Invocación.

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1.

Jade escuchaba música a través de unos auriculares, tumbada en el sofá de su casa, pero sus pensamientos se hallaban a miles de kilómetros de ese lugar.

Los hechos ocurridos en las últimas horas habían trastocado la seguridad de la que siempre hacía gala. El grupo se había disuelto definitivamente. Lorenzo no contestaba a sus llamadas. Mat se hallaba en paradero desconocido y Carlos le comentó su intención de contarle al comisario Saldedo lo ocurrido, esperando que fuese su jefe quien le guiase con los pasos a seguir.

—Podrás encontrarme en comisaría si necesitas algo de mí —Le había dicho.

Jade sabía que nada de aquello tenía fácil solución. Conocía la intención de Lorenzo de enfrentarse a ese ser y sabía que lo haría a pesar de encontrarse solo.

¿Qué fue lo que dijo Bernadette en aquella ocasión, cuando fueron a visitarla?

Dijo exactamente que ese ser trataría de separarlos, pues juntos eran muy poderosos.

Ahora parecía haberlo conseguido.

No podía permitir que eso fuera así, no obstante, ¿qué podía hacer para impedirlo?

Tan solo una persona tenía la solución y Jade se levantó del sofá dispuesta a localizarla.

2.

Bernadette miraba a la joven estupefacta. Jade le había expuesto su plan, pero al escucharse decirlo en voz alta se dio cuenta de que era más bien una locura.

—¿Pretendes atraer a ese ser y tratar de destruirlo?

Jade asintió.

—Para ello necesitaré tu ayuda. Estoy segura de que tu madre te explicó como debía hacerse.

—Efectivamente, lo hizo, pero jamás se hubiese atrevido a intentarlo y yo tampoco. ¿Sabes lo peligroso que puede llegar a ser lo que estás proponiendo?

La joven conocía los riesgos, sin embargo no le importaban si con ello conseguía salvar la vida a Lorenzo.

—Le amas, ¿verdad? —Preguntó Bernadette y Jade se sorprendió asintiendo en silencio. Le amaba, sí, aunque era algo que nunca se había propuesto. Su última relación con una pareja no fue lo que ella había esperado, sino todo lo contrario y nunca se había imaginado volviendo a intentarlo.

—Si tan solo dispongo de una oportunidad para salvar a Lorenzo, lo intentaré. Haré lo que tenga que hacer y si es preciso invocar a un demonio, lo invocaré.

Bernadette admiró su determinación y fue eso, más que otra cosa lo que le hizo decidirse a ayudar a esa joven.

—Necesitaremos ayuda —dijo Bernadette —, deberás volver a unir de nuevo al grupo. Juntos tenemos una pequeña oportunidad.

Jade sabía que no iba a ser fácil, pero esa era la menor de sus preocupaciones.

3.

Habían vuelto a Madrid en el último tren del día y ahora esperaban un taxi a la salida de la estación de Atocha.

—Creo que sé donde localizar a Mat —dijo Jade, dando la dirección del joven informático al taxista —. Convencerle de que vuelva a unirse al grupo no será nada fácil.

—Confío en ti —dijo Bernadette —. A mí me has convencido para hacer esta locura...

—Sí —sonrió la joven —. A veces puedo llegar a ser muy convincente.

—Y también algo testaruda.

—No lo sabes bien.

El taxi se detuvo junto a un viejo apartamento muy cerca de la universidad Complutense de Madrid. Allí, en aquel lugar era donde habían reclutado a Mat unos meses atrás y era más que probable que allí siguiera viviendo. El dinero que había recibido como pago por su trabajo como asesor de la policía en el grupo G. A. I. no daba para alquilar un sitio mejor que ese.

Mat, por supuesto, se encontraba allí. Al ver a Jade su rostro se iluminó con una sonrisa, pero esta desapareció al instante al reconocer a Bernadette.

—¿Qué está haciendo ella aquí? —Preguntó el joven.

—Yo la he traído, Mat. Es necesario que nos escuches.

—No tengo nada que escuchar. No pienso cambiar de opinión.

—Pues yo creo que sí deberías escucharnos, Mat —dijo Bernadette —. Quizá te hagamos cambiar de opinión.

4.

Lorenzo Martín acababa de vaciar su segundo vaso de whisky y volvía a llenarlo de nuevo. El contenido de la botella había menguado bastante desde que la abriera un par de horas antes y el alcohol comenzaba a embotar sus sentidos. Eso estaba bien, se dijo. Qué otra cosa podía hacer que tratar de no pensar. Mauricio, una buena persona y un buen amigo estaba muerto y nada de lo que él hiciese podía traerle de vuelta de aquel lugar al que había partido. Fuera ese lugar el que fuese.

Lorenzo no era muy dado a la autocompasión, pero comprendía el peligro al que había expuesto a todos sus compañeros y sabía que ese peligro era por su culpa.

Acababa de llevarse de nuevo el vaso a la boca cuando escuchó el timbre de la puerta. Al principio no hizo caso, pero la insistencia de su visitante le hizo acudir a abrir la puerta.

—¿Qué diablos hacéis vosotros aquí? —Preguntó Lorenzo cuando reconoció a sus compañeros. Su expresión de asombro se vio multiplicada al reconocer entre ellos a Det.

—Somos tus amigos, Lorenzo —explicó Jade —, y no pensamos dejarte solo ante esta adversidad.

Lorenzo miró de reojo a Mat, que le miraba a su vez con una sonrisa en sus labios.

—Ya ves, también me han convencido a mí y eso que juré no volver a ver un fantasma ni en una película.

—Tenías razón, Mat, todo es culpa mía. Ese ser es un fantasma de mi pasado y solo yo debo enfrentarme a él.

—Entonces morirás —dijo Bernadette.

—Y eso es lo último que deseamos, compañero —terminó Carlos Lozano, quien también había acudido convencido por Jade.

—¿Qué es lo que queréis de mí?

—Creo haber encontrado la forma de enfrentarnos a ese demonio —explicó Jade.

—¿Y cuál es esa forma?

—Invocándolo —respondió Bernadette —. Vamos a invocar a un demonio.

Los expedientes secretos. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora