XXIV

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Llovizna

Ellie Hastings

_A veces nos sentimos de una manera en la que creemos que todo es un sueño, que las malas situaciones solo son una mala racha, que todo va a pasar. Sentimos que el tiempo lo cura todo y solo hay que calmarse y dejar las cosas estar. Eso es totalmente cierto, todo pasa, nada perdura, pero no podemos olvidar el miedo que sentimos en esas situaciones donde pensamos que todo se va a derrumbar, donde lo único que queda es aguantar sin miedo.

Yo me sentía así, yo sabía que todo pasaría, pero estaba sufriendo porque cada vez las cosas empeoraban, las cartas llegaba casi a diario y yo ya estaba en la cúspide de mi límite, me estaba hartando, me estaba volviendo loca, pero me lo callaba porque Arturo se preocupaba por mí y mi madre también.

Arturo contrató a un detective privado para investigar lo que había pasado en la granja de mi madre, pero las semanas pasaban y todo seguía igual, no habían noticias.

Anne había tenido una crisis de pánico cuando le tocó recibir una carta a ella. Todos pensábamos que era Bruno, Bruno era el único que nos odiaba, el único que querría vengarse.

Con Emmett no me había topado jamás, y luego me enteré de que él y Arturo ya se conocían.

Me encontraba en la sala, mi madre estaba en la cocina con Anne y Arturo en su despacho. Últimamente estaba muy frustrado y preocupado al no saber noticias sobre la persona que nos estaba amenazando.

Yo quería contarle a Beckham sobre Ryan, pero no quería preocuparlo y decidí callar, al menos hasta que se solucionaran las cosas en la mansión.

En mis manos tenía otro sobre, todos tenían un número secuencial, en mis manos tenía el número veintisiete, no lo había abierto.

Le daba muchas vueltas en mis manos, intentando buscar alguna pista, pero nada, yo cada vez estaba más convencida de que era Bruno, pero a él no lo habían investigado aún.

"Dile a tu madre que ya puede irse a sembrar. A ella no le pasará nada".

Me congelé con aquellas letras, ¿cómo sabía el emisor que mi madre estaba conmigo?, las cámaras de vigilancia no presentaban a nadie sospechoso cerca. Además, Beckham había doblado la seguridad de la mansión.

Lancé el papel lejos y ahogué un grito de frustración.

Sentí unas manos en mis hombros y levanté la mirada, Arturo me miraba preocupado.

-¿Pasó algo?- buscó con la mirada hasta que encontró el papel en el suelo. Lo levantó y lo leyó.

Podía notar que estaba enojado, lo que no me esperé fue que salió casi corriendo de la mansión, ni siquiera se llevó un auto, era peligroso que estuviera caminando por ahí afuera cuando había algún enfermo amenazándonos.

Entré a la cocina casi corriendo e interrumpí la conversación entre mi madre y Anne. Ambas fruncieron el ceño cuando vieron mi expresión.

-Arturo se ha ido, hay que buscarlo, no se ha llevado ninguno de sus autos- dije desesperada.

-¿Qué? ¿está loco?- cuestiona mi madre.

-Está enojado, acabé de abrir otro sobre- respondí un poco más calmada- pero no sé dónde buscarlo.

Podría estar corriendo peligro y yo no me perdonaría que algo le sucediera.

Anne me dijo donde podría estar y me dirigí hasta allá, tomé el primer auto que ví y salí rápidamente de la casa, al principio no encontraba la dirección pero luego la ubiqué. Miré por el espejo retrovisor y allí venía un auto negro.

Me bajé del auto y me dirigí hacia la camioneta de vidrios ahumados, el chófer bajó la ventanilla y me observó.

-Mathew, quiero que me esperen aquí, esto es una iglesia y no es necesario que entren conmigo- avisé a los hombres de Arturo y ellos obedecieron pero se mantuvieron alerta para cualquier situación.

Entré al gran lugar y no habían personas, solo alcancé a ver al sacerdote de rodillas hacia la cruz donde estaba Jesús crucificado.

No veía a Beckham por ningún rincón de la gran iglesia y eso me asustó en sobremanera, aún así seguí avanzando.

Esperé a que el señor terminara sentada en un banco, yo no oraba, yo no hacía esas cosas, yo había perdido la fé hace mucho. Pero en ese momento, que sentí que todo estaba bien, que sentí que todo tenía su tiempo y que debía esperar, en ese momento incliné mi cabeza y comencé a hablar con Dios.

Sentí como alguien tocó mi hombro y levanté mi cabeza de inmediato, el sacerdote estaba parado con una sonrisa, no entendía el motivo pero decidí sonreír también.

-¿Tú eres Ellie?- cuestionó y fruncí el ceño. ¿Cómo sabía el cuál era mi nombre?- no te asustes, Yo soy el padre Benjamín. Sé tu nombre porque, cada vez que Arturo viene, me habla de ti.

Me sonrojé ante aquella confesión y bajé la mirada, luego recordé a lo que iba y le dediqué mi vista al padre Benjamín.

-Realmente por él vengo, ¿lo ha visto hoy?- me estaba desesperando.

-Arturo estaba aquí hace apenas unos minutos, estaba enojado, me contó la situación en la que están, pero luego se fue-dijo y dejó su biblia en uno de los bancos.

-¿Sabe a dónde se dirigió después?- volví a cuestionar.

Benjamín negó con la cabeza y se sentó a mi lado.

-Ellie, quiero que sepas algo, pero no quiero que te asustes- se colocó serio.

No valió que me dijera que no me asustara, ya yo estaba que explotaba de los nervios.

-... Arturo no es una persona normal, Arturo tiene una doble personalidad dentro de sí. Cuida de que no te haga nada, ahora mismo no está en sus cabales- aquello me tomó por sorpresa en lo absoluto.

¿Arturo tenía una doble personalidad, ¿cómo era eso?,¿a qué se refería el padre con lo de "hacerme daño"?.

Yo no podía creer aquello, pero no me quedé allí para averiguarlo. Eso era una tontería, Arturo no tenía ese problema, al menos eso yo quería creer.

Salí rápidamente de la iglesia y me dirigí al auto, los hombres de Beckham me siguieron y cuando llegamos, entré rápidamente a la casa.

Todo estaba en silencio, no había ruido, mi madre no estaba en la cocina, solo Anne leyendo una revista de chismes.

Subí las escaleras y llegué a la habitación de Arturo, estaba asustada, muy asustada. ¿Y si era verdad eso?, yo no creía aquello.

Abrí la puerta lentamente y divisé a Beckham saliendo del baño. Me observó y caminó hacia mí, no tenía rastro de enojo en su rostro y eso me preocupó.

Se acercó a mí y me dió un beso en el cuello- ¿dónde estabas?- preguntó y luego besó mi mejilla.

-Te fui a buscar a la iglesia.

-Mm, no debiste. Te pudo pasar algo, amorcito- sonreí ante ese nuevo apodo y lo tomé del cuello.

Arturo apretó mi trasero y reí. Ambos nos quitamos todas las prendas que teníamos, quedando expuesto el uno con el otro, podía sentir su dureza contra mis piernas hasta que estuvo dentro de mí.

Me sorprendió la manera en la que me hizo el amor ese día, fue muy duro, muy salvaje, muy intenso. Pero me gustó.

Todo lo que era de Arturo me gustaba, aunque su forma de hacerme el amor no era la misma.

Y ahí me percaté de algo muy importante, sí había alguien más dentro de él.


La Huésped De BeckhamWhere stories live. Discover now