DECISIONES EXTREMAS

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Un año, seis meses después

Kouyou caminó por el pasillo, se apoyaba de un bastón el cual utilizaba desde hacía tres meses. Desde que había tomado posesión de la empresa su recuperación iba muy rápido, estaba decidido a no seguir siendo esa persona tan débil en quien se había convertido al irse Yuu. Odiaba el bastón pero tendría que usarlo toda su vida, era otro punto débil aunque lo prefería a la silla de ruedas. Se podía valer por si mismo, al menos en las cosas más básicas, aún no podía manejar, pues su pierna de pronto tenía ligeros espasmos que la hacían moverse involuntariamente.

Cargaba papeles en la mano izquierda, mientras utilizaba la mano derecha para sostener el bastón. Abrió la oficina principal sin vergüenza, ya era su oficina, estaba completamente instalado. No se sorprendió al ver a Sujk adentro sentado en su escritorio leyendo papeles con el ceño fruncido.

—Odio este trabajo —Kouyou suspiró acomodándose el largo fleco con un movimiento de la cabeza. Se sentó con dificultad en su silla especial—. No entiendo porque tienen que hacer juntas para todo, cada quien sabe sus funciones, a mi, ¿qué carajo me importa si el color de las sillas va a cambiar de azul a azul más fuerte? —se apretó el puente de la nariz, él era un simple escritor, no un empresario importante—. Nunca pensé que ser presidente de una compañía podía ser un trabajo tan banal —volvió a suspirar. Por fin se volteó a ver a su enfermero, quien lo veía con una mueca de burla.

—Algo habrías de hacer, mira que dejarle la mayor parte de tu trabajo a tu enfermero, y no decirle a nadie —depositó los papeles sobre el escritorio.

Kouyou sonrió, era una sonrisa tan diferente a hacía algún tiempo, estaba llena de confianza, de carisma y seguridad. Al parecer a nadie le sorprendía ver a Kouyou actuar de esas manera, a nadie excepto al mismo Sujk; cuando había conocido al escritor estaba tan deprimido, tan roto. Ahora lo veía más decidido, más tranquilo, hablaba sin parar y decía las cosas correctas. Era fácil darse cuenta porque la gente caía encantada ante él. Sería un presidente brillante, de no ser por el pequeño hecho de que odiaba todo lo referente a las finanzas.

Sujk hacía el trabajo, no porque fuera un experto, al contrario; no tenía ni la más mínima idea de lo que hacía. Sólo bastaba con decirle a Aoi que era lo que estaba pasando y él respondía con instrucciones exactas de lo que debía hacerse, por supuesto aquello nadie lo sabía. Habían sido instrucciones precisas del pelinegro: mantener el anonimato, por lo que todos tenían al enfermero en un concepto bastante alto gracias a su talento nato para los negocios. Sin embargo, en más de una ocasión estuvo a punto de ser descubierto, Yutaka no los dejaba un momento en paz, se la pasaba rondando cual ave carroñera por toda la oficina, siempre con una sonrisa de autosuficiencia, criticando todo lo que podía y burlándose de Kouyou en cada ocasión que se le presentaba.

A pesar de que Kouyou iba rápido en su recuperación, no había sido capaz de enfrentar a su primo y cada que este aparecía en la habitación el castaño oscuro enmudecía y parecía hacer hasta lo imposible por ocultar la cicatriz de su rostro. Aún se notaba muy vulnerable si se trataba de su rostro.

Akira entró en la oficina, tenía las ojeras marcadas y parecía más viejo de lo que en verdad era. El no dormir y el estrés le estaban pasando factura, aún si habían descubierto lo que estaba pasando con las acciones de la empresa, el abogado tenía que seguir fingiendo estar enamorado de Yutaka mientras mantenía una relación con Manabu, lo estaba consumiendo.

—Necesito que firmes la orden de comprar del insecticida —dijo el abogado con cansancio.

—Eso lo pudo haber traído la asistente, ¿sabes? —Kouyou estiró el brazo para recibir los papeles y tomó la pluma sobre su escritorio—. O, ¿necesitas algo mas? —hizo una mueca al leer lo que estaba firmando—. ¿Qué es un insecto fitófago? —alzó la ceja confundido.

DeliriumWhere stories live. Discover now