Prólogo

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El tren se mecía bamboleante mientras atravesaba los bosques de Gimpo. El estruendoso traqueteo de las ruedas se repetía como en un eco en los truenos que rasgaban el cielo del ocaso.

Choi Seungcheol hojeó el expediente que había sacado del maletín que tenía a sus pies. Había sido un día muy largo, y el suave balanceo del tren lo adormilaba. Era tarde, más de las ocho, pero el Expreso Eclíptico estaba casi lleno, como solía pasar a la hora de la cena. Era un tren de la compañía y, desde la renovación —la Corporación HANA* había gastado mucho dinero para dar un aire retro alvagón restaurante, desde los asientos de terciopelo hasta las lámparas de lágrimas—, muchos de los empleados llevaban allí a su familia o amigos para que disfrutaran del ambiente. Normalmente había unas cuantas personas de fuera de la ciudad que hacían transbordo, pero Seungcheol habría apostado a que nueve de cada diez pasajeros trabajaban para HANA. Sin el apoyo del gigante farmacéutico, Gimpo ni siquiera sería una área de descanso en la carretera.

Uno de los camareros pasó a su lado y lo saludó con un leve movimiento de cabeza al ver la pequeña insignia de la Corporación HANA en la solapa de su chaqueta, lo que identificaba a Seungcheol como un pasajero habitual. El pelinegro le devolvió el saludo al camarero.

En el exterior, el resplandor de un relámpago fue seguido rápidamente por elestruendo de otro trueno. Al parecer se avecinaba una tormenta de verano. Incluso en el agradable frescor del tren, el aire parecía cargado con la tensión de la lluvia inminente.

"Y mi saco está... ¿en el maletero?
Fantástico..."

Seungcheol tenía el coche al final del parking de la estación. Antes de llegar a la mitad del camino, ya estaría empapado. Suspirando, volvió a centrar la atención en el expediente mientras se arrellanaba en el asiento. Ya había revisado el material varias veces, pero quería estar seguro de cada uno de los detalles.

Una niña de diez años llamada Yang Jisoo había participado en la prueba clínica de un nuevo medicamento pediátricopara el corazón. Resultó que la droga hacía exactamente lo que se esperaba de ella, pero también causaba fallos renales, y en el caso de Yang Jisoo, el daño había sido muy severo. Sobreviviría, pero probablemente tendría que someterse a diálisis el resto de su vida. El abogado de la familia pedía una fuerte indemnización. El caso tenía que resolverse con rapidez, porque la familia Yang pretendía mantenerse a la espera hasta poder arrastrar a su doliente querubín de rosadas mejillas ante un tribunal en una sala atestada de periodistas. Y ahí era donde Seungcheol y su equipo entraban en acción.

El truco consistía en ofrecer lo justo para satisfacer a la familia, pero no lo suficiente como para que su abogado, uno de esos leguleyos del tres al cuarto de «nosotros no cobramos a no ser que usted cobre», viera el cielo abierto. Seungcheol sabía cómo tratar a esos cuervos que se presentaban en la cama del paciente incluso antes que el médico; lo tendría todo solucionado antes de que Jisoo regresara de su primer tratamiento. Para eso le pagaba la Corporación HANA.

La lluvia salpicó ruidosamente la ventana, como si alguien hubiera lanzado un cubo de agua contra el cristal. Sorprendido, Seungcheol miró hacia el exterior. Justo entonces, varios golpes secos resonaron sobre el techo del tren.

Perfecto. Iban a tener hasta granizo.

El destello de un rayo rasgó la creciente oscuridad e iluminó la pequeña colina empinada que se hallaba en la parte más profunda del bosque. Seungcheol alzó la mirada y vio una alta figura recortada contra los árboles en la cima de la colina, alguien con un abrigo largo o una túnica oscura sacudida por el viento. La figura alzó los brazos hacia el furioso cielo... y el resplandor del rayo se desvaneció, sumergiendo de nuevo en sombras la extraña escena.

—¿Qué demonios...? —comenzó a decir Seungcheol, y más agua golpeó el cristal.

Unos instantes después, el pelinegro se dio cuenta de que eso no era agua; uno, porque el agua no se quedaba enganchada formando gruesas masas oscuras y dos, porque el agua no babeaba ni se abría para mostrar docenas de brillantes dientes afilados como agujas.

Seungcheol parpadeó sin saber qué era lo que estaba viendo. Alguien comenzó a gritar en la otra punta del vagón, un alarido largo y estridente, mientras más de las oscuras criaturas parecidas a babosas del tamaño del puño de un hombre se lanzaban contra las ventanas.

El sonido del granizo al caer sobre el techo pasó de repiqueteo a torrente, y su estruendo ahogó los muchos nuevos gritos.

"¡No es granizo, eso no puede ser granizo!"

Un pánico ardiente recorrió el cuerpo de Seungcheol, y se alzó de golpe. Llegó hasta el pasillo antes de que el vidrio a su espalda saltara hecho añicos, antes de que todos los vidrios del tren volaran en pedazos con un sonido agudo y seco que se mezcló con los gritos de terror, todo ello casi ahogado por el continuo estruendo del ataque.

Las luces se apagaron, y Seungcheol notó que algo frío, húmedo y cargado de vida le caía sobre la nuca y empezaba a morder.

* La Corporación HANA es una corporación japonesa farmacéutica.

¡Hola!

Después de un largo tiempo, por fin he vuelto. Han pasado muchas cosas desde que publiqué una historia, y bueno, hace unos meses decidí que continuaré las dos historias que tenía (esta vez, 'Zero Hour' es una ADAPTACIÓN). Entonceeees, ya que hemos llegado a los 100 seguidores, aquí estoy ;;

De antemano, quiero agradecer a las personas que se acordaron de mí y me buscaron cuando mi cuenta fue eliminada. De verdad, muchas gracias. Voy a traer historias muy bonitas para recompensar el tiempo que estuve inactiva. Gracias por animarme con sus mensajes para volver a publicar.

¡Las quiero mucho!

Espero que les guste esta historia

Nota:  La siguiente historia es una ADAPTACIÓN

Zero Hour ➳ JeongcheolWhere stories live. Discover now