7. Galletas de la fortuna.

510 41 3
                                    

—¿En dónde está Briana?—cuestionó Samara posando sus ojos en su novio y después en Joel.—¿alguien la ha visto?—añadió.

Los chicos se miraron entre si y después negaron al mismo tiempo.—Bri me envió un mensaje para decirme que iría al centro comercial...—inquirió encogiéndose de hombros.—Dijo algo sobre un bloqueador solar o algo así...

—Ah...—murmuró la muchacha volviendo a posar sus ojos en el plato de comida que tenía delante de él.—¿Y puedo saber a ustedes que es lo que les pasa...?

—¿A nosotros?—cuestionó Christopher.—Puf, no seas paranoica, mi amor.—respondió el castaño ofreciéndole una amplia sonrisa.—No nos pasa nada, ¿cierto, Joel?—el chico asintió de inmediato.

—No nos pasa nada, Samara.—inquirió encogiéndose de hombros.

—¡Hola!—saludó Briana haciendo acto de presencia. Tres pares de ojos marrones se posaron en ella, dos demasiado entusiastas y el otro con una pequeña mueca de confusión y arrepentimiento.—¿Estás comiendo sin mí?—preguntó con una fingida mueca de enfado.

—En realidad llegamos hace aproximadamente diez minutos, recién el camarero trajo las ordenes...—le informó Samara.—así que llegas justo a tiempo...

—Que cool.—respondió tomando asiento junto a Christopher lo más lejos posible de Joel.

El pelinegro dejó escapar el aire de sus pulmones y se concentró en el plato intacto que tenía delante de él. No tenía hambre y para ser sincero lo único que quería era echarse a correr lo más lejos posible de Briana y el montón de cosas raras que ella le hacía sentir.

No es que fuesen malas, era más bien que mientras ella no lo aceptara, sentirlas se le hacía una pérdida de tiempo.

—Estaba pensando... ¿Por qué no rentamos un yate y nos vamos todos a alta mar?—cuestionó Christopher rompiendo el silencio que se había apoderado de la mesa. Briana le hizo una pequeña señal al camarero y de inmediato un muchacho vestido únicamente con un bañador amarillo se acercó a ella con una sonrisa en los labios.

Los ojos de Joel se instalaron de inmediato en la pelinegra que parecía disfrutar de la atención que el muchacho semidesnudo le estaba dando. Se quedó quieto odiando la sonrisa del mesero y apretó sus puños con tanta fuerza que sus nudillos quedaron completamente blancos.

Samara tomó la mano de Christopher y disimuladamente llevó su atención hasta Joel que parecía estar en medio de una gran batalla campal dentro de su cabeza.

—A mí me parece una buena idea.—respondió la muchacha pero su amigo ni siquiera se inmutó.

—¿Y qué dices tú, Joel?—cuestionó Christopher pero no obtuvo respuesta alguna.—¡¿Joel?!—lo llamó de nueva cuenta. El chico desvió su atención del mesero hasta su mejor y le ofreció una pequeña sonrisa cargada de culpa.

—¿Qué, si?—murmuró.—¿Qué era lo que me estabas diciendo...?

—¿Qué tan buena idea te parece lo del yate?—inquirió el castaño enarcando una de sus cejas.

—Claro, me parece increíble.—respondió.—Creo que un viaje en yate nos vendría bien a todos, alejarnos de aquí...

—De los camareros especialmente.—bromeó Samara. Joel le dedicó una mala mirada y ella le sonrió inocentemente.—¿Qué dices, Bri?—cuestionó en dirección a su mejor amiga.

—Suena bien, tengo que admitirlo...—musitó encogiéndose de hombros.—Por cierto, hace un rato compré un café frío en el centro comercial y el hombre de la caja registradora me dijo que si quería podía una galleta de la fortuna, así que como la buena amiga que soy pensé en ustedes y me robé tres extras...—anunció hurgando en la bolsa de compras que tenía sobre sus piernas.

CINCUENTA Y DOS SEMANAS||JOEL PIMENTEL (COMPLETA).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora