XXVI

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Viento

Ellie Hastings

_Creí que todo iría bien, creí que nada sería como cuando estaba con Bruno. Fallé, fallé, fallé y fallé mil veces pensando que mi vida estaría bien y, ¿quién no lo pensaría?, ¿quién no con alguien que me hacía temblar?, ¿quién no con alguien de quién me llegué a enamorar profundamente?, ¿quién no con un hombre demasiado lindo de cabello negro y ojos grises?, ¿quién no de Arturo Beckham?.

Y sí, yo estaba enamorada, profunda y terriblemente enamorada de Beckham, el hombre que me había salvado de un demonio, pero que después, me enseñó que él era el diablo.

Los días pasaron, lo sé porque en la habitación de Arturo, a través de la ventana, se podía ver el atardecer y el amanecer.

Ya era de día cuando desperté, había pasado más o menos una semana en la cual yo me la había pasado encerrada en la habitación de Arturo.

No había salida. La ventana estaba trancada y la puerta también, además, Arturo no había dejado nada con lo que golpear la ventana.

Solo estaba la cama y el sillón, después ya no había nada más, digo, también estaban mis lágrimas.

Había planeado un movimiento para escapar, pero no sabía si funcionaría. Así que, cuando Arturo llegó para darme de comer, yo ya tenía todo preparado.

Entró calmado y seguro, como siempre. Yo, aunque lo amaba, no podía verlo de la misma manera. Yo solo pensaba en salir de allí, a cuesta de lo que fuera.

Yo estaba sentada en el sofá, mirando sus movimientos.

Tenía que hacer algo rápidamente, Arturo no entraba hasta la noche y debía aprovechar el momento.

-Arturo- lo llamé. Estaba terriblemente nerviosa- amor, ven aquí- se sentía raro llamarlo así, solo por el hecho de que él sí era mi amor y yo quería que siguiera así para siempre. Pero, de una manera insólita, mi vida había dado un giro de 180 grados.

-Ellie, cariño- dejó la comida en la cama y se sentó a mi lado- amor, ¿qué quieres?- cuestionó rozando mis labios.

Acarició mi mejilla derecha y me fue difícil contener el mal sabor que sentía, su toque no me causaba más que miedo. Durante esa semana me la pasé ingeniando un plan para salir, me la pasé maldiciéndolo por hacerme lo que me estaba haciendo. Ese no era el Arturo que a mí me gustaba, definitivamente no.

-Te quiero a ti- ¿a quién engaño?. Seguía sintiendo todo por él, pero ya no era lo mismo. Nada podría hacerme olvidar la situación que estaba atravesando.

Sonrió y luego besó mis labios apasionante. En ese momento tenía una duda, es decir, yo seguía amándolo, los sentimientos no desaparecieron en una semana. El problema era que cuando me tocaba, cuando me acariciaba, no me hacía desfallecer. Estaba hecha un mar de dudas.

Besó mis labios y seguí sus besos, tenía que hacerlo, tenía que salir de allí.

Me subí a horcajadas encima de él y comencé a moverme. Besé su cuello y acaricié su cabello, él ya estaba en su punto de excitación más alto.

Comencé a quitarle la camisa hasta sacarla por completo, pasé mis manos por su espalda, luego por su espalda baja. Pero con lo que no me esperaba era con que tuviera un arma.

Oh, oh. Ese no era parte del plan.

Debía abortar con la misión, estaba muy asustada. No sabía qué hacer para ese momento, el hecho de que Beckham tenía un arma cambiaba todo.

Con todos los nervios en mi sistema, quité rápidamente el arma de su cintura, me levanté de sus piernas y me coloqué frente a él, apuntándolo. Vamos, no podía ser tan difícil, Bruno tenía una.

Cargué el arma, pero no sabía disparar. Así que intenté hacer algo a mi alcance, intentar asustarlo.

Yo no iba a disparar de todas maneras, yo no podía matar a Arturo Beckham. Él levantó sus manos, pero sonreía como un psicópata. Justo como lo que era.

-No tiene balas, amor- dijo aún sonriendo. Apreté la mandíbula. Lentamente me acerqué a la puerta.

Arturo se estaba partiendo de la risa ante mi situación y yo no quería hacer notar que tenía miedo.

Abrí la puerta rápidamente y la tranqué detrás de mí. Llegué hasta la puerta principal e intenté abrirla, pero tenía seguro con llaves. Lo más probable era que Arturo las tenía. Yo no iba a buscarlas.

Intenté con la puerta del patio y esa sí abrió. Empecé a correr para rodear la mansión y salir por el portón principal.

Sentí que venían corriendo detrás de mí, pero lo que hice fue aumentar la velocidad.

Estaba llegando, podía salir. Solo me faltaba un poco. Pero el perro que venía detrás de mí me mordió la pantorrilla derecha. Dolía demasiado, el perro era muy grande y completamente negro. Lucía como un perro callejero y en su cabeza tenía muchas cicatrices. Ese animal causaba terror.

No me mordió tan fuerte como para arrancarme la piel, pero dolía. El perro siguió ladrándome, pero sin tocarme.

Yo estaba tirada cerca de la puerta principal en el jardín, pero no quería levantarme. Si lo hacía, moriría despellejada por un perro.

Solo levanté, lentamente, la parte de arriba de mi cuerpo hasta que pude ver la mordida.

No estaba profunda, solo estaba como si me hubiese rasguñado, pero ardía bastante. Solo esperaba no tener rabia.

El perro desapareció de mi vista y yo me levanté del suelo, tomé el arma que también estaba cerca y me recosté de la pared más cercana.

Sentí pasos a mi lado y vi que era Arturo. Ah, claro, tenía llaves de todo.

Se acercó a mí sonriendo. Yo aún estaba respirando dificultuosamente. Lancé el arma a sus pies. Yo había perdido.

Recogió el arma de sus pies y sonrió- si está cargada- dijo y rabia se apoderó de mí y no era por la mordida del animal.

Siempre estuvo cargada y yo le creí a Arturo, qué estúpida.

¿Cómo no lo pensé antes?.

Arturo, amenázandome con su arma, me llevó dentro de la casa nuevamente.

La próxima vez el plan debería ser efectivo.

Allá dentro hizo conmigo lo que quiso y yo no me resistí, me tomó como una bestia. No me resistí, tal vez, muy en el fondo, quería sentir el fuego del diablo por última vez.

La Huésped De BeckhamWhere stories live. Discover now