Oportunidad de Porcelana

Prólogo

Esto es lo mejor, sé que es lo mejor, te hice tanto daño que, aunque tuviera otra oportunidad para estar a tu lado sería una bendición para mí.... Jamás quise que esto fuera tan lejos, creme querida Pandora, si pudiera, si tan solo estuviera en mi poder el devolver el tiempo te traería de vuelta conmigo, desgraciadamente no es así y lo peor de todo, no puedo decirlo en tu último adiós.

Me encuentro del otro lado de tu casa, estoy con los brazos cruzados viendo cómo es que tus parientes llegan vestidos de negro hacia tu casa, ¿Sí entro seré bien recibido? Lo dudo mucho, ya que yo fui el mayor causante de tus lágrimas mientras estabas con vida. Aun así, no puedo evitar que las lágrimas caigan sobre mis mejillas humedeciendo mi ropa. Aún recuerdo aquella tarde de verano en la cual nos encontramos a la orilla de un río, vi cómo es que cortabas tus cabellos por la desesperación y el dolor que cargabas dentro de tu corazón. En ese momento no sabía acerca de las tormentas por las cuales estabas pasando.

—¿Qué haces? —tome tu muñeca al verte con las tijeras sobre tu cuello, pero, al ver tu mirada no me dieron ganas de preguntarte nada más, tus ojos de color azul mostraban dolor absoluto, pareciera como si el color decayera hacia tus mejillas tratando de limpiar aquellas pecas de tu rostro, queriendo alaciar aquellos cabellos en espiral que me hicieron caer por ellos—. No lo hagas —sé que fueron los consejos más tontos que uno pueda dar hacia otra persona, ¿Qué esperabas a esa edad de mí? Apenas tenía 14 años.

—¡Déjame en paz! —gritaste con fiereza mientras que cortaste un pedazo de tus cabellos y al vero caer pude apreciar cómo es que en tu rostro se demostraba un enorme arrepentimiento.

—¿Ya estas mejor? —no dijiste nada y de tu mano cayeron las tijeras, así que yo las tomé y también corté un mechón de mis cabellos dándotelo—. ¿Así nos veremos mejor? —esa fue la primera vez que te vi sonreír.

—Has arruinado tu cabello.

—¿Por?

—Es un bonito negro... ¿Por qué lo cortaste? Yo daría lo que fuera por tener ese negro y tú lo has cortado. —acariciaba el mechón de cabello mientras limpiaba tus lágrimas.

—¿El negro es bonito? Yo no lo creo así —me disté cabida para sentarme a tu lado, comencé a jugar con el mechón de cabello que había caído al suelo—. No todos tienen la dicha de tener ese hermoso rojo como lo tiene tu cabello, ¿Es anaranjado acaso? —me dejaste acariciar tus espirales.

—Me ha traído muchos problemas el ser como soy —limpiaba su nariz con su suéter morado, llenando de mocos las mangas—. Por eso papá me odia, porque no soy su hija —allí pude entender algo de tu situación—. Papá dice en muchas ocasiones que no soy su hija, porqué él tiene los cabellos negros como los caballos pura sangre, así como los tienen mis hermanos mayores, es horrible saber que eres el fruto de una de las infidelidades de tu mamá —tus sollozos me partían el alma—. Por eso quiera ir con mi mamá.

—Créeme, muriendo, no podrás ir con ella —tomaba tus manos las cuales estaban temblando, tus manos estaban algo pegajosas, me decidí a verte de forma más de tallada, tu cabello estaba lleno de grasa, tus manos estaban más negras que tu tono de piel, tu rostro estaba escarchado de grasa, al distinguir un aroma peculiar que desprendía de ti, solté tus manos colocándome de pie—. Es mejor que vivas para que vayas con tu mamá.

—No lo es, así no poder ir con ella —sentiste mi rechazo escondiendo tus manos bajando tu rostro—. Mi mamá está en el cielo —después de una infidelidad dudo mucho que le dejen entrar al paraíso.

—Me tengo que ir —rascaba mi nuca, cuando comencé a verte a detalle se sintió un poco incómodo, tenía que verme con mis amigos en el parque y no sé cómo es que termine estando contigo—. Mis padres me están esperando —mentí—. Nos veremos... Algún día —eché a correr lo más rápido que pude, pero, a medio camino detuve mi andar, regresando hasta ti y cortando de forma pareja tu grasiento cabello que te llegaba hasta las caderas—. Así se verá mejor, ya no lo cortes más, ¿Sí?