16.

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Cuando el jueves por la tarde abrí la puerta y vi a Matteo, no pude evitar sonreír. Iba impecable, al menos desde mi punto de vista. Porque, sabiendo el tipo de ropa que a él le parecía estética, sólo pude acercarme a imaginar cómo debía de sentirse con aquellos vaqueros rasgados y el pelo desordenado.

—Entra. Acabo enseguida —anuncié colocándome de nuevo frente al
espejo.

—¿Ámbar ya está con Simón? —preguntó.

—Sí, se fue hace una hora —murmuré mientras me recogía el pelo en una cola alta que enseguida aflojé un poco, para que no me quedara demasiado tirante.

—Te sienta muy bien —opinó Matteo de repente.

Intenté que no se notara la sorpresa que me provocó su comentario. Unas semanas antes, Matteo habría preferido dejarse matar antes que soltar un cumplido como ése en voz alta.

—Gracias. Tú también estás muy guapo.

Él no agradeció mi cumplido. Como de costumbre, prefirió cambiar de tema enseguida.

—Poco a poco incluso me estoy acostumbrando a las novedades. Tendrías que haber visto a Ariel cuando regresé a casa el fin de semana pasado.

—¿Qué dijo? —pregunté antes de empezar a pintarme la raya del ojo izquierdo.

Del maquillaje que me había puesto por la mañana ya no quedaba casi nada. Me había pasado el día entero en el estudio, había comido en el campus y había estado diseñando las invitaciones para la boda de Riley y Morgan. Era lo único que me había pedido, por lo que decidí concentrar toda mi energía en ello hasta que el resultado me dejara completamente satisfecha.

Desde la discusión que había mantenido con mi hermana en Renton, me esforzaba en fingir que me alegraba por ella y que me gustaba escucharla hablar acerca de los preparativos. Sin embargo, el hecho de que no me hubiera preguntado si quería ser su dama de honor seguía ardiéndome por dentro. Ni siquiera sabía con toda seguridad por qué, puesto que no podía imaginarme nada peor que tener que planificar hasta el último detalle de la boda.

—Al principio no me reconoció —explicó Matteo, arrancándome de mis pensamientos—Luego soltó un chillido y me dijo que no veía el momento de contarle a su mejor amiga que su hermano mayor ahora parecía una estrella del pop.

Miró a su alrededor, era evidente que buscaba algún lugar para sentarse en mi habitación, pero todo estaba repleto de ropa, fotos y otros trastos difícilmente clasificables, porque Ámbar había estado haciendo manualidades o algo y yo me había dedicado a rehacer mi viejo porfolio.

Se quedó mirando mi cama con expresión interrogante.

—Sí, tranquilo, siéntate ahí —le indiqué entornando los ojos para comprobar que las rayas de los dos párpados hubieran quedado más o menos iguales.

Matteo apartó un montón de fotografías y se acomodó en el borde de la cama.

—¿Y cómo reaccionaron los demás? —pregunté.

—Levi no se dio cuenta de nada, mientras que Ivy se quedó bastante desconcertada. Ah, y mi abuelo me preguntó si tenía...

Se quedó callado a media frase.

Volví la mirada hacia él para ver qué le ocurría.

Matteo había cogido una de las fotografías de la pila y la estaba mirando fijamente.

Era un autorretrato que me había hecho medio desnuda. No llevaba nada en la parte de arriba, pero aparecía envolviéndome el cuerpo con los brazos, de manera que una mano me tapaba la barriga y con la otra me tocaba los labios ligeramente. Había entrelazado los brazos de tal modo que los pechos me quedaran cubiertos, pero aun así la imagen revelaba mucha piel desnuda. Y se me veían unos cuantos tatuajes, aunque en buena parte quedaban ocultos por la postura y no se leían las inscripciones que llevaba en el costado, aunque sí se distinguía algún que otro contorno.

—¿Eres tú? —preguntó Matteo con la voz algo ronca.

—Sí —respondí.

