Capítulo 4: Dulce Temor

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Ese pequeño policía de cabellos negros, con puntas rubias y ojos color violeta, era un Manterum, pero no uno aceptado.
Los negocios de Helios no eran solo de ropa, también tenía otra clase de negocios bajo la mesa, los que más le otorgaban una ganancia extra, era el tráfico de ciertas sustancias ilegales, se podría decir que es el jefe de la mafia de roma, siendo el padrino y protector de muchos quienes quieren huir de los Yamade, quienes son una plaga total, conocidos por su extrema crueldad los cuales vienen de la mano de los Richardson, Jeison Richardson es una de las plagas más grandes de este lugar, mi jefe Helios, en muchas ocasiones ha sido víctima del descontrol de este tipo, desgraciadamente él se enamoró de la hermana de su peor enemigo, lo cual le trajo enormes consecuencias a su vida. Su esposa murió siendo violada y desoyada por ese tipo frente a su hijo Wiltshire (de tan solo 3 años en ese entonces). También él se volvería parte de la ira descontrolada de aquel hombre, siendo violado a los 14 por uno de sus hombres.

—¿Cómo crees que lo vaya a tomar tu primo Helios al darse cuenta de esto? Digo, no vienes de la mejor familia —con recelo abrazo a mi niña—. Ustedes —veo a las empleadas—. No puedo creer que su incompetencia sea tal, las dos están despedidas.

—Pero, señor.

—Nada, ustedes representan un peligro hacia nuestra clientela, están despedidas he dicho.

—Pero, señor, nosotros no sabíamos que se trataba de usted, solo.

—Le pido una disculpa —Ozuna se atravesó entre Taoru y yo, antes que la discusión fuera más allá—. Como policías nuestro deber es responder a una llamada de auxilio sin importar de quien provenga, en este caso fue de las señoritas aquí presentes que nos hicieron expresar su preocupación —reverencia levemente, aunque fuera algo que no le correspondía—. Es cierto lo que menciona, sabe, nosotros laboramos precisamente para Helios Manterum, mi compañero como Richardson nos puede decir mucho acerca de sus movimientos, por ello creímos que su muñeca era una de las niñas que fueron secuestradas, en la forma en la cual las empleadas nos explicaron como llego nos hizo ponernos alerta, una disculpa —tomaba a su compañero del hombro—. Sin más que decir nos retiramos y nuevamente le ofrezco una disculpa, también —detiene antes de salir—. ¿Despedirá a las señoritas solo por seguir las órdenes del señor Manterum? Solo piénselo.

Salieron de la tienda y me dispuse a pagar la ropa de Celeste, realmente estaba muy alterado por esa cosa que vimos hace un momento, tengo miedo de perderla eso es claro, noto como es que volteas tu vista hacia mí con una sonrisa, de inmediato, aquellos sentimientos negativos se fueron.

—Una disculpa señoritas —sonrío al bajar de mis brazos a Celeste—. Hemos pasado por un mal tropiezo, tengo que comprender las ordenes de mi jefe también —tomaba una boina dejándola en la cabeza de Celeste, pagando y saliendo de la tienda—. Que tengan un buen día.

Nuevamente me deje guiar por la emoción, pero no puedo luchar contra ese temor de perderla, apenas la tengo hace unas cuantas horas y llega ese temor a mí. Escucho tu estomago sonar.

—Amo. —jalas mi ropa.

—Vamos a desayunar.

Tomo tu mano dirigiéndonos hasta la plaza, miro hacia los alrededores y la gente no parece notar que fueras una muñeca, eso me alegra en cierta forma, pero en otra me llena de temor que pueda perderte.

—Amo —señalabas cualquier cosa con curiosidad, me sentía dichoso de poder enseñarte cada una de las maravillas que este mundo tiene para ti—. Maiala —aunque tu vocabulario será escaso, puedo entenderlo a la perfección, ¿Cuánto tiempo tardaran en crecer? ¿Cuánto tiempo de vida tienen los muñecos? No puedo volver a Debolaca para que sean resueltas esas dudas—. Bona —señalabas una trenza llena de flores.

Oportunidad de PorcelanaWhere stories live. Discover now