XXXIV

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Angeles

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Angeles

Los siguientes días de viaje la paso con Honoria en el carruaje, pues Austin prefirió desde el día siguiente a su discusión continuar en el lomo de su semental, y no le había dado tiempo a Ángeles de hablarle sobre el tema, pues solo se dirigía a ella para saludarle, o conversarle de temas triviales dejando atrás las palabras malsonantes que se dijeron, evitándola a toda costa cuando quedaban a solas expuestos a temas serios.

Tanto era sus ganas de rehuirle a la conversación, advirtiendo su intención, que cuando paraban en alguna posada evadía tomar hasta la comida con ella, haciendo que su frustración saliese porque no sabía cómo interceptarlo sin que se viese inadecuado.

También era un hecho fehaciente, que a causa de advertirse más cerca de su destino unas lágrimas la acompañaban hasta que el cansancio la hacía sumergirse en las profundidades de sus sueños, que se advertían como amenazas de pesadillas, que la despertaban estrepitosamente mostrando todo su cuerpo bañado en sudor, ocasionando que al día siguiente su estado resultase deplorable.

Siendo solo notorio para su doncella, que la conocía como nadie.

...

Por eso es por lo que teniendo la misma rutina esa jornada, percatándose de que Austin a primera hora del día estuvo ultimando detalles con el cochero, después del desayuno para a continuación seguir con su recorrido. Uno que daría culminación en Londres al día siguiente por fin llegando a su destino, con una última parada, ya Ángeles no aguantando más lo que su corazón sentía, decidió actuar.

Estando colapsada por todo.

No hallando un momento para que sus miedos se disiparan un poco, para que su desazón menguara, de solo imaginar que lo tendría en frente en unas cuantas horas.

¿Cómo la recibiría?

¿Si quiera estaría ahí para advertir que llegó en óptimas condiciones?

Deja de hacerte ilusiones Ángeles, cuando bien sabes la respuesta.

...

Como regla habitual cenó con Honoria en la última posada en la que pasarían la noche, sintiéndose tan ansiosa que la nueva evasión del Marqués fue lo que necesitó para llenar su copa.

Así que resuelta a enfrentarlo se levantó de la silla en la que se ubicaba en la estancia, y sin importar los llamados de su doncella se paseó por entre las mesas en donde se encontraban varios hombres tomados, y en busca de compañía femenina nocturna, e ignorando los comentarios subidos de tono que si no fuera por su ira y determinación la hubiesen hecho dar un paso atrás, se plantó frente a la mesa del individuo que deseaba incordiar.

—Lord Bristol— le llamó después de aclararse la voz, logrando que los que lo acompañaban cesaran sus conversaciones—. Necesito que me brinde unos minutos de su tiempo— exigió con todo el aplomo que disponía, y más porque el susodicho le estaba dando la espalda sin ni siquiera dedicarle una mirada.

UNA OPORTUNIDAD PARA AMAR (LADY ESPERPENTO) © || Saga S.L ||  Amor real IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora