CONSECUENCIAS

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Gimió en su oreja, no podía moverse bien debido a que estaba esposado con las manos sobre su cabeza, juntas, unidas en un solo barrote de la cama. Los brazos debían dolerle de la posición pero, era eso lo que le provocaba que las oleadas de placer se sintieran con más intensidad. Los dos estaban desnudos y sudaban a mares, hacía demasiado calor, sin contar con lo calientes que estaban los dos en aquel momento, la piel contra la piel, pegajosos y ardientes.

—Podría hacerte tantas cosas en este momento —dijo sonriendo, mientras acariciaba las largas piernas del castaño, aferrándose a ellas como si la vida se le fuera en ello.

Kouyou sonrió—. No creo que sea justo que me tengas esposado y hagas lo que quieras —se quejó sin dejar de sonreír, moviéndose a duras penas, viéndose absolutamente irresistible debajo de él, con su cuerpo expuesto.

—Esto... —contestó jalando la cadena de las esposas provocando un movimiento brusco en los brazos del menor—. Es lo que mas te gusta, acéptalo, eres una perrita necesitada —siseó y el otro asintió—. Dilo —ordenó seriamente.

—Soy una perra necesitada —dijo cargado de excitación—. Te quiero dentro —gimió fuerte en el momento en que recibió una fuerte nalgada —. Yuu, por favor —recibió otra.

—Aquí sólo hablas cuando yo te permito que hables, dices lo que yo digo que digas y te mueves cuando yo digo. ¿Entendiste? —jaló fuertemente de su cabello.

Cerró fuertemente los ojos para soportar el dolor que la acción ocasionaba, no era un dolor insoportable, al contrario, le gustaba, lo excitaba—. Sí amo —respondió y las palabras resbalaron deliciosamente hacia el miembro ya despierto de Yuu.

El pelinegro sonrió de lado—. Tienes que entender tu lugar Kouyou, sino te castigaré y apuesto que no quieres eso —besó su cuello sin soltar el agarre de su cabello—. A mi tampoco me gusta castigarte, pero es necesario para que las putitas como tu, entiendan cual es su lugar y en este momento tu lugar es debajo de mi con mi verga adentro —abrió su trasero con mas fuerza de la debida y lo penetró sin preparación.

Los dos gimieron en ese momento, uno de alivio y el otro de una mezcla extraña entre placer y dolor. Yuu tampoco era tan salvaje y esperó un poco a que el castaño se acostumbrara a su invasión. No pasó mucho sin embargo, y comenzó a moverse dentro de él con fuerza, con necesidad. Sólo con los gemidos que Kouyou le otorgaba se sentía al máximo, no aguantaría mucho así.

—Yuu —llamó con esfuerzo—, mis muñecas duelen —logró decir entre gemidos, volteó hacia las esposas, donde estas ocasionaban ligeros raspones ensangrentados alrededor de las muñecas de Kouyou.

—Son marcas, marcas para que recuerdes de quién eres —salió de él y volvió a entrar con fuerza.

La posición era un poco incomoda para los dos. Kouyou estaba bocabajo con los brazos ligeramente torcidos y Yuu sobre de él tratando de no perder el equilibrio mientras abría el trasero del castaño para apreciar como entraba y salía de él, en un hermoso y exquisito vaivén.

Se sentía al borde pero no quería terminar, se rehusaba a hacerlo quería cogérselo para siempre. Disminuyó el ritmo, obteniendo un quejido por parte del menor, pero lo ignoró haciendo las estocadas aun mas lentas y cuando sintió que su orgasmo se había esfumado casi por completo comenzó con el estrepitoso ritmo de nuevo.

Estaba seguro que de poder ver su cara, Kouyou estaría sonrojado y sonriendo, sin embargo ahorita únicamente tenía a la vista su espalda. Esa perfecta espalda del color de la leche, suave con el tacto. Le pasó las uñas con fuerza, ocasionando grandes rasguños rojos a través de esa impecable superficie blanca. El gemido fue mas fuerte de lo que el castaño hubiera querido e incluso se contrajo más ante la acción. Yuu sintió que el mundo se movió, ni siquiera podía enfocar bien ante el placer que le había ocasionado el movimiento. Y una vez mas, arañó al menor, enterrándole las uñas para descargar un poco el placer que el otro le ocasionaba cada que contraía su entrada ante la acción. Un circulo divino de placer.

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