2.

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Cuando mi boca entró en contacto con la suya, Matteo soltó un gruñido apagado que me encargué de atrapar entre mis labios.

Presioné mi cuerpo contra el suyo con decisión hasta dejarlo acorralado contra la barra, le pasé la mano por la nuca y la hundí en su pelo para atraerlo todavía más hacia mí.

«Vamos, Matteo. Juguemos un poco», pensé.

Le lamí el labio inferior y soltó un jadeo de sorpresa. Sus manos se deslizaron hacia mis caderas y, por fin, respondió a mi beso. Nuestras lenguas se encontraron fugazmente, casi con timidez, y luego me aparté un poco de él.

El color que habían adoptado sus mejillas me pareció claramente más satisfactorio que unos segundos antes, cuando lo había visto tan avergonzado. Me miró con los párpados entornados y los ojos ensombrecidos. De repente, me atrajo hacia sí de nuevo y presionó los labios contra los míos con fuerza.

«Vaya.»

A continuación me puso una mano en la nuca y la otra en la espalda, con los dedos extendidos. El beso se volvió más profundo, y su lengua exploró mi boca con avidez. Desprendía una energía enorme, y por unos instantes me quitó el aliento hasta tal punto que me fallaron las rodillas.

Me fallaron las putas rodillas.

Nunca me había sucedido algo semejante.

Mis manos se aferraron a su camisa vaquera para atraerlo más hacia mí. Ya no había ni un solo milímetro de separación entre nuestros cuerpos. Le atrapé la lengua entre los labios y noté cómo el pecho le vibraba bajo las palmas de las manos. El calor que hasta entonces había sentido en el estómago se extendió también hacia regiones más bajas cuando Matteo me atrapó el labio inferior con los dientes y me lo mordisqueó.

Maldición y mil veces maldición. Pero ¿Quién habría dicho que este chico supiera besar tan bien?

En esta ocasión fue él quien se apartó. Apoyó su frente en la mía y respiró como si tuviera que recobrar el aliento.

-¿Dónde has aprendido a besar así, Matteo Balsano? -murmuré con las manos todavía sobre su pecho.

Abrió la boca para responder cuando oí una voz justo detrás de mí.

-¿Qué se supone que están haciendo?

Me volví y vi a Ámbar a un metro de mí, mirandonos con una expresión de absoluta perplejidad. Por un momento no supe qué contestar. A decir verdad, era una buena pregunta. ¿Qué estábamos haciendo, en realidad? Entonces se me ocurrió decir lo que me pareció que tenía más sentido.

-Estaba intentando mejorar su reputación.

Detrás de mí, noté cómo Matteo se tensaba al oír esas palabras.

Ámbar tenía el pelo rubio muy revuelto y sudado, y tuvo que apartarse unos mechones de la frente para seguir mirándonos con escepticismo.

-¿Volverán con nosotros a la mesa?

Asentí y permití que se colgara de mi brazo. Cuando me volví de nuevo hacia Matteo, tras haber recorrido unos metros, lo encontré con la mirada clavada en el suelo.

Pero las chicas del otro extremo de la barra habían dejado de reírse.

«•••»

El lunes por la mañana empezó como cada semana: con un smoothie grande para llevar y un paseo por el campus.

Woods Hill me parecía genial. Aunque llevaba dos años estudiando allí y nada de lo que me rodeaba suponía ya ninguna novedad, me encantaba contemplar los majestuosos árboles, los edificios con fachadas de piedra y portales altísimos y las esculturas de personajes célebres como si fuera el primer día. Siempre encontraba algún detalle nuevo, algo que hasta el momento me había pasado desapercibido. Por ejemplo, nunca me había fijado en las formas que manchaban los ladrillos del muro que había junto al edificio del instituto astronómico.

Sentir [Lutteo]Onde histórias criam vida. Descubra agora