VI

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Ángeles

—¡Ángeles! — no respondió al llamado incesante, ya que estaba perdida en sus pensamientos— ¡Ángeles! — parpadeó al este hacerse más contundente— ¿Te encuentras bien? — la voz de la persona que le hablaba se apreciaba algo preocupada.

—No quiero té— respondió distraída, sin percatarse de que no se encontraban en la hora para ingerir aquel líquido, ni mucho menos que no era abordada por su doncella o alguien del servicio.

—¿De que estas hablando? — ahí fue donde salió del mundo en el que se hallaba, enfocando a su tía y primo que la miraban un poco extrañados por su actitud.

Ángeles no era una chica retraída, aunque con el último fuese precavida y en extremo cortes.

La pelirroja era todo lo contrario.

Su ánimo solía ser contagioso a la hora de departir en la mesa regalando una buena charla así los temas fuesen triviales, ya que tenía conocimiento de casi todos los argumentos entrando en cuestionamientos que escandalizaban a Catalina, y al mayor de sus hijos sin demostrarlo le entretenían en sobre manera.

También destacaba su buen comer y risa ligera que amenizaban el momento, pero en ese instante acontecía todo lo contrario.

Jugueteaba con los cubiertos, moviendo los alimentos sin realmente ingerirlos, no había musitado palabra aparte del saludo escueto, no sonreído como solía hacerlo iluminando todo a su paso.

Tenía una actitud parecida a la de la noche anterior cuando regresaron a la mansión, al igual que los días posteriores esta vez sin poder disimularlo.

...

—Lamento mi despiste tía— se excusó enderezando su postura, intentando regresar al presente—, es que estaba pensando en la carta que le voy a escribir a Aine apenas termine el desayuno— mostró una sonrisa falsa, haciendo que la ojearan más recelosos por su actitud.

Mirándose entre sí.

La misiva ya la hubo escrito.

Hasta se la facilitó a un lacayo para que la entregase con presteza, cosa que ellos presenciaron, pero no la contradijeron pese a lo curiosos que se observaban por su actitud.

Pero es que no sabía porque se sentía como flotando en una nube, no distinguiendo si era un sueño envuelto en una atmosfera vaporosa, que no la dejaba siquiera dormitar con tranquilidad.

Mostrándole diferentes escenarios que la hacían despertar sobresaltada en la noche con una capa de sudor perlando su frente, y la respiración errática, no conforme con eso cada extremidad de su cuerpo acalorada, tornando cada parte de su entidad rojiza.

Y lo peor del caso es que la tenía en ese estado el mismo motivo que la aquejaba las semanas posteriores, después de su primera velada en Londres.

Con nombre propio...

Su Excelencia Lord Duncan MacGregor.

Nadie más que el Duque de Rothesay.

Sin pensarlo ese hombre que la exasperaba, lograba sacarla de sus cabales.

Ella especulaba que, de forma mal acaecida, porque no era normal que bufara molesta todo el tiempo con ganas de sacarse la espinita.

Pese a sus últimos halagos, que los sintió más como ofensa que las palabras que le dedicó cuando le conoció.

Estando acostumbrada a los perjuicios mal disimulados proferidos a su entidad, pero él se los dijo de frente a la par de halagado, sin ningún tipo de reparos.

UNA OPORTUNIDAD PARA AMAR (LADY ESPERPENTO) © || Saga S.L ||  Amor real IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora