EL REBELDE OBEDIENTE

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Bajó las escaleras corriendo, para poder llegar a la salida debía pasar por la puerta del estudio de su padre, la cual, a esas horas de la mañana se encontraba abierta, aquello era una mala señal, significaba que el tiránico hombre estaba en la oficina, seguramente esperándolo. Se armó de valor para pasar la puerta, esperando evitar ser visto, pero no lo logró.

—Kouyou —lo llamó.

El mencionado paró en seco y cerrando los ojos con fastidio, entró al estudio. Su padre estaba sentado detrás del escritorio con mirada seria. ¿Cómo se podía estar de malas siendo tan temprano en la mañana? Se sentía tan incómodo frente a ese hombre, solo quería que hablara de una vez para poder irse a la escuela y olvidarse de su vida en esa mansión.

—Hablé con el director de tu escuela —dijo revisando unos papeles frente a él y sin mirar a su hijo.

Kouyou se puso nervioso, no le había dicho a su padre acerca de las asesorías, esperaba poder salir del problema solo y sin ningún apuro, debió de haber previsto que hablaría con el director. Solo atinó a bajar la mirada. Había aprendido a no discutir con su padre, jamás llevaba las de ganar.

—La verdad no sé que decir, otra decepción mas. No puedo creer que tus calificaciones sean tan malas que hasta el director tenga que ponerte un tutor, yo opino que debiste de buscarlo tu desde un principio, si sabes que tu cabeza no da para mas, ¿así esperas que te deje a cargo de la compañía? —Suspiró, como si de verdad le pesara lo que fuera a decir—. Es tu última oportunidad Kouyou, o subes tu calificaciones o...

—Internado —contestó el otro fastidiado.

Salió de la casa dando un portazo, odiaba a ese hombre con todas sus fuerzas. Odiaba su familia con dinero y poder, odiaba las responsabilidades que implicaban ser el hijo del gran ejecutivo que era su padre, odiaba todo respecto a esa vida de rico. Odiaba que su padre pensara que era su obligación heredar la gran compañía de la que era dueño, Kouyou no sabía que quería ser cuando fuera mayor, pero ser financiero estaba completamente descartado.

Por eso no dejaba que nadie lo intimidara, no dejaba que nadie le dijera qué hacer. Bastante ya tenía con su padre como para aguantar a los demás, nadie tenía control sobre su vida, y cuando fuera lo suficiente mayor, ni su padre tendría control sobre él.

Su mente se desvió a Yuu Shiroyama y su cuerpo se estremeció, no quería pensar que lo que había pasado le había gustado. Que sí, pero no necesitaba pensar en eso. Había resuelto que le gustaban los hombres desde que era más chico, y el tal Shiroyama le había llamado la atención desde el principio, pero le gustaba de lejos, al escuchar los rumores de Dios del sexo su gusto simplemente había permanecido como platónico. No tenía el más mínimo interés en acercarse al pelinegro, que lo chocara en el pasillo de la escuela, solo había sido una casualidad.

Terminar en el piso de su habitación, no lo había sido.

Debía admitir que vibraba de emoción al pensar en las manos del otro sobre él, la manera en la que lo había besado de esa forma tan violenta, casi haciéndole doler los labios horas después. Cuando lo había tirado de la silla, se había sentido indefenso, incluso asustado, pero tener a Yuu encima con esa sonrisa y seguridad, le había transmitido calma y ganas. Yuu podía haberle dado una orden, pero se había sentido increíblemente bien, cumplirla.

-x-

Ya era cambio de clase. ¿Cuál era la siguiente? No importaba, sería igual de aburrido para Yuu, todas las clases resultaban iguales y se estaba desesperando más en esos días, no podía esperar a acabar el año. Si eso no fuera poco, tenía que caminar de un edificio a otro para llegar a la dichosa clase. No era tan malo, le gustaba pasearse por la escuela, cruzando miradas con algunas chicas o simplemente aprovechando el descanso para fumar un cigarro.

DeliriumWhere stories live. Discover now