CAP. 1.

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Si algún día alguien hubiera preguntado por el cambio radical en mi vida, nunca me habría creído. 

Vivir fingiendo ser alguien que realmente no eres es difícil, todos lo saben y nadie es consciente hasta que sin pensarlo, pasa, te pasa. 

Todo el mundo se sumerge en similitudes que le da la gente que dice pasar por ello pero, realmente, nadie se para a pensar que los que verdaderamente padecemos eso, jamás encontraremos la valentía para contarlo libremente. 

En ese momento, miré los ojos oscuros del hombre que me había acompañado por años en todas mis locuras. Le extendí mi mochila y coloqué bien la capucha de mi chaqueta nueva como había aprendido a hacer con el tiempo. 

-Puedo entrar yo si quieres… 

Negué rápidamente sintiendo el hambre recorrer hasta el último rincón de mi cuerpo. Estaba mal, lo sabía, pero no había marcha atrás, era eso o morir. 

-Entro yo Zayn, no te preocupes. 

-Podrías… Bueno, déjalo…

-Qué? 

Él se quedó callado. Sus delineados ojos marrones mirándome ahora con fijación y el nerviosismo saliendo por cada poro de su piel como cada vez que hacíamos eso. 

-Podrías agarrar zumo? Necesito algo de vitaminas… 

Asentí lentamente dibujando una pequeña sonrisa en mi rostro que consiguió tranquilizarlo un poco, solo un poco. 

-Yo te consigo zumo. 

Suspiré profundo y desvié mi mano hasta el pomo oscuro de la puerta. 

La campana que estaba colgada del techo sonó indicando un nuevo cliente y yo solo pude bajar un poco más la cabeza simulando mirar algo en mis manos. 

Había hecho eso más de doscientas veces. Lo necesitaba. Se había vuelto algo necesario y normal en nuestras vidas cuando para otras personas, eso nos llevaría a la cárcel y en otros años, a la mismísima guillotina. 

Pasé por la sección de zumos controlando perfectamente el tiempo que me quedaba hasta que Jon, el jefe, acabara su descanso diario de diez minutos para almorzar y su hijo, novato, se fuera al almacén, controlando también las cámaras de seguridad sabiendo exactamente en qué posición estaba cada una y con cuántos movimientos me tenía que librar de ellas. 

Agarré un zumo de naranja, el más caro, y jugué con él en mis manos agarrando también un paquete de galletas de chocolate que tenían demasiada buena pinta aunque, bueno, luego nada era igual que en dibujo del envoltorio… 

Agarré varias cosas más, todas pequeñas y manejables, cuando me encaminé a la salida de nuevo, quedándome embobado con un paquete de chicles de menta sintiendo la mirada del dependiente ahora en mí. 

-Disculpa, puedo ayudarte? 

Llevé mi vista hasta sus ojos saltones, desviando ésta después a las pecas que decoraban su cara y el acné que lo caracterizaba como el adolescente que era. 

-Hay descuento? 

-No. Lo lamento señor, el descuento terminó ayer…

-Cuándo habrá? 

-La semana que viene, tal vez. 

Asentí lentamente encogiendo mis hombros y caminando a la salida notando su mirada fija en mí. 

-Eh… Perdone señor, no ha pagado. 

Me giré lentamente dibujando una sonrisa en mi boca, guiñandole un ojo después viendo sus movimientos rápidos para llamar a su padre. 

Una orden || Larry Donde viven las historias. Descúbrelo ahora