XXVII

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Chubascos

Ellie Hastings

_La vida me estaba devolviendo al principio de mi relación; abusos, engaños, maltratos físicos y verbales. Todo, absolutamente todo se estaba repitiendo, pero con un villano distinto. Creí que mi vida había girado 180 grados, pero no, todo seguía en 360.

El sol se estaba escondiendo, yo me estaba desvaneciendo junto con él. Pronto sería el fin de mi miseria, de mi desgracia. Podía salir si colocaba cada paso en su lugar. Si lograba hacer las cosas bien, podía ser libre y buscar a mi madre.

Solo rogaba para que ese asesino no le hiciera nada. ¿Acaso Arturo tenía alguna relación con el responsable de las amenazas?. Si era así no me quería enterar, ya era suficiente con saber que tenía un desorden de personalidad.

Me senté en la cama y me coloqué el cobertor por encima de los hombros, escondí el artefacto detrás de mi espalda, esperando el momento.

Pero Arturo no llegaba. Se estaba tardando mucho. En el fondo debía utilizar bien ese tiempo para planear bien mi jugada.

Yo estaba nerviosa, las manos me temblaban. Qué manos ni que nada, yo estaba temblando completamente.

No quería hacerlo, pero tenía que hacerlo.

Debí quedarme en Portland con mi madre y no ver a nadie. El problema es que nunca sospeché nada, Arturo era todo un caballero y yo no podía ver sus defectos, no porque actuara muy bien, no; era que para mí no tenía.

Agarré fuertemente el utensilio en mi mano derecha cuando la manilla de la puerta fue girada desde el otro lado. Miré al suelo para discimular mi miedo.

Arturo estaba vestido de traje, un traje que me recordó la primera vez que lo ví. Podía tener un Dios y un diablo dentro, pero era terriblemente atractivo.

Sus ojos me analizaron lentamente, se acercó y se puso de cuclillas frente a mí. Colocó sus manos en mis piernas y las acarició.

Escondí el tenedor en la orilla de mi shorts. No era momento para usarlo.

-Ellie...vamos arriba- dijo y me dió un corto beso en lo labios.

Tal vez no volvería a tocar sus labios más.

-¿A qué?- cuestioné. Arturo solo me llevaba a su habitación para hacerme suya. No debía dejar que pasara aquello, si se decidía a tocarme, descubriría el objeto que tenía en el pantalón.

-Tengo algo preparado para ti, amor- dijo y sonrió dulcemente. Ese gesto logró hacerme un nudo en la garganta. Era difícil mi situación.

-Está bien. Vayamos- con mi mano izquierda acaricié su cara y con mi mano derecha saqué el tenedor de mi pantalón.

Me quité el edredón, dejando que tapara el objeto.

Beckham se levantó conmigo y ambos nos dirigimos a la puerta.

-Antes de irnos me gustaría preguntarte algo- le dije con miedo.

Arturo frunció el ceño pero no dijo una palabra y tomó asiento en el sofá. Me hizo señas para sentarme en sus piernas y así lo hice.

Quería disfrutar hasta el último momento con él. Llámenme masoquista, pero lo nuestro fue lo más lindo que pude tener algún día.

-Cuéntame- me dió un beso en la frente.

-¿Dónde están tus padres?- él nunca los había mencionado y bueno, yo tampoco había cuestionado sobre ellos.

Se tensó y luego sonrió- Mis padres. Ya no tengo padres. Mi madre se fue cuando Aarón y yo nacimos y no sé de ella. Y mi padre, mi padre se hizo cargo de nosotros pero luego enfermó y me dejó la empresa después de morir. Desde entonces, solo somos Aarón y yo a cargo de todo- me sorprendió que me lo dijera sin tapujos- te hubiera encantado conocer a mi padre- sonrió.

-¿Porqué no me sacas de aquí?- le pregunté y acaricié su cara.

-Porque no quiero perderte, quiero que seas mía para siempre- me besó y yo le correspondí. Estaba a punto de llorar.

Me separé de él y lo abracé- independiente de todo, soy tuya para siempre- dije y acaricié su nuca.

-Vayamos arriba- me levanté de sus piernas. Ambos salimos de la pequeña habitación y subimos a la de él.

Yo iba delante, sin saber lo que me esperaba. Pero ya no me importaba nada.

Beckham colocó un pañuelo en mis ojos para que no mirara y me asusté. Hubiera preferido mil veces que fuera un sadomasoquista y no un psicópata con trastorno de personalidad.

Pero, cuando entramos y Beckham retiró la venda de mis ojos, muchas lágrimas se quedaron en mis ojos y luego las dejé caer por mis mejillas.

En la cama había un gran oso de peluche, todo estaba decorado con velas y flores de lavanda. Al menos había recordado que eran mis favoritas.

Besó mi cuello y luego se puso al frente de mí, limpió mis lágrimas y me besó. Yo puse mis manos alrededor de su cuello y lo atraje hacia mí para corresponderle con ganas, si algo pasaba lo menos que quería era olvidar cómo se sentía sus labios sobre los míos, como se sentía cuando me tocaba o el escalofrío que sentía cuando comenzaba a quitarme la ropa.

-Voy a follarte tan fuerte que no podrás levantarte por una semana- me levantó y me lanzó encima de la cama para luego posicionarse encima de mí y besarme ferozmente.

Yo no quería que nuestra última vez fuera a lo bestia así que lo separé de mí.

-Por favor, quiero que me hagas el amor, no que me folles- dije y sonrió

-Ellie, mi vida. Las cosas son como yo las quiera- yo asentí, no quería que me golpeara.

Aún así, intenté acoplarme a su velocidad y a su manera de amar.

Lo abracé fuertemente y rasguñé su espalda cuando entró fuertemente en mí. Besé sus labios e intenté quedarme con el sabor de ellos.

No quería acabar al diablo sin quedarme con su esencia.

La Huésped De BeckhamWhere stories live. Discover now