Capítulo 7: Vuelta al Pasado

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—¿Amo? —había vuelto en sí.

—Mi Celeste. —no pude contener mi emoción al tenerla entre mis brazos, la tomé con fuerza, sin tener algún deseo de querer soltarla.

—Amo, amo Óscar —comencé a arrullarla entre mis brazos, su delicadeza me hizo temer que algo podría pasarle, me preocupa que se haya comportado de esa forma, tengo que ir con el cuervo—. Miedo...

—No tengas más miedo mi niña, yo voy a estar aquí para cuidarte.

Sin darme cuenta, me había quedado dormido con ella entre mis brazos, escucho pasos que vienen hasta la habitación lo que causo que me pusiera de pie de inmediato, teniéndola a ella en brazos, era Roxana quien me hace señas que vaya hasta ella. Obedezco dejando a Celeste recostada sobre la almohada, bajando hasta la sala donde ella me estaba esperando con un café.

—Una disculpa, por lo que paso. —no sé qué decir ante una situación así.

—no te preocupes, digo —tomo una cuchara echándole un poco de azúcar a su café—. La gran mayoría de los habitantes de este pueblo son muñecos, conocemos Debolaca demasiado bien.

—Ah —suspiro aliviado—. Entonces tú has de tener una idea masomenos de lo que acaba de ocurrir, ¿No?

—No del todo —contesta dejando la cuchara de lado bebiendo de su terraza el café—. No he tenido nunca una de esas cosas, no me desagradan, pero no me es correcto que se tenga a alguien a su lado contra de su voluntad, menos cuando ese alguien ya debería de estar muerto.

—¿Qué sabes acerca de los muñecos? Pequeña conejita de Richardson. —ella de inmediato saco un arma de debajo de la mesa apuntando a mi cabeza.

—¿Trabajas para ese hombre?

—No —respondo con firmeza—. Jamás trabajaría para un bastardo como lo es él —ella me miró con desconfianza, pero al fin bajo su arma.

—Entonces, ¿Cómo sabes reconocer a alguien qué está relacionado con los  Richardson?

—Los juguetes de él —me pongo de pie acercándome a ella, quien me apunto directamente en la frente—. O sus "mascotas", como el las suele llamar, tienen esta curiosa marca en su nuca, por lo visto lo odias demasiado que hasta lo intentaste borrar, dime, ¿No estarás ocultando tú también algo? Solo dime lo que sabes acerca de los muñecos y continuarás bajo la protección de Helios Manterum —demasiado hermosa y peligrosa.

—Los muñecos son muertos —bajo su arma, sentándose nuevamente a beber su café—. ¿Conoces al hermano de Helios?

—Konoha Manterum —ese acosador—. Como no conocer a un personaje tan singular como él.

—Deja de alardear —se pone de pie yendo hasta un álbum de fotos—. Cuando salí del cautiverio de Jeison fue gracias a Helios, allí conocí a su hermano menor, fuimos muy amigos, pero era algo extraño, digo, le gustaba ponerse mis vestidos y al principio no me pareció mal, pero llegaron un par de visitas a la casa Manterum, no recuerdo quienes eran, solo que su apellido era Shimomura, uno de ellos era un joven bastante guapo, pero no hablaba conmigo, Konoha dejo de hablarme y se juntaba mucho con ese chico, pero lo malo fue —rascaba su nuca como si le diera comenzó su cicatriz—. Fue violado por ese tipo y también —muerde sus labios—. Asesinado.

—¿Cómo puedes estar segura que fue eso lo que paso?

—Yo estaba allí cuando ocurrió, apenas tenía como 7 años cuando lo presencié, vi claramente cómo es que intento poner resistencia ante su agresor lo cual fue inútil —agacho la cabeza—. Me dio tanto miedo porque recordé el patio de juegos del conejo... —comenzó a frotar sus piernas, una con la otra mientas que jalaba sus manos—. No quiero entrar más en detalles, solo diré que vi cuando murió, en ese entonces el señor Manterum apenas era un niño, tenía como 17 años, por temor a la soledad vi como recogía los restos de su hermano y se lo llevo, yo lo acompañe, no quería estar sola, después de todo había muerto mi mejor amigo en ese entonces, fuimos hasta una casa donde habían muchos niños, Helios lloro de rodillas por la vida de su hermano, recuerdo muy bien esto —noto su evidente nerviosismo, como si sus palabras fueran verídicas—. Pasamos allí afuera toda la noche, hasta que nos entregaron a Konoha, cuando el volvió no era el mismo, no recordaba nada, por fortuna ambos éramos muy pequeños cuando paso eso, no podría decir que fue la culpa de Helios, tampoco de Konoha por confiar, digo, todos éramos niños yo.

Oportunidad de PorcelanaWhere stories live. Discover now