Capítulo 12: Derek

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En momentos como este, me pregunto. ¿Por qué acepte algo así? Miro por el espejo retrovisor y ella está allí, tan frágil, tan inocente, que me duele el pensar que una vez fui yo el causante de todas sus desgracias, el causante de todas sus tragedias, la persona que más daño le hizo en esta inmunda vida.

—Perdóname Pandora...

Salió de mis labios sin pensar, ya no quiero ir a México, ya no quiero ausentarme de todo esto, sé que debo de cuidarla, pero para ello tengo que darle un trato más humano, no puedo seguir tratándola como si fuera una especie de proyecto —aunque en cierta forma lo es—. Tengo que ser más humano con ella, ¿Qué se hace en estos casos? ¿Cuándo un salvavidas se está ahogando quien lo salva? Todos confían en sus habilidades para poder salir de aquel hoyo, sin embargo, aquellos que confían en él no saben cuál turbulentas se han vuelto las aguas para él... Para empezar, ¿Por qué tendría que estar en medio de aquella tormenta? Necesito un trago... Pero no puedo dejarla sola, no después de darme cuenta cual vulnerables estamos, incluso dentro de Roma. Por fortuna, conozco a quien podría venir a preparar algunos tragos.

—¿Derek?

—¿Quién eres? —una voz desganada, pero a la vez agotada, me respondió del otro lado de la bocina.

—... —me sorprende que no tenga agregado a su jefe—. Soy Óscar Gaytán.

—Aaahhh... —un bostezo bastante pesado lastimo mi oído el cual estaba en la bocina del teléfono al estacionar el auto—. Lo siento, no suelo tener agregada a la gran mayoría del trabajo —¿Es en serio? —. Dime, ¿Qué necesitas?

—Algo fuera de lo laboral —miro a Celeste quien comienza a mostrar signos de que quiere despertar—. Ven a mi casa y con gusto te explico la situación.

—Lo siento —se escuchó algo ronco—. Pero, no trabajo hoy, así que...

—Te daré algo de alcohol.

—Voy para allá.

En cierta forma ese alcohólico es fácil de manejar, guardo mi teléfono en mi bolsillo mientras que tomo a celeste en mis brazos, acariciando sus mejillas, sin duda alguna siento como una enorme ternura se apodera de mi cuerpo, un sentimiento extraño comienza a brotar de mí, ¿Es amor? No lo creo... Pero son unas enormes ganas de cuidarla, ja, ja, ja, en vez de sentirme como su pareja me siento como si fuera su padre, pero ¿Qué? ¡No! Qué clase de cosas estoy pensando, yo no puedo ser su pareja, ya bastante daño le hice una vez, no quiero volver a dañarla otra vez.

—Es hora que despiertes linda, ya hemos llegado —beso tu frente con dulzura, mientras que llevas tus manos hacia tus ojos comenzando a frotarlos—. Hemos llegado a tu casa, despierta.

—Amo. —te veo estirarte, mientras que incrédula comienzas a ver el enorme espacio que hay dentro de esta casa para ti.

—Bienvenida a tu nuevo hogar.

—¡Amo! —comienzas a saltar de alegría, sales a ver el jardín, nuestro jardín, que pareciera que jamás le puse atención, pero a tu visión, se podía ver lo asombroso que era, el pasto que para mí solo era verde, eso es lo que mi corta visión me deja ver, pero a tus ojos es más que de un solo color, me muestras la maravilla del azul del cielo, el morado, azul, rosa, rojo, blanco, amarillo y demás colores que nos muestran las flores a nuestro alrededor—. Mira —tu inocencia, el solo verte pegada al cristal me hizo tomar tu mano recorriendo la puerta.

—¿Quieres salir?

—¡Sí!

Tomo tu mano, llevándote hacia las afueras. Tocas las flores maravillada, puedo apreciar el brillo que comienza a emanar de tus ojos, con tus dedos índice y mayor comienzas a acariciar las flores, llegamos hasta el área donde se encuentran los aspersores, la malicia me incito a darle una leve patada a estos para accionarlos y hacer que comenzaran a funcionar, pero sin darme cuenta tú ya estabas con una manguera en mano con intención de mojarme, pero en ello los aspersores comienzan a funcionar mojándonos a los dos.

Oportunidad de PorcelanaWhere stories live. Discover now