XXVII

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Kendrick & Catalina

Brodick Castle...

—Querido, nuestra pequeña no deja de llamar a Ángeles— exclamó Catalina, llorando al ver a su hija Aine postrada en una cama con fiebre muy alta sin saber la razón.

El doctor Gibbs, un hombre entrado en cuarentena, fornido, de piel un poco tostada por el sol, cabello azabache con pintas grises y una barba incipiente, que combinaban con sus ojos negros profundos, era el médico de cabecera de la familia y de casi todos los pares del reino.

Y este, aunque catalogándose como el mejor, no había podido dar con la raíz de las dolencias de la pequeña.

Físicamente según la examinó exhaustivamente se encontraba en óptimas condiciones, pero pese a los tés y brebajes que le daban, la fiebre no cedía forjándoles temor por su vida.

Porque se tratase de una enfermedad desconocida.

Todo esto ocurriendo desde una semana después de la partida de su prima Ángeles.

Pues, pese a que no había presentado síntomas, si se veía algo decaída y con los ánimos casi por los suelos, esfumándose de esa manera el pequeño demonio que era cuando se hallaba al completo recuperada, y aunque sus padres no sabían la razón, intuían cual podría ser esperando que fuese examinada, para cuando obtuvieran el diagnostico tomar cartas en el asunto.

Y al no haber nada, debían actuar conforme el tiempo que los apremiaba.

—Lo sé, Catalina, pero todavía evaluó las posibilidades porque no estoy convencido— Kendrick Stewart le dio a su sobrina el espacio que pidió en silencio a gritos.

Le había fallado de alguna manera al cumplir una imposición, y no conforme con eso le ocultó que alguien ya ocupaba el corazón de su actual marido.

Cosa que no le competía, ni mucho menos ella debía de ahondar, pero de igual manera sabía que apreciaría no haberse enterado de esa manera tan frustrante.

Siendo la única ignorante.

Yaciendo tras las circunstancias, quizás el más afectado por no saber de ella, o más bien por no recibir una carta ya que estaba enterado por su mujer que ella siempre preguntaba por el de manera afectuosa.

Porque no había dejado de informar sobre su bienestar, solo perdido comunicación con su entidad.

Cosa le decía que no era el momento indicado para acudir a su persona, pese a que no les perdonaría por no decirle lo que ocurría con su adorada prima.

—Es la salud de nuestra pequeña la que está en juego— replicó dos octavas más altas de lo normal, aunque lo acostumbrado en esa casa cuando la ama no estaba conforme con algo, o con alguien, en este caso siendo casi siempre, su marido—, y Ángeles no se negara a asistir si se lo pedimos, y me dejases contarle sobre los quebrantos de salud de nuestra pequeña— culminó al borde de un ataque de histeria.

Siendo un tanto dramática porque sentía que estaba perdiendo a su pequeña, por culpa del cabeza dura de su marido.

» Se que dejará los malentendidos atrás porque te quiere— ya que solo le privaba de saber de ella solo a él.

—Ese es el problema— soltó con impotencia mientras se paraba de la silla en donde se encontraba resolviendo unos asuntos, al fin aceptando el motivo de su reticencia a contactarla— no fue un simple malentendido. La defraudé— se pasó las manos por el cabello martirizado.

Sintiéndose fatal por todo lo sucedido.

—Al igual que yo por no ser la que le confesase ese detalle, al creer que los amoríos con esa fulana habían terminado— expuso intentando que no se echara al completo la culpa de la casi no boda, que al fin sorteó el contratiempo.

UNA OPORTUNIDAD PARA AMAR (LADY ESPERPENTO) © || Saga S.L ||  Amor real IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora