XXII

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Ángeles

Al momento de ejercer el retiro del Brodick Castle, a Ángeles no le llegó a pasar por la cabeza, que, en vez de sentir una intensa melancolía por separarse de su familia para emprender una nueva vida, lo único que apreciara fuese una ansiedad incesante por separarse de lo que alguna vez aprecio más que su propia vida.

Sintiéndose dolida por todo lo descubierto en plena unión.

En el engaño colectivo del que fue presa por apreciarse como una mujer ingenua, que no podía con el hecho de que su prometido amase a alguien más.

¿Tan obvia era?

Hubiese jurado, que había sido lo bastante cauta ocultando las sensaciones nuevas en su sistema.

Pero como siempre su ingenuidad la hacía errar en cada una de sus apreciaciones.

Aunque eso no justificaba el hecho de que tuviese que enterarse por su propia cuenta de lo que ocurría con su prometido, ahora esposo.

Porque, pese a que anhelaba creer lo contrario, lo cierto es que el solo la había elegido para no exponerse al escarnio público.

Pese a que sus palabras antes del beso calaron demasiado hondo.

«Le dije que solo debía ser su punto de enfoque, como lo fue en todo momento del mío»

Tan hondo que no podía quitarles, aunque debía, de su memoria.

Tenía que ser racional, no un ser que se dejase gobernar por un sentimiento que no obtendría la reciprocidad.

Así que, por el momento, solo le apetecía apartarse por unos instantes de su familia.

Para no sentir tanto dolor por la traición, pese a que resultaba más que normal, que, esos asuntos no fuesen del dominio de la dama que efectuaría la unión con un auténtico libertino, pero se trataba de ella.

A la que le habían inculcado que siempre debía ser leal, y hablar en base a la verdad.

Merecía por lo menos un aviso, para no quedar en ridículo.

No ser la dama que merecía la lastima de todos.

El único que intentó advertirle fue Alistair, pero tampoco tuvo la valentía de decirle la verdad sin enigmas de por medio.

Por eso se le hacía tan difícil sobrellevar todo con más naturalidad.

Sin contar con el tiempo pasado en el mobiliario.

El intentar no verlo.

El morderse la lengua para pedirle una explicación.

Exigirle que la respetase.

Por su mente paso hasta abofetearle, sabiendo de antemano que la dejaría, pero es que...

Ni siquiera ella se comprendía.

Era tan nuevo todo aquello, que, solo intentar resolverlo, su cabeza y corazón dolía.

Por eso había mencionado lo de la luna de miel.

El no querer pasar tiempo de calidad con él.

Intentando librarse de lo que venía después.

La noche en la que se haría al completo su mujer.

Esa que su tía le aseguró, que, aunque doliera seria de alguna manera especial, añadiéndole una mirada sabedora que la envaró incomoda.

A lo que obtuvo como respuesta un escrutinio intenso, a la par de un sepulcral silencio.

UNA OPORTUNIDAD PARA AMAR (LADY ESPERPENTO) © || Saga S.L ||  Amor real IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora