XIX

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Gélido

Ellie Hastings

_Los días habían pasado y con ellos se había ido mi estadía en Portland, había disfrutado mucho con mi madre y con Joseph, quien no dejaba de molestarme con Arturo. Mi mamá igual pero yo la hacía sonrojar con el señor Johnson, quien parecía muy enamorado de ella y yo aprobaba su relación.

Para ese tiempo ya yo me había quitado el collar ortopédico y estaba completamente sana.

Sobre Arturo no sabía nada, fui a buscarlo a la iglesia más cercana, pero ya no estaba ahí, se había marchado a Seattle y lo peor es que no contestaba a mis mensajes ni a mis llamadas.

Yo me sentía mal, ni siquiera debí hacerle caso a Bruno, cuando yo sabía perfectamente que él solo quería molestarme. Solo esperaba que él no fuera un problema en mi futuro.

Conduje hasta la mansión Beckham y mis nervios estaban a flor de piel, tenía tanto sin verle y lo extrañaba, sentía que entre nosotros, cuando estábamos cerca, había algo inexplicable.

Me detuve en la entrada y el portón se abrió, dejándome ver a los guardias de seguridad quienes me hicieron una seña de que entrara.

Me estacioné al lado del auto de Arturo y tomé una respiración profunda. La puerta principal no estaba con llave así que pasé.

En la sala de estar no había un alma, todo estaba en silencio, pero en la cocina se escuchaba un silbido. Me dirigí hacia allá.

Anne estaba de espaldas lavando losas y silbando la melodía de una canción que yo conocía muy bien. Mi padre la cantaba todo el tiempo.

No pude evitar sentir un poco de nostalgia, me recosté en el marco de la puerta, fijé mi vista en la señora de avanzada edad que se encontraba de espaldas a mí.

Pensé en Eleonor, su hija. Tenía muchísimas ganas de declarar contra ella y sé que Anne estaría de acuerdo, triste, sí, al fin y al cabo era su hija.

No sé cómo pudo atentar contra mí para algo que no le daría un buen beneficio, lo único que causaría sería la tristeza de su madre, pero ella lo hizo, sin pensar las consecuencias.

Toqué mis sienes con las yemas de mis dedos, solía hacerlo cuando me dolía la cabeza o cuando estaba estresada.

Carraspeé para que ella me escuchara e inmediatamente se volteó hacia mí.

-Ellie- me habló con ternura y luego me dió un gran abrazo.

-¿Cómo está todo?- era un poco tonto preguntar todo sabiendo que su hija estaba a punto de ir a la cárcel.

Ella me observó y se quitó un mechón rojizo de su cara.

-Ahí vamos, cariño- me dice pero yo sabía que no estaba bien.

-Lo siento tanto, Anne- esta vez yo la estreché en un abrazo.

-Tu no tienes la culpa, solo encárgate de hacer lo correcto, yo estaré bien- soltó unas lágrimas.

No pude evitar sentir pena por ella, era muy difícil su situación.

Después de que Anne se calmara, decidí tomarme un poco de café con ella hablando sobre mi estadía en Portland con mi madre.

-¿Dónde está Arturo?- cuestioné después de haber terminado mi taza de café.

Ella sonrió y se levantó para lavar mi taza, me iba a negar, pero ella fue más rápida.

-Está en su despacho, no ha querido salir de ahí desde que llegó- me dice y oigo su risa.

Secándose las manos de acerca a mí y me mira fijamente- te extraña, aunque no lo diga, te extraña-me susurra como si fuera un secreto.

Sonrió y sentí pena el estar hablando esas cosas con ella. No sabía qué decir.

-Ve y habla con él. Creo que tienen cosas que arreglar- me da una sonrisa alentadora y señala el despacho con su cabeza.

Agradecí a Anne y me dirigí hacia el despacho de Arturo. Me sentía emocionada por verlo, ansiosa y nerviosa.

Toqué dos veces y oí su profunda voz pronunciando un adelante. Abrí sigilosamente y lo visualicé con la vista en los papeles.

-Anne, si vuelves a traerme el teléfono, diciendo que es Ellie, no me lo pases- habló con la vista en unos papeles.

Me dolió que haya dicho eso pero estaba en todo su derecho. No le presté atención y cerré la puerta detrás de mí.

-¿Y si vengo en persona? ¿Me atendería señor Beckham?- pregunté con una media sonrisa.

Sus ojos grises fueron hacia mí de inmediato, analizándome. Yo me quedé ahí parada, aún nerviosa, pero luciendo lo más casual posible.

-En ese caso, acérquese, señorita Hastings- cruza sus brazos por encima del escritorio y no abandona la postura seria.

Hago lo que me pide y me acerco hacia él, me siento frente a él y cruzo mis piernas. Sigue analizándome y yo me pongo más nerviosa aún.

Ansiosa, me muerdo el labio inferior y bajo la mirada, comienzo a quitar una pelusa inexistente de mi bolso.

No lo vi cuando se colocó frente a mí para luego colocar sus manos en los antebrazos de la silla.

Llevaba unos pantalones grises deportivos y una camisa blanca casual. Demasiado sexy para lo que la vista humana podía aguantar.

-¿Porqué no dices nada?- logro preguntar.

Sonríe de lado y se acerca más.

-Tal vez porque estoy enojado contigo, pero me gustas tanto que es imposible no querer sentirte cerca después de haberte tenido tan lejos- sus palabras me hacen delirar y, cuando pensé que me besaría, me da un beso en la frente y se aleja.

Me enojé con ese beso y lo halé de su camisa y lo atraje hasta mí, en un beso donde nos expresabámos lo mucho que nos extrañamos.

De repente, salí de mi burbuja al sentir que alguien abrió la puerta de golpe.

-Arturo- llamó su cuñada parada en la puerta y con una cara de pocos amigos- Aarón y Sammy han despertado.

La Huésped De BeckhamDove le storie prendono vita. Scoprilo ora