VII

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El Padre Min estaba desesperado.

Moría por ir, por besar sus labios, morder aquella exquisita lengua mientras con sus manos recorrería cada espacio de su tersa piel de sol de media tarde, moría por entrar en él como si de aquello dependiera su vida entera, por marcar su interior con su semen para proclamarlo suyo de una vez por todas.

Negó... Negó y se persigno incontables veces pidiendo a Dios que aquella tentación no fuera más fuerte que su voluntad, que su carne se detuviera y no respondiera a aquel llamado, que su corazón de fiel servidor a la iglesia no le traicionara de aquella cruel y vulgar manera.

 Pero todo aquello, una vez más, se vio burlado cuando a las 12:36 de la madrugada el Padre Yoongi caminaba a pasos firmes por la carretera de tierra hasta el viejo anfiteatro. 

Al detenerse en la entrada de la edificación abandonada pudo ver una tenue luz amarillenta proveniente de la pequeña habitación en uno de los costados del lugar.

Al acercarse más allí corrió la pequeña cortina que cubría el umbral de la entrada de la misma y examinó el pequeño espacio, un lugar de al menos tres metros cuadrados, sobre las paredes descansaban fotografías de paisajes y partituras de canciones, también muchos papeles con escritos en ellos que no alcanzaba a ver bien, a un lado el pequeño tocadiscos y justo en frente, en el suelo, un colchón con sábanas blancas, sobre él y como si fuera poco, estaba él, Park Jimin, y como era de esperarse, aquel chico tenía palabra...

Estaba completamente desnudo.

El aliento se fue de sus pulmones al ver al hermoso jovencito rubio completamente desnudo siendo alumbrado por la suave luz de tres velas que iluminaban el pequeño lugar.

Aquel hermoso ser, desnudo sobre aquel colchón de sábanas blancas, con sus hebras de oro cubriendo su frente y ojos, en una posición totalmente embriagante, boca abajo, una sus piernas estaba estirada mientras la otra se flexionaba. Una de sus manos estaba bajo se cabeza y la otra descansaba tranquilamente a unos cuantos centímetros de su rostro.

Sus labios abultados y más rojos que de costumbre, sus mejillas sonrojadas y sus ojos totalmente cubiertos por su cabello. Aquello era la obra de arte más hermosa e increíble que Min Yoongi alguna vez en su vida había visto.

Sus ojos brillaron cual diamantes ante la hermosa vista, y sus manos picaban por acercarse y rozar aunque sea un poco de aquella piel brillante y acaramelada. Un suspiro salió de los labios de Park Jimin haciéndolo perder la cordura.

Lentamente y como si existiera dentro de él una lucha, se acercó hacia el colchón sentándose en el orillo sin dejar de ver el cuerpo del joven que protagonizaba sus más deseados pecados.

Con sus dedos comenzó a acariciar las piernas del menor con extrema delicadeza, como si creyera que con un movimiento brusco pudiera romper aquel hermoso cuerpo.

Acarició el muslo del menor hasta llegar a su cadera en la cual dibujó figuras imaginarias con sus dedos y viajo de ella hasta su columna vertebral, donde trazó un camino de caricias hasta el cuello. Jimin se removió sintiendo aquellas caricias, y lo sabía, Park Jimin sabía quién era el que tocaba así su cuerpo. Sonrió, porque lo había esperado y pensó que ya no vendría, sonrió porque estaba allí con él, sonrió porque ahora sabía que no solo él deseaba lo que ocurriría en esa madrugada a las afueras de Mantún, en las ruinas del viejo anfiteatro. 

- Entonces... Vino después de todo...- dijo con voz ronca y adormilada haciendo que el mayor se detuviera en su acción -... Bienvenido Padre Yoongi...

- No sé que hago aquí...- susurró el mayor mientras volvía a tocar la piel de las piernas de Jimin, con la mirada clavada en cada espacio que rozaba haciendo que el menor se erizada en el acto.

Half Moon~ YMWhere stories live. Discover now