«Capítulo 8»

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Jeonghan entró en el conducto de ventilación sin hacer caso de las capas de polvo y las telarañas que se le pegaban en el pelo y la ropa, ni tampoco de la claustrofóbica sensación de tener tan próximas las delgadas paredes de metal. El mapa sólo indicaba el conducto que unía dos salas en el primer piso del subterráneo, pero había espacios en el segundo nivel del sótano que parecían formar también parte del sistema. Era posible que alguno de los conductos se abriera al exterior. A Seungcheol no le había entusiasmado la idea —«posible» no era exactamente lo mismo que «probable», había dicho—, pero ambos coincidieron en que valía la pena probarlo.

"Al menos no es muy largo", pensó Jeonghan, mientras se arrastraba hacia el rectángulo de luz que se veía no mucho más adelante.

Una fina rejilla de metal cubría la salida, pero saltó al darle unos cuantos golpes y rebotó contra el suelo. Echó una ojeada a la gran sala de piedra. Bajo el parpadeo de un fluorescente en las últimas, la habitación parecía vacía, fría y húmeda. Jeonghan se inclinó hacia fuera, agarró el borde de la abertura y saltó dando una voltereta hasta un sofá. Se incorporó, se sacudió la ropa y observó la sala.

Parecía una mazmorra medieval, grande y oscura como una cueva de piedra. De las paredes de roca colgaban cadenas y las cadenas acababan en grilletes. Había una serie de artefactos que no supo reconocer, pero que sólo podían estar pensados para infligir dolor. Tablas con clavos oxidados, manojos de cuerdas anudadas, y cerca de una fuente cubierta de moho y porquería que había en la pared se hallaba una especie de caja vertical que parecía una dama de hierro. No tenía ninguna duda de que las manchas oscuras y desvaídas que cubrían las grietas de los rugosos muros eran de sangre.

—¿Va todo bien? Cambio.

Jeonghan cogió la radio.

—No creo que bien sea la palabra adecuada —contestó—, pero no me pasa nada. Cambio.

—¿Hay otro conducto de ventilación? Cambio.

El rubio observó las paredes en busca de otra rejilla de ventilación, y vio una a más de tres metros de alto.

—Sí, pero está en el techo —respondió con un suspiro. Incluso si tuvieran una escalera para llegar hasta allí, luego no podrían ascender verticalmente por el conducto. Vio la única puerta de la sala en la esquina suroeste—. ¿Hacia donde lleva? Cambio.

Una pausa.

Parece que da a una sala pequeña que vuelve al corredor por el que hemos pasado —le informó Seungcheol después de revisar el mapa—. ¿Nos encontramos en el corredor? Cambio.

Jeonghan se dirigió hacia la puerta.

—Es lo más lógico. Quizá podamos...

Antes de acabar la frase, un terrible ruido inundó la sala, un sonido como nunca había oído, pero que al mismo tiempo le resultó extrañamente familiar. Era un chillido agudo, semejante al de un mono... Eso es. Estaba en el área de los primates en el zoo que reverberaba en el cavernoso lugar y que provenía de todas y ninguna parte a la vez.

Jeonghan alzó la mirada justo a tiempo de ver una criatura pálida y de largos miembros que lo observaba desde el conducto de ventilación del techo. La criatura mostró los dientes, grandes y afilados, mientras parecía querer agarrar el aire ante su pecho musculoso con ágiles dedos y seguía chillando de una forma espantosa.

Antes de que Jeonghan pudiera dar un paso, la criatura saltó desde el conducto del ventilador hasta la pared, rebotó en él y aterrizó en posición agachada sobre una pila de maderas que había en el centro de la habitación. Lo miró con una mueca que dejaba al descubierto sus dientes amarillentos.

Zero Hour ➳ JeongcheolWhere stories live. Discover now