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Era el verano de 1839 cuando todo se llevó a cabo en Mantún, un pequeño pueblo de dos calles con apenas dos mil habitantes, la mayoría de ellos agricultores. Rodeando aquel pueblo pasaba un hermoso río cristalino, múltiples árboles le daban sombra al hermoso arrollo y un pequeño caminito de piedras daba a la carretera de tierra que dirigía al pueblo.

Park Jimin, era un lúcido muchacho de 17 años de edad, apuesto con buenos modales y de buenas costumbres, criado en una familia pequeña dedicada a la cosecha de café, con un estilo de vida no muy escandaloso, al contrario, los Park residían en una pequeña casa a la entrada del pueblo, alargada de muchas puertas, con un solar inmenso donde el sol bañaba la tierra firme que cubría el desnivelado suelo.

Jimin, era reconocido como un buen muchacho de casa, con excelentes notas en el colegio y fiel creyente de la palabra de Dios, cada domingo a las 8 de la mañana se le veía bien arreglado con corbata ajustada a su camisa blanca y su chaqueta negra elegante, bien complementada con un pantalón de mezclilla y zapatos de cuero negro, su cabello rubio siempre peinado de lado y su mirada apacible sin mucho que reflejar. Era esa imagen la que lo hacía ser un joven deseado entre las muchachas de Mantún, en varias ocasiones recibió cartas de amor provenientes de las más lindas jóvenes del pueblo, pero no era allí donde Park Jimin encontraba la verdadera pasión del deseo y el amor. Lo encontraba con total éxito en la danza contemporánea, donde se desenvolvía de una manera casi mágica, donde las penas y la monotonía no eran más que palabras vacías que resbalaban por el impermeable suave de su acaramelada y tersa piel, Jimin y la música eran uno solo cuando se fusionan en el viejo anfiteatro de piedra abandonado a las afueras del pueblo. Nadie nunca iba a ese lugar, así que era el sitio perfecto para ir con su pequeño tocadiscos.

Era curioso ver la buena reputación que se cargaba aquel delgado chico de sonrisa amable, más aún teniendo conocimiento de lo que aquel mismo adolescente se traía detrás de esa sólida mascara de buenas costumbres.

Su verdadera esencia había salido de su ser en una mañana de octubre algunos meses antes de cumplir 16 años. Había escuchado sobre un chico un par de años mayor que él, alto, moreno, de cabello castaño oscuro y voz gruesa. Las jóvenes de su colegio contaban que sería transferido a su mismo colegio puesto que venía de un pueblo cercano a Mantún, decían que podría él quizás igualar a misma belleza que Park Jimin tenía, sin embargo, no podían decidirse de a cuál de los dos podrían pretender.

A Park Jimin en cierto modo le hacía gracia aquellos comentarios de pasillos, ya que ignoraba por completo la atención case desesperada que le brindaban la mayoría de las jóvenes de su instituto, sin embargo, le causaba intriga cual fuera que fuera la apariencia de aquel joven.

- ¡Silencio! - Sentenció la estricta maestra de avanzada edad que dirigía aquella clase de casi 29 alumnos los cuales callaron al instante – Esta mañana tenemos un nuevo alumno... - Observó la puerta de madera del aula en la que en menos de un par de segundos apareció la bien formada figura de un chico de larga estatura y mirada seria – Él es Kim Taehyung, viene de Sempol... Denle la bienvenida.

- ¡Bienvenido! – Dijeron todos al unísono, todos menos uno.

Park Jimin desde el ultimo asiento del lado izquierdo del aula observaba a detalle cada espacio del rostro de Kim Taehyung, parecía ser un chico arrogante y poco amable a la vista del rubio, sin embargo, unos meses más tarde, había ingresado al baño de hombres con el propósito de ocupar el urinario cuando escuchó un suave jadeo proveniente de uno de los cubículos.

Half Moon~ YMWhere stories live. Discover now