Él soltó de repente el aire que había estado conteniendo. Poco a poco, empecé a ponerme nerviosa, al ver que no decía nada y que su mirada no dejaba entrever lo que le pasaba por la cabeza. Tal vez le parecía una escena de lo más anti estética y no sabía cómo expresarlo para no herir mis sentimientos.

—No es muy nítida —murmuré para romper el silencio que se había impuesto— Y la luz tampoco incide como yo la había imaginado, pero...

—Luna—me interrumpió. Paré de hablar y me limité a observar cómo acariciaba la fotografía con un dedo, pasándolo por encima de mis hombros y recorriendo los tatuajes antes de levantar la cabeza para mirarme de nuevo—Es... es realmente preciosa.

La boca se me secó de repente, por lo que me humedecí los labios con la lengua.

—Gracias.

—¿Te importa si hecho un vistazo al porfolio?

—No, claro. Pero está casi vacío. Precisamente he empezado a rehacerlo.

Me volví de nuevo hacia el espejo y comprobé mi maquillaje una vez más.

Acto seguido, volví a dejar el lápiz de ojos en mi bolsa de cosméticos y cerré la cremallera.

—Ésta debe de ser tu hermana —constató Matteo.

Me volví. Estaba contemplando una de las fotos que había hecho de Riley y Morgan para las invitaciones de la boda. Era la que más me había gustado de todas y me la había impreso también para mí, puesto que consideré que estaría bien incluirla en el porfolio.

—Sí. Y su prometido.

—Parecen modelos posando para la portada de una revista de tatuajes — opinó con una sonrisa— La fotografía es reciente, ¿verdad?

—¿Cómo lo sabes? —pregunté.

Se encogió de hombros.

—Esas de ahí —dijo señalando la pila caótica que había sobre la cama— son de otro estilo y tienen en común un aire bastante soñador. Mientras que esta de aquí —prosiguió levantando el porfolio— parece que la haya hecho Luna Valente.

Me lo quedé mirando sorprendida. Cuando había estado descartando las imágenes del porfolio para sustituirlas por otras nuevas, había pensado exactamente lo mismo. Se reconocían con claridad las que había hecho durante el último año, cuando había encontrado mi propio estilo. Sin embargo, me pareció fascinante que Matteo lo detectara, cuando no tenía nada que ver con el mundo de la fotografía o del arte en general.

Me senté junto a él.

—La hice cuando fui a Renton para ver a Riley —expliqué.

Matteo sonrió.

—Me gusta. ¿Los planes para la boda siguen adelante sin problemas?

Me tensé de repente. No me habría importado en absoluto que hubiera seguido hablando acerca de mis fotografías, pero no me apetecía nada charlar con él sobre el tema de la boda de Riley. Ya había cometido ese error en una ocasión, en la bodega del Steakhouse durante el día de prueba que estuvo trabajando en el restaurante. No quería volver a repetir ese episodio.

—Cada vez que te hablo del tema te cierras —constató en voz baja.

Evité su mirada y me centré en la fotografía en la que Riley y Morgan aparecían mirándose a los ojos como los enamorados que eran.

—Entonces no saques el tema y ya está —repuse.

Matteo cerró el porfolio y lo dejó de nuevo encima de la cama. Acto seguido, cogió una pila de fotografías viejas y las juntó haciendo coincidir los bordes con esmero, hasta que quedaron todas enrasadas y no sobresalía ni un solo canto.

Y luego... luego levantó la mano hacia mi cara. Lo hizo al menos con la misma delicadeza con la que acababa de apilar las fotos. Me acarició la mejilla con las puntas de los dedos. 

Sin embargo, yo no estaba dispuesta a permitir que me ajustaran según el criterio de nadie.

Se le endureció la mirada y, cuando fue a abrir la boca para decir algo, me adelanté.

—¿Vamos? —sugerí.

Matteo dejó caer la mano de nuevo y asintió.

Sentir [Lutteo]Where stories live. Discover now