Capítulo 5.A - Escudo de Tiza

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[ 14 horas después de la luna ]

Hacía un día soleado espléndido en los alrededores de la aldea de la yurta, los animales correteaban por encima de las ruinas del viejo castillo Butterfly, y algún aldeano despistado hurgaba por la llanura en busca del zapato robado por vaya a saber qué alimaña. A lo lejos, podía verse una nube algo peculiar, más espesa y amarronada que el resto, como si hubiesen dibujado en el cielo una mancha con carbón a mano alzada, con un hilo negro colgando de ella, que llevaba hasta las fosas de Wrathmelior.

- Tranquila, cariño. Seguro esta todo... - intentó calmar a su esposa, tras presentarse ambos ante las puertas del templo de monstruos -... bien - giró su atención desde Wrathmelior, quien echaba humo de los nervios, a la puerta, donde lo recibió su hijo. - ¿Thomas? Hijo, ¿qué ha pasado? ¿dónde está la reina Eclipsa?

- Papá, tranquilo. Todo estará bien ¿sí? - tras una breve pausa, miró hacia arriba - Hey, má.

- Grwarthh - gruñó Wrathmelior en un triste espamento y levantó sobre sus palmas al pequeño Tom, llevándolo hacia su rostro.

- Estoy bien, no te preocupes. - sonrió ligeramente, con los párpados algo entrecerrados por el humo que salía de Wrathmelior. - Oh, George, trajiste bocadillos. - saludó a uno de los sirvientes, que traía colgando del cuello una bandeja de plata con comida a modo de presentación por la visita. - Pasen, debo contarles todo lo que sucedió... - se adentró nuevamente en el templo de monstruos, se tomó de los brazos y, agachando la cabeza, murmuró para sí - ... o bueno, lo que se pueda decir.

- ¡Meteora! - se escuchó desde la azotea de los invitados.


La nube de carbón se había difuminado de las afueras del templo. Pero si pensáramos las puertas del mismo como su boca, podría llegar a ser una imagen graciosa el ver cómo el templo se ahoga con ese humo del Inframundo. Curiosamente, otra imagen se propagaba a lo lejos de allí, con un aire similar.

Se podían ver las ruinas del castillo Butterfly como manchas grisáceas alzándose entre el paisaje verdoso de los bosques. Los ojos expectantes se entrecerraron ante tanta luz, tanta vida a su alrededor, tanta...

- Tranquilidad. - dijo para sí, la figura.

- ¿Mi reina? - uno de sus guardias, de armadura negra, se acercó a unos pocos metros y arrodilló su pierna derecha.

- ¿Esto es... Mewni? - preguntó, con la mirada clavada en lo que ella entendía que era el castillo Butterfly, sin certeza alguna.

- No sabría responder, mi reina. He servido toda mi vida en el palacio, en Neverland.


Pero certeza tenía más de una, y la que más nos importa es que sabía que, no muy lejos de allí, podría encontrarse con viejos conocidos. Lo sabía, muy en lo profundo, que había algo que la llamaba. Ese algo podría ser una reliquia de las Butterfly enterrada, podría ser una trampa mortal en forma de armadura, o simplemente un diablillo de la ira nadando como un fantasma en el interior del cristal que mantenía prisionero a Globgore.

El pequeño se quedó atascado no hace mucho, aunque parecía disfrutarlo más de lo que sufría su prisión. Desde dentro del cristal, podía observar todo lo que sucedía en el salón Globgore sin que nadie se espante de su existencia, pues su tamaño no superaba el de un pulgar. Los sirvientes lo consideraban como una decoración extra de la presencia maligna que imponía Globgore. Si el mayor monstruo de la historia estuviera encarcelado enfrente tuyo ¿acaso no sería lo más normal ver diablillos revolotear alrededor de él? después de todo, es el símbolo del mal. Pero ni los sirvientes, ni Manfred, ni los guardias se molestaron en comentarle a Eclipsa ni nadie con dos centímetros de autoridad más que ellos acerca de que había algo dentro del cristal.

Luego de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora