XII

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Aquel día, pasó como en un abrir y cerrar de ojos. Park Jimin esperaba ansioso la hora de su salida, moría por ir al viejo anfiteatro y estrenar aquellos bellos regalos.

Cuando la campana de la salida se hizo escuchar en los pasillos del colegio, el rubio se puso rápidamente de pie y corrió a la salida, era una tarde nublada, parecía que pronto llovería, pero eso no le importaba, así que corrió hasta llegar a la iglesia, donde como siempre, aligeró el paso al ver al padre Min en la plaza con su libro de poesía, el cual, había sido devuelto por el rubio en aquella mañana antes de salir de la iglesia.

Una vez más la oscura mirada de Min Yoongi se paseaba por cada rincón de aquel cuerpo que desfilaba para él en aquella nublada tarde, ambos con aquellas sonrisas de coqueteo y anhelo se dejaron llevar por aquellos segundos mágicos, en los que Park Jimin se sonrojó al señalarle con la mirada el paquete entre sus brazos, el padre Min acentuó mucho más su sonrisa cuando con disimulo le digo un ''Te quiero'' mudo, el cual Park Jimin pudo leer en sus finos labios.

El menor mordía sus labios intentando reprimir el sonrojo que envolvía su rostro cuando entendía el mensaje de aquellos labios que eran su condenada perdición.

Luego de aquellos segundos, continuó su camino al viejo anfiteatro, donde al llegar no pudo esperar más para deshacerse de su uniforme, quedando solo en la camisa blanca y sus pantalones de gabardina remangados hasta las canillas.

Con cuidado, se sentó en el suelo y tomó aquellas zapatillas, se las puso correctamente amarrando con una muy bien hecha corbata y se puso de pie sin dejar de mirarlas con una sonrisa y sus mejillas hechas un par de fresas silvestres.

- Perfectas...- Susurró para sí mismo balanceándose un poco sintiéndose sobre las nubes por aquella comodidad, ahora podía bailar mucho mejor, ya no tendría que lidiar con heridas por el suelo o astillas enterradas en sus talones.

Caminó hacia sus libros y sacó de la envoltura de papel el disco de acetato, con su sonrisa, respiró profundamente cuando con delicadeza lo puso en su tocadiscos. Muy pocos segundos pasaron, cuando aquella melodía comenzó a esparcirse en toda la edificación.

Una felicidad nueva recorrió su cuerpo, cuando cada nota de aquel dulce sonido le recordaba a su amante de diamantes, aquel hombre, divino y puro, que había sido un ángel para él, aquel de hermosa piel blanca y manos de seda, aquel hombre del camino, con su boina y camisa blanca, aquel que había llegado en una tarde soleada brillando mucho más que el sol al iluminar aquel pueblo aburrido.

Con aquella imagen y su sonrisa hecha todo un desastre, comenzó a dejarse llevar por la música, nuevamente su cuerpo reaccionaba y bailaba con devoción y anhelo, con aquella pasión que solo el baile y Min Yoongi eran capaces de hacer florecer.

Esa tarde, Park Jimin entendió el verdadero significado del amor, aquel amor que sientes por otra persona lejana a tu núcleo familiar, aquel amor que te hace sentir mariposas estomacales que toman las riendas de tu vida en cuanto está junto a él, aquel que te hace sentir la valentía de olvidar todo lo que te rodea por hacer realidad lo que deseas, por él, por su sonrisa y su tacto.

- ¿Así es amar? – Se preguntó con un jadeo cuando con delicadeza bailaba, y una suave carcajada escapó de su garganta cuando todo a su alrededor parecía decirle que sí, que así era amar, que se trataba de amor cada vez que su corazón daba un brinco con solo recordarle, cada ilusión que nacía al imaginar poder verlo aunque sea por casualidad, el temer perderle, el miedo a que los demás supieran de lo que sentían y ser apartados el uno del otro, la seguridad de saber que si eso llegase a ocurrir, no lo pensaría dos veces y escaparía junto a él, hasta el final del mundo si así fuera necesario – Lo amo... - Volvió a decir en un jadeo – Lo amo Min Yoongi... Te amo...







Half Moon~ YMWhere stories live. Discover now