II

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Jimin tenía 14 años cuando descubrió su amor por la danza contemporánea, aunque su familia no lo aceptase igual practicaba cada que tenía tiempo, en una mañana había ido a bailar al viejo anfiteatro, notando que nadie nunca se acercaba a él, le pareció un lugar agradable y privado para hacer lo que más amaba, había invadido el espacioso lugar limpiando la hierba mala que había crecido en su entrada y barriendo las hojas secas y tierra esparcida del lugar, también, había acondicionado el pequeño camerino que había en aquel lugar, en las paredes pegó múltiples fotografías instantáneas que había sacado en su más reciente viaje a la ciudad, había colgado partituras de canciones que encontró en varios libros de música que le habían encantado, además, había escrito a lo largo de sus tres años en la danza, distintos poemas dedicados a aquella que lo hacía tan feliz.

Una de sus maestras en el colegio le había obsequiado ese mismo día en la mañana un disco de acetato en la ocasión de felicitarlo por las excelentes notas que había tenido y a su vez por el hermoso talento que desempeñaba como bailarín, aunque eso no fuera muy bien visto en Mancún.

Con una sonrisa en su rostro corrió hacia el viejo anfiteatro ignorando a Taehyung quien lo había esperado a un par de cuadras del colegio, este, sin embargo, no hizo nada al respecto, pensó que Jimin – Como en varias ocasiones lo había hecho – simplemente desaparecería para hacer quien sabe qué.

No podía mentir Kim Taehyung al decir que en aquellos dos años no había desarrollado sentimientos hacia Park Jimin que iban más allá de lo sexual, pero tampoco podría decirlo en voz alta y mucho menos a Jimin cuando él mismo fue quien le advirtió al menor no enamorarse de él ya que para el pueblo en general sería una abominación y los quemarían vivos. Jimin parecía ser muy obediente en cuanto a aquella regla, ya que cada vez que tenían sexo en el estanque, era Park Jimin quien sin mediar palabras o si quiera despedirse, se vestía y se iba.

Así que, por aquello, Kim Taehyung mantenía en secreto aquellos sentimientos de rabia que florecían cada vez que Park Jimin ignoraba su presencia y mucho más cuando solo parecía llegar para recibir su dosis de placer y retirarse.

Al llegar al anfiteatro, Jimin, con mucho cuidado puso el disco en su preciado aparato y lo encendió llenando el lugar de aquella melodía exquisita que había invadido en cuestión de segundos toda el aura del rubio. Esbozó una sonrisa y se puso de pie, se deshizo de sus botas de cuero y estiro su cabeza de lado a lado. La música comenzó lenta, casi parecían ser solo dos instrumentos, quizás una guitarra acústica acompañada de un bombo pero mientras pasaban los segundos se iban incorporando más instrumentos creando una melodía de quizás blues, Jimin no lo sabía pero su cuerpo comenzaba a reaccionar casi como por naturaleza ante el sonido que lo llevaba como si flotara, sus manos eran ondas y sus pies unos barquitos de papel que navegaban por el inmenso océano. sus caderas se balanceaban suavemente formando, junto al resto del cuerpo, una increíble pieza de arte.

El jovencito rubio, con su camisa holgada blanca y sus pantalones de gabardina enrollados hasta las canillas se dejaba guiar por el sonido como si aquel fuera la luz al final del túnel o el mismísimo Satanás invitándolo a conocer las verdades más ocultas del universo, como si se tratara de la tentación más exquisita y añorada de la especie humana. toda la magia iba de la mano del muchacho que ni siquiera se dio cuenta como un par de ojos rasgados y oscuros lo observaban con total admiración desde la entrada del viejo anfiteatro de piedra.

Un hombre, de al menos unos 27 años de edad lo miraba, quizás por error, pero que hermoso error; aquel hombre de boina marrón, cabellos obscuros como el azabache y piel blanca como la nieve de invierno, vestía con un pantalón de gabardina, camisa blanca arremangada hasta sus antebrazos y chaleco sobre ella. en su hombro reposaba un abrigo que hacía juego con el resto de su traje y una bolsa de tela en la que parecía llevar sus pertenencias más esenciales, era un viajero, un hombre que apenas llegaba al pueblo, cuando venía de camino andado escuchó la curiosa melodía proveniente de aquel viejo lugar abandonado, aquella música que podría jurar alguna vez haber escuchado en las calles de Roma y que ahora volvía a él como aquello que los jóvenes llamaban ''deja vu'' o algo como eso, como vivir dos veces la misma situación.

Half Moon~ YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora