15.

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Decir que Amanda y yo nos caíamos bien antes de la debacle de Cooper habría sido excesivo. Apenas habíamos intercambiado alguna palabra y la mayor parte del tiempo la habíamos dedicado a ignorarnos. Pero, desde que había visto la fotografía en mi portátil, todos los lunes se pasaba las tres horas que duraba la clase de Robyn intentando hacerme la vida imposible.

Siempre se sentaba con sus amigas en la fila que quedaba justo detrás de la mía, y comentaban todo lo que yo hacía en voz alta. Era tan descarado que tanto un chico que se sentaba a mi lado como también la propia Robyn me recomendaron que me cambiara de sitio.

Aun así, yo no estaba dispuesta a concederles esa satisfacción. Estaba muy por encima de esa actitud tan infantil.

Mientras Robyn explicaba un tema de teoría, abrí la subcarpeta «Imprescindibles» de la carpeta «Balsano, Matteo Balsano» y empecé a revisar las imágenes con calma. Estaba bastante nerviosa porque ese día pensaba mostrárselas por primera vez a Robyn y no tenía ni idea de cómo reaccionaría al cambio de tema del proyecto de final de curso. Estaba segura de que eran absolutamente correctas desde el punto de vista técnico, pero me preocupaba la posibilidad de que Robyn, igual que me ocurría a mí, no quedara satisfecha con la transformación que se percibía a partir de las fotografías.

-Mira -susurró Amanda, asegurándose de que yo la oyera. Puse los ojos en blanco. Sus amigas susurraban del mismo modo escandaloso. Era demasiado descarado -Es ese chico raro que le gusta tanto a Madison ¿verdad?

-Ah, sí -exclamó Amanda riendo en voz baja- El que lleva la palabra «virgen» grabada en la frente.

Me volví de repente y la fulminé con la mirada.

-Oh -reaccionó Amanda- Dios mío, qué miedo...

Las tres chicas empezaron a reírse con las manos frente a la boca. Apreté los dientes y me volví de nuevo hacia delante para intentar concentrarme en mis fotografías.

El tiempo que Robyn tardó en llegar hasta mi mesa después de pasar por todas las filas se me hizo eterno. Precisamente ese día había empezado por detrás, pero al menos ya había pasado por la fila de Amanda y tanto ella como sus amigas ya habían salido del aula en la que se impartía el seminario.

-A ver qué me enseñas -comentó Robyn en tono amistoso. Acercó una silla a mi mesa y se sentó con las piernas abiertas y los brazos apoyados en el respaldo.

Abrí las imágenes de la serie en el orden que pensaba incorporarlas al proyecto. Luego le pasé el portátil para que pudiera volver a repasarlas al ritmo que más le conviniera. De vez en cuando arrugaba la frente o soltaba algún gruñido. Cuando hubo terminado, me devolvió el ordenador, juntó las manos frente a los labios y se me quedó mirando.

-No te gustan -constaté con voz apagada.

Robyn cogió aire y bajó las manos antes de responder.

-No es eso. Es sólo que... -empezó a decir y, en lugar de terminar la frase, hizo una mueca y se apoyó de nuevo en el respaldo para repasar las imágenes una vez más- Son poco naturales. El modelo sabe que lo estás fotografiando, y eso se nota. No me trago que sea un chico duro sólo por el hecho de verlo en un ambiente bien elegido y vestido con una chaqueta de cuero -comentó señalando la imagen en cuestión- Mira lo tieso que está, parece realmente forzado.

Bajé la mirada hacia mis manos.

-¿Tienes alguna otra propuesta? -preguntó cerrando el fichero.

Negué con la cabeza.

-No. Quería mostrar la transformación que ha experimentado y contraponer las imágenes de «antes» y «después» para que fuera más patente el contraste.

Sentir [Lutteo]Where stories live. Discover now