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Si algo se me daba mejor que bien era evadir los problemas, al menos durante una noche. La clave era el alcohol y, por suerte, en aquella casa había más que suficiente. Después de vaciar dos botellas de tinto, Gastón sacó una botella de amaretto de las profundidades de su cuarto y también nos bebimos la mitad.

A esas alturas ya estaba bastante borracha. Seguramente eso explica que acabara revolviendo el armario de Matteo enfundada en una chaqueta de tweed.

El verdadero objetivo de la noche era elevar la manera de vestir de Matteo por encima del nivel friki. Cuando él mismo me lo recordó, a Gastón se le ocurrió la genial idea de que yo me probara la ropa y les hiciera una especie de pase de modelos. Si algo les parecía bien, lo dejaríamos en la pila de lo que se quedaría. Lo que no, sería ropa para donar.

No entiendo cómo pude acceder a una idea tan descabellada. Sobre todo porque en mi vida había visto un ropero más extraño que el de Matteo. Aparte de que tenía cinco millones de chaquetas de tweed, me topé también con una especie de hábito de color blanco y rojo, un arnés y unos puños de cuero y la réplica de una espada que parecía de verdad. También tenía un traje verde con... un gorro a juego. Dios.

Desconcertada, me quedé mirando aquella montaña de ropa y acabé decidiéndome por el gorro.

Salí de nuevo a la sala de estar, donde me esperaban los chicos tomando otra ronda de chupitos de amaretto. Gastón dejó el vaso en la mesita como si se hubiera propuesto dejarlo ahí clavado para siempre. Cuando levantó la mirada y me vio, primero abrió mucho los ojos y luego empezó a partirse de risa.

-¡A eso lo llamo yo tener estilo propio! -exclamó.

Levanté los brazos desde el interior de aquella chaqueta que me sobraba por todas partes.

-Matteo, tenemos que hablar sobre toda esta ropa de señor mayor. Y con urgencia -anuncié.

Él soltó un gemido y hundió la cara entre las manos.

-Y sobre los disfraces -añadí con una expresión persuasiva mientras señalaba el gorro que me había puesto en la cabeza.

Matteo entreabrió los dedos para poder verme y murmuró algo intangible.

-He encontrado una réplica de una espada en tu armario. Eso da un poco de miedo.

Bajó las manos despacio. Tenía la mirada vidriosa, lo que revelaba que el alcohol le había subido al menos tanto como a mí.

-Los disfraces no me los pongo para ir por la calle. Son para la Comic-Con. Sólo son disfraces.

Yo no tenía la menor idea de lo que me estaba contando.

-¿Qué se disfrazan?

-Cosplay -precisó Gastón- Elaboramos disfraces de nuestros personajes preferidos de juegos o películas -aclaró al ver en mi expresión de perplejidad que no comprendía nada de nada- Como el de Link, de Zelda - agregó señalando el gorro con la barbilla.

Me lo quité de la cabeza y me lo quedé mirando.

-¿Quieres decir que lo has hecho tú mismo? -pregunté asombrada.

Matteo asintió.

-Sí.

Señalé hacia su habitación con el pulgar, por encima del hombro.

-¿Y el resto de los disfraces que hay ahí colgados también? -pregunté.

Él asintió de nuevo.

Gastón soltó un resoplido y le dio unos puñetazos juguetones en el hombro.

Sentir [Lutteo]Where stories live. Discover now