El demonio (1)

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1.

Habían llegado a la antigua central eléctrica muy temprano para tenerlo todo listo en cuanto anocheciese. Mat se afanó en procurar que la central eléctrica, tiempo atrás abandonada, estuviera lista en el momento en que la fueran a necesitar. Lorenzo y Carlos habían despejado una amplia zona del lugar donde tendría lugar la invocación y Jade y Det habían grabado en el suelo de ese lugar toda una suerte de intrincados dibujos: círculos, estrellas y caracteres escritos en lenguas olvidadas por el tiempo. También habían dispuesto un gran círculo al que habían rodeado de velas y en cuyo interior llevarían a cabo la ceremonia.

—En realidad se trata de una misa negra —explicó Det —. Algo realmente oscuro y prohibido y  nunca pensé que tendría que llevarla a cabo.

—Es pavoroso —dijo Jade, quien, dado su trabajo, reconocía todos aquellos símbolos que trataba de reordenar en el polvoriento suelo —. Yo soy lo que se dice una bruja buena y todo esto me parece aberrante.

—Lo es —reconoció Det —. Pero a los verdaderos padres de Lorenzo les funcionó. Mi madre me explicó como interactúan estas fuerzas en el mundo y todas ellas se basan en la sumisión, en la sangre y en el dolor para lograr sus objetivos. Es algo antinatural, pero lo que queremos invocar nada tiene de natural.

—Temo que nada de esto funcione.

—Deberías temer todo lo contrario, porque yo estoy convencida de que funcionará.

2.

El anochecer llegó sereno y en calma. En el cielo brillaban las estrellas y a lo lejos, en el horizonte, el alumbrado de la ciudad de Madrid creaba su propia constelación de luminarias.

Det se había colocado en el interior del círculo dibujado sobre el suelo y los demás aguardaban expectantes a su alrededor. Entonces la joven comenzó a murmurar una letanía que les puso los vellos de punta a todos.

Por un momento la fría brisa de aquella noche de marzo pareció calmarse, para luego arreciar con denodado esfuerzo.

El sonido de la voz de Det se hizo más grave cuando la invocación alcanzaba su punto culminante. Después de golpe se calló.

—Está aquí —susurró la joven —. Puedo sentirlo.

Jade también lo sintió. Era como una presencia ominosa que le impedía respirar con facilidad. Lorenzo, a su lado la tomó de la mano.

—¿Te encuentras bien? —Le preguntó, a lo que la joven bruja contestó con un jadeo, mientras sacudía su melena azulada.

—Es muy poderoso, Lorenzo... No creo que nuestro plan de resultado...

Mat, atento a los monitores, comprobaba que todo estuviera a punto y Carlos, junto a él, había llevado en un gesto instintivo su mano hasta la culata de su pistola. Un gesto impotente, dada la naturaleza de su adversario, pero que sin duda le infundía el valor necesario para no dar media vuelta y echar a correr, abandonando a su suerte a sus compañeros.

Algo parecido a un trueno se escuchó justo frente a ellos, en el lugar marcado con aquellos poderosos símbolos que habían dispuesto para atraer a aquel ser. Después una figura pareció materializarse en aquel espacio, llenándolo todo con su indescriptible maldad.

Lorenzo dio un paso en su dirección, pero sin abandonar la protección del círculo mágico donde, se suponía, estarían a salvo.

—Estoy aquí, engendro —dijo Lorenzo en voz alta —. Yo te he convocado.

La figura, que sin lugar a dudas era muy parecida a la de un monje, con su hábito y capucha oscuros, pareció centrar su atención en el policía.

—Me buscabas y aquí estoy... No te tengo miedo —gritó Lorenzo —. Ven a por mí.

Lo que todos escucharon fue una sarcástica risa que parecía surgir de aquella aparición. Luego el ente descubrió su rostro, bajando su capucha y se encaró con ellos.

Allí, frente a sus rostros demudados por la sorpresa, se hallaba Mauricio Castellar.

3.

—¡Vuelve atrás, Lorenzo, no es el padre Mauri...! —Había gritado Jade, pero Lorenzo Martín ya no la escuchaba. En dos zancadas había dejado atrás el círculo protector y de repente había caído al suelo como una marioneta a la que hubieron cortado las cuerdas. Jade echó a correr tras él y en cuanto traspasó el círculo sintió como aquella presencia la golpeaba. La sensación fue como si su cabeza hubiera estallado en mil pedazos. Jade había caído de rodillas al suelo, jadeando y luego se levantó muy despacio, volviéndose hacia el resto de sus compañeros.

—¿Pensabais derrotarme? ¿Vosotros? —Dijo la joven con una voz que no era la suya y les miró con la burla reflejada en su rostro —. Patéticos... Resultáis patéticos.

Mat dudada sobre qué hacer. Aquel ser había tomado la apariencia de Jade, pero él sabía que no se trataba de ella. Su mano acariciaba nerviosa el botón del aparato que había construido y tan solo esperaba una señal para pulsarlo. Con lo que no había contado era con la astucia de aquel ser. Quizá nada les sucediera a sus compañeros si apretaba aquel botón, pero cómo podía saberlo.

—¡Hazlo! —Gritó Det —. ¡Aprieta ese maldito botón!

Mat la observó sin comprender lo que le decía. Tan solo veía sus moverse sus labios, sin embargo no alcanzaba a escuchar ninguna palabra. Estaba completamente sordo.

Det trataba de acercarse hasta Mat, pero le era imposible conseguirlo. Creía estar en uno de esos sueños en los cuales algo te persigue y por más que tratas de correr nunca te mueves del sitio. Su rostro reflejaba su impotencia y las lágrimas asomaron a sus ojos.

Carlos era el único que aún permanecía en su puesto. Su mirada bajó hasta su mano y allí encontró su arma. En algún momento la había sacado de su funda junto a la cadera y ahora la contemplaba absorto.

—¡Hazlo! —Dijo una voz en su cabeza —. Nada tiene sentido.

Carlos Lozano alzó el arma y la apoyó sobre la sien. Su dedo buscó el gatillo y lo encontró frío y terriblemente tentador.

Sonó una detonación y todo pareció detenerse en el acto.

Los expedientes secretos. (Terminada)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu