19.

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El sendero de acceso a la granja de la familia de Matteo era más largo que cualquiera de lo que imagine. Al menos, eso me pareció a mí. Aunque también podía ser debido a los nervios.

Estuvimos conduciendo una media hora hasta que llegamos a un sendero de cascotes que se abría entre dos gigantescos campos de maíz. El coche de Matteo era viejo y destartalado, no tenía ni aire acondicionado ni un equipo de música en condiciones, pero no me importó en absoluto. Saqué el brazo por la ventanilla y lo dejé colgando para disfrutar del viento en contacto con mis dedos.

Sin embargo, no conseguí evitar aquella sensación extraña que se había apoderado de mi estómago. Al contrario, cada vez se volvía más y más intensa, a medida que nos acercábamos a la granja. Estaba a punto de conocer a la familia de Matteo y no tenía ni idea de lo que eso implicaba. Con la excepción del padre de Ámbar, que de vez en cuando pasaba por la residencia, nunca había conocido a la familia de nadie. ¿Cómo se suponía que tenía que comportarme? ¿Qué se esperaba que dijera? ¿Y qué era mejor no decir? ¿Llevaba la ropa adecuada?

Me miré las piernas. La camisa negra que llevaba puesta sólo era unos pocos centímetros más corta de lo que habría sido adecuado, de eso sí estaba segura. Y las medias por encima de la rodilla, en combinación con las botas, no es que aportaran mucha elegancia al conjunto, que digamos. Me habría gustado pedirle a Matteo que diera media vuelta, pero justo en ese instante acabábamos de pasar por delante de un rótulo verde que nos indicó que habíamos entrado en la GRANJA DE LOS BALSANO'S.

Dios. No tenía ni la más remota idea sobre agricultura. Debería haberme informado un poco antes, leerme algún libro de la biblioteca sobre el tema o, al menos, buscar las cosas más básicas en Internet.

De repente, me volví hacia él.

—No tengo ni idea de agricultura.

Me lanzó una mirada de reojo.

—¿Y qué?

—¿Qué ocurrirá si tus padres deciden ponerse a hablar sobre, yo qué sé, la cosecha del maíz y me preguntan qué opino?

—Pues sólo tienes que responder: «El objetivo de la agricultura no es la producción de maíz, sino la optimización y la civilización del ser humano, por lo que valoro mucho vuestra profesión y el trabajo que hacen».

—Primero —empecé a decir con las cejas enarcadas— no me tomes el pelo. Y segundo..., yo jamás soltaría una frase tan... así.

Las comisuras de sus labios revelaron el asomo de una sonrisa reprimida.

—Lástima. Habría sido muy divertido.

—Sí, divertidísimo —refunfuñé volviendo la mirada de nuevo hacia fuera.

¿Y si no les caía bien? No era precisamente una de esas mujeres que pueden presentarse con orgullo. Todavía recordaba con demasiada claridad la época de la escuela, en la que las madres de mis compañeros de clase me consideraban una mala influencia para sus hijos y les prohibían que se relacionaran conmigo.

Noté cómo una presión insoportable se iba instalando en mi pecho.

¿Qué pasaría si a la familia de Matteo les parecía tan horrible que decidían mantenerme alejada de sus hijos? ¿Y si...?

—Por la cara que pones, cualquiera diría que te estoy llevando al matadero —soltó él interrumpiendo mis pensamientos.

Estaba a punto de responderle cuando, de pronto, los campos que se extendían a ambos lados del camino se terminaron y apareció una granja frente a nosotros.

Guau.

Todo era realmente... enorme.

Delante de la casa, que quedaba atravesada en una parcela de terreno, había una explanada con el pavimento de granito y un jardín en el que crecía una variedad increíble de plantas y árboles que, a pesar de que estábamos en pleno otoño, habían conservado un vistoso color verde y sólo revelaban algún punto rojizo, y amarillento.

Sentir [Lutteo]Where stories live. Discover now