Capítulo 2: La Muñeca de La Caja

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—Oye —sostenías mi mano cuando cruzábamos el río rumbo hacia tu casa—. ¿Qué dirías si te dijera que te amo?

—Primero que nada —me detuve tomando tus manos—. Viva la redundancia, segundo —miro el agua cristalina del río bajo nuestros pies—. Puede que yo también —al decir esto, jalo tus ropas y te dejo caer al agua, para después saltarte encima—. A bañarse mi apestosa.

—¡ÓSCAR! —me gritabas con molestia, mientras que recogías tu cabello hacia un costado—. me acabo de bañar hace un par de... —no te dejo terminar cuando me voy encima de ti besando tus labios.

Bellos recuerdos que invaden mi mente, es extraño, después de 11 años me sorprende que aun pueda recordar con esa claridad tu voz, tus hermosos ojos azules, tu cabello, aunque en muchas veces enmarañado, pero lo tengo presente, así como lo suave, pero fuerte que solía ser tu perfume cítrico, Pandora, eres y seguirás siendo el amor de mi vida.

Mi teléfono sonó, es extraño que haya algo de señal aquí, solo era un mensaje de la compañía móvil, tengo que dejar de soñar despierto, me hace daño cuando son recuerdos de ti, rasco mi mejilla viendo los muñecos colgados y algunos sentados en las vidrieras, entre más los miro, más inquietante se vuelven, sus ojos son como los de humanos, así como su piel, pero no son reales, ellos no pueden moverse.

—Señor Gaytán —Diaval venia empujando una caja cubierta con una manta negra—. Necesitamos hacer algo de papeleo antes de llevarse su producto.

—Bien —caminamos hasta su escritorio, me otorgo una larga lista de papeles, pero por mi prisa por volver era mucha, no me doy el lujo de leerlo completamente—. ¿Los niños que están afuera son sus hijos? —intento hacerle algo de plática, es incómodo este silencio—. Parecen muy felices.

—Todos son mis hijos —tomaba los papeles—. Puede irse, cualquier cosa que vea anormal en su muñeco puede llamarme a este número —estiro su mano dándome una tarjeta, cuando lo hizo pude apreciar el color pálido de sus manos, parecían ser frías.

—Gracias —me acompaño hasta la puerta, tomo el paquete donde venía el muñeco y a lo lejos una niña de cabellos rojos me admiraba con desprecio, como si hubiera hecho algún mal al llevarme ese "producto".

No quiero darle mucha importancia, así que tomo la caja y la subo a mi auto, cuando me dispongo a devolver el pequeño carrito el cual me había sido prestado para llevar la caja hasta mi auto me doy cuenta que la casa ha desaparecido, así como el hermoso paisaje que la rodeaba, volviendo a ser un fango asqueroso. Ahora que lo pienso, no sé qué clase de muñeco estaba hablando Helios y el cuervo, quito la sabana y al hacerlo no puedo creer lo que estoy viendo...

—¿Pandora? —al quitar la sabana, puedo admirar que es una caja de cristal con bordes de oro, lo que me dejo perplejo es ver que dentro de ella se encuentra una hermosa muñeca que se parece a ti, se parece a ti, mi amada pandora, justo cuando te conocí tenías esa misma forma de tu nariz, esas mismas pestañas, esa misma aura, la tristeza invade mi corazón—. ¿Por qué el señor Helios me pediría que te tuviera conmigo? Sí él sabe acerca de mi dolor con Pandora —un enorme malestar recorrió mi cuerpo, él sabía acerca del problema que tenía contigo, aun así, prometió no hacer comentarios al respecto, jamás espere que fuera hacer algo así de desagradable—. Lo siento, no puedes venir conmigo a casa —traeras recuerdos de ella... Además, no sé porque te hablo si ni siquiera eres capaz de entenderme, intento abrir la caja de cristal, pero al parecer esta sellada—. Bien, tú ganas, pero solo por hoy.

Me subo al auto comenzado a conducir por la carretera, es un viaje largo, me mantiene intranquilo la presencia de la muñeca en el asiento trasero del auto, pareciera como si en cualquier momento fuera a abrir los ojos. Me tomaría por sorpresa, más ahora que ya tenemos un buen tramo del camino recorrido, la lluvia comenzó a hacerse presente, como siempre he odiado los silencios abrumadores, como el que ofrece la lluvia enciendo la radio escuchando algo de música clásica, mi favorita es la ópera, aquellos tonos tan altos pero suaves, me ponen en un estado de relajación, casi olvide por completo que estaba esa muñeca atrás de mí. Cuando llegamos al hotel decido que ella se quedara en él auto, pero de cierta forma no puedo evitar sentirme culpable cuando estaba por cerrar la puerta, sus mejillas estaban rojas con anterioridad, pero ahora se encontraban pálidas. No me quedo más remedio que llevarla conmigo hasta el cuarto del hotel, al hacerlo me doy cuenta que es mal vista por la gran mayoría de los huéspedes, por lo cual el joven de la recepción me dio una manta para que pudiera taparla, ¿Sera algo malo? No lo sabré, hasta que hayamos entrado a la habitación y pueda ver que hay dentro que a todos les molesta.

Oportunidad de PorcelanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora