar, entonces esta vez debía ser distinta. Hasta este momento siempre quedaba un vestigio de fuerza, mental o física, que como un chispazo conseguía despertarlo una y otra vez, las necesarias para lograr su objetivo. Sin embargo a esta altura del partido su moral quedó por los suelos, y ni hablar de su carne. Es por ello mismo que se convenció, por unos minutos, que merecía morir y extinguirse de la faz de la Tierra junto con sus sueños rotos. Lo único que recobró luego del griterío y la presión, fue el terror. No quería que acabara así, incluso su ejecutor se negó, y con eso ya tuvo suficiente. ¿Acaso ni siquiera merecía la compasión de ese hombre para liquidarlo? ¿No era así como siempre terminaba el monstruo?

"Eres un humano que pretende ser un monstruo."

Apretó la quijada.

"¡Incluso un amateur como yo puede decir que eres realmente dulce!"

Su expresión era una oda al dolor, a la frustración y al enojo, un coctel de emociones que ahora volvía a reflejarse en un rostro de morfología humana, su rostro.

Aun así, nada de lo que quedaba en su conciencia le haría cambiar de parecer, no, en realidad no deseaba acabar su vida. Si ese hombre, la prueba absoluta de Justicia en el mundo, no lo hacía por su propia mano entonces no lo deseaba. Y dio paso a más y más recuerdos, que lo seguían quebrando y reducían a polvo su integridad ya fragmentada.

Las humillaciones en su niñez, el entrenamiento duro para renunciar a su naturaleza humana, las incontables batallas que estuvo a punto de perder, las condiciones extremas que lo orillaron a la muerte... y ahora la soledad de una calle vacía, acurrucado ante los espasmos de un cuerpo agonizante que le imploró "¡basta!" hasta no dar más, entre bolsas de basura. Sus párpados amenazaron con cerrarse de una vez y para siempre. Un nuevo espasmo lo evitó.

Se halló a sí mismo perdiendo la noción del tiempo y sollozando, o acaso tiritando del frío que le atacaba sigiloso.

Recordó a su madre, se preguntó si lo extrañaba, y se angustió al considerar que si no volvía a despertar se iría solo, olvidado, desaparecido; nadie le haría saber del destino que le tocó. ¿Hacía cuánto tiempo no la veía? ¿Nunca volvería a verla? De repente quiso disculparse ante la figura desdibujada en lo profundo de su mente, era lo único que conservaba de ella después de todo.

La luz del umbral de una puerta cercana se encendió, nada tenía sentido ya, sus ojos no se volverían a abrir de todas formas. Por suerte o desgracia la somnolencia le ganó y más pronto que tarde se apagó su voz interior, dejó de temblar y percibió que su último suspiro llegaría antes que el shock de dolor. Todo se tornó oscuro, y luego, el inminente silencio.

「 𝐡𝐨𝐦𝐞𝐥𝐞𝐬𝐬 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora