XVII

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Helado

Ellie Hastings

_Mi cerebro mandaba órdenes, mi cuerpo no las respondía. Tenía muchísimas preguntas. Demasiadas dudas para resolver y no iba a desaprovechar si tenía de frente a quien podía contestarlas.

Me sorprendía que Arturo no decía las cosas, pero cuando las decía era muy directo. Me hubiese gustado ser así, yo, en cambio, era un manojo de nervios hasta para decir por favor. Pero claro, me refiero a cosas de sentimientos.

Arturo me observaba como si quisiera grabar mi rostro en su mente para que nunca se le olvide.

Yo solo miraba al frente, así me quedé por largo rato. Arturo comenzó a conducir en silencio.

¿Cómo era eso de que yo le gustaba hace mucho tiempo? Yo había conocido a Arturo junto con Bruno y nunca había notado ninguna intención de su parte. Bueno, de todas formas, él y yo duramos mucho sin vernos gracias a mi maravilloso ex novio.

Sé que tenía a mis respuestas con las manos en el volante, podía preguntar lo que yo quisiera, pero aún estaba mal por esa confesión.

Vi que Arturo condujo por un lugar que no era mi casa y me volví a verlo. Estaba calmado y mirando al frente, sus ojos grises sobre la carretera y sus manos al volante.

-¿A dónde vamos?- cuestioné y me sorprendí al notar mi voz enojada.

-Hablaremos- contestó calmado. ¿Cómo podía?.

Me callé y no dije más, teníamos que llegar a cualquier sitio, además iba a llover pronto. Pero todo con tal de resolver mis dudas.

Tampoco podía negar que sentí algo dentro de mí al enterarme de él y yo solos en una habitación de hotel.

Llegamos a un edificio muy grande y muy lujoso, todo estaba hecho de vidrio. Arturo se bajó del auto y yo hice lo mismo.

-Yo la abría por ti- dice con el ceño fruncido.

-Tengo dos manos, que, por cierto, funcionan muy bien- contesto y aún mi voz seguía enojada.

-Pero soy un caballero- se acerca a mí entrando las llaves del auto en su bolsillo delantero.

-¿De armadura oxidada?- pregunté refiriéndome a una novela de Robert Fisher.

El entendió la referencia porque me dió una sonrisa ladina, luego procedió a quitarse el saco, dejando que la camisa de abajo marcara sus músculos.

-No.

-Entonces no necesito que hagan esas cosas por mí. No soy una damisela en peligro- me volteé para caminar dentro del hotel.

Sentí los pasos de Beckham detrás de mí y lo esperé para entrar al ascensor juntos.

Yo seguía con mi cara de enojada. Mis brazos cruzados sobre mi pecho, se estaba empezando a sentir el frío de la tarde.

Nos detuvimos en el último piso y no pude evitar rodar los ojos. Estaba quedándose en el penthouse. No podía ser más estirado.

Arturo abrió la puerta con una tarjeta y me sentí indignada mientras más avanzaba. Por dentro era todo más bello, incluso que el edificio en general. En la sala habían unos muebles que se miraban súper cómodos con una mesita de vidrio en el medio, a mi izquierda había una escalera que según yo daba a la habitación y a mi derecha la cocina y un mini bar.

Las paredes eran blancas con azul marino, justo como era Arturo, muy elegante y refinado.

Tomé asiento en la sala sin que nadie me invitara y esperé a Arturo que servía unos tragos en el pequeño bar.

-Y bien, ¿Qué es lo que quieres saber?- preguntó acercándose a mí y entregándome un pequeño vasito con un líquido que identifiqué como whisky. Tomó asiento frente a mí.

-¿Cómo es eso de que estás enamorado de mí?, no espera, ¿cómo que desde hace mucho tiempo?- comencé con mis preguntas. Dí un sorbo de mi bebida.

Aún no me acostumbraba a sentir ese líquido tan fuerte en mi garganta pero lo dejé pasar porque esa no era mi preocupación en ese momento.

-Así es, desde que nos conocimos me gustaste, todos los días quería tenerte conmigo, de la forma que fuera, pero te quería para mí, hasta que Bruno y tú comenzaron a salir y tuve que hacerme a un lado. Se lo dije a Bruno porque él y yo no nos ocultábamos cosas y no planeaba hacer algo en contra de su relación, hasta que él me alejó- dijo y tomó de su trago, su mirada no me decía nada, pero su semblante era calmado.

-¿Porqué no me lo dijiste a mí?.

-Se te veía enamorada, y rogué todos los días para que me miraras como lo mirabas a él- confesó y no quitaba su mirada de mi cuerpo.

Mordí mi labio inferior. Estaba nerviosa pero al menos estaba descubriendo la verdad.

-En eso tienes razón- secundé sus palabras- Dios, entonces...¿Con qué motivo me trajiste aquí? ¿A qué fuiste aquella noche?- aún no entendía porqué Arturo fue allá cuando tenía prohibido ir.

-Aquella noche me llamó un número desconocido, me dijo que fuera a la casa de Bruno, al principio lo dudé pero luego fui, creía que había sido él, tal vez la persona que me escribió quería que yo viera lo mismo que tú.

-Es que tú no tenías nada que ver ahí, yo era la única que tenía que ver esa escena tan perturbadora, a mí era la única que me afectaba- dije dudosa y acabando mi bebida.

-En fin, no te puedo negar que lo que pasó, pasó de una manera extraña y me arrepiento de no haber sospechado nada, pero también me alegra que estés conmigo...en mi casa- se acercó a mí y acarició mi mejilla.

-Sobre eso, recuerda que compraré un departamento cuando me recupere, creo que ya es hora de irme- no quería romper la conexión que teníamos, pero creo que él había pasado por alto ese pequeño detalle que le envié por mensaje hacían un par de días.

Sonrió y tomó mi cara entre sus manos, acercó su boca a la mía y rozó mis labios. Yo estaba desesperada porque me besara, tengo que confesar.

Lamió mi labio inferior y, aunque fuera algo extraño, de su parte me excitó y no quería tener esas nuevas sensaciones, pero cuando introdujo su lengua en mi boca, sabía que no había marcha atrás, yo también quería eso.

Me besaba con lentitud y a la vez con una sensualidad increíble, mi ventaja era que estaba sentada, de lo contrario, me caería.

Nos separamos lentamente pero se mantuvo rozando sus labios con los míos.

-Lo siento, Ellie. Pero, desde que pisaste mi casa, no me creo capaz de dejarte ir.


La Huésped De BeckhamWhere stories live. Discover now