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-Veamos... ¿cómo empezar? –dijo el hombre mientras tocaba su ya no muy espesa barba blanca.

Mientras el hombre pensaba, se habían colocado todos a su alrededor, incluido Niall quien pese a haber insistido en querer dejar intimidad a la recién reunida familia, finalmente había cedido ante las insistencias de Aileen.

-Tu abuela y yo vivíamos aquí. Pero déjame que te explique lo increíble que era tu abuela. Nunca he amado ni amaré a alguien como la amé a ella. Era una persona buena, generosa, bella e inteligente, nunca llegué a comprender como una mujer tan espectacular accedió a casarse conmigo. Yo era un hombre que nunca había considerado siquiera el matrimonio, pero sabía que mis padres me obligarían, pues necesitaba un sucesor. Mis padres organizaban bailes y reuniones para que conociera a la que sería mi futura esposa según ellos, pero nunca nadie me interesó.

Hasta cierto día cuando volvía de cazar junto con mi padre. Fue entonces cuando la vi. Mi amada Tanya.

-Padre, deberíamos de ayudarlas.

-No, hijo. No podemos salvar a toda persona sin hogar, se las apañaran.

Frustrado, continué mi camino pasando frente a ellas, quienes con la mirada baja parecían aterradas de lo que pudiera ocurrirles, fue por ello que pocos segundos después levanté la cabeza y mirando a mi padre con un descaro que sabía que me traería problemas más adelante; desafiante, di media vuelta a mi caballo y me dirigí hacia la mujer y su preciosa hija, quien era en realidad lo que había llamado mi atención en el primer momento.

-¿Necesitan ayuda?-pregunté una vez estuve junto a ellas.

Miré a la joven a los ojos. Azules como el mar, resaltaban en su pálida cara y el anaranjado pelo que asomaba bajo su capucha que combinaba a la perfección con sus rosadas mejillas y labios color frambuesa. Parecía una diosa sacada de una antigua leyenda de las que acostumbraba a contarme mi madre.

-¡Duncan!-gritó entonces mi padre desde la lejanía.

-¿Hablan mi idioma?-pregunté yo aún abrumado por la belleza de la muchacha, haciendo caso omiso a las insistencias de mi padre.

-Sí, claro que sí. Y no nos gustaría ser una molestia para usted, parece que le buscan. –respondió ante mi sorpresa la joven.

Su voz me cautivó aún más y no podía apartar la vista de sus labios.

-No, no es ninguna molestia ayudarlas, mi padre no tiene ningún problema.

-Nos dirigíamos al puerto. Queríamos coger un barco a las Orcadas, pues allí vive mi abuela. Pero unos hombres nos han atacado y nos han quitado todo lo que llevábamos encima, lo que vienen a ser todas nuestras pertenencias. Pues pretendíamos pasar allí una larga temporada.

-¿Viajaban ustedes solas? No veo carro ninguno.

-El conductor y los bandidos estaban aliados al parecer, todo ha ocurrido muy rápido. Si pudiera dejarnos en un hostal... se lo agradeceríamos muchísimo. –dijo la mujer más mayor.

-Pero mujer, ¿cómo piensa usted pagarlo?

-Ofreceremos nuestro trabajo a cambio de una cama y comida caliente, no se preocupe por eso. –dijo la joven con una seguridad que me dejó anonadado.

-De ninguna manera.-interrumpió mi padre apareciendo detrás de mi, quien había escuchado la conversación y había decidido intervenir bajo la sorpresa de todos.- Vendrán a nuestro castillo, tenemos comida y camas de sobra, no se preocupen por eso. Mañana mismo hablaré con algunos amigos y la semana que viene tendrán un barco y protección que las lleve a las Orcadas.

CON UNA CONDICIÓNWhere stories live. Discover now