Epílogo

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El día estaba completamente lluvioso. Jeonghan se quedó parado frente a la gran puerta de la entrada de la estación de policías. El lugar estaba a reventar del bullicio que la gente hacía, pero el rubio se mantenía callado, agradecido por tener la oportunidad de estar ahí, con vida.

Era viernes. Un viernes muy lluvioso y frío. Jeonghan tuvo que abrazarse a sí mismo reiteradas veces para darse un poco de calor.

Su jornada laboral había sido completamente tranquila, sin peligros ni nada de nada, para su buena suerte. Estaba consciente de que no todos los días serían como ese, pero agradecía cuando así pasaba, después del infierno que le había tocado vivir hace más de cuatro años. Aún le costaba dormir sin interrupciones, pero recordar que había sido parte de la investigación que salvó al mundo entero del terror que había creado la corporación HANA, lo reconfortaba.

Sin dar más reparaciones a su día, sacó sus audífonos y se los colocó. Se despidió de sus colegas, abrió su paraguas, subió todo el volumen de su dispositivo y comenzó su camino bajo la lluvia.

Su departamento no quedaba muy lejos de la estación. A decir verdad, estaba tan sólo a cuatro cuadras, por lo que caminar no le pesaba en lo más mínimo. Había tardado más en despedirse, ponerse los audífonos y localizar la canción que quería escuchar. Caminaba mientras apreciaba la lluvia, tarareando y avanzando.

Abrió la puerta de su edificio girando la perilla con lentitud. Entró, cerró detrás de él y se dirigió al ascensor para llegar a su piso, que era el tercero. Se quitó el audífono del lado derecho mientras avanzaba por el pasillo de su piso hasta llegar a su puerta, y cuando estuvo en frente de ella, Jeonghan se encontró un pequeño ramo de rosas rojas al pie de su puerta.

—Otra vez...

Era el tercer obsequio que le había llegado en el día. Ya no sabía cómo explicarle a sus colegas que quería seguir solo y que dejaran de enviarle regalos o invitaciones a lugares exclusivos. No era que estuviese molesto por ello, sino que le apenaba que le insistieran tanto con algo que no iba a pasar.

Suspirando, comenzó a examinar el pequeño ramo. Dentro, en una tarjeta, se leía:

«Nunca te olvidé.
Volví, te busqué y por fin te encontré,
Yoon Jeonghan.

Te espero mañana en el puerto de la playa Dongmak a las 18hrs».

Una sensación de alegría recorrió a Jeonghan por completo cuando apareció una única persona en su cabeza.

Hay amores que permanecen en el tiempo. No mueren, sino que entran en una especie de período de hibernación y respiran a través de una estación, una carta, una melodía, un recuerdo o una posibilidad que nunca se concretó. Y cuando ya se dan por perdidos, retornan y parecen revivir.

El corazón de Jeonghan floreció de repente. Latía tan fuerte y rápido que dolía, y no pudo evitar llorar, acompañando a la lluvia del exterior.

"Nunca te olvidé"

No podía pensar en nada más.

Los segundos se hacen minutos y los minutos, horas cuando sucede o está por suceder algo muy importante en la vida, así no sea importante para nadie más que para uno mismo. Eso le pasaba a Jeonghan, a quien le habían comenzado a temblar las manos y la respiración se le agitaba al ritmo de su corazón nervioso y ansioso, tanto que comenzó a sudar sin haberse movido un milímetro en un asiento al aire libre.

Zero Hour ➳ JeongcheolWhere stories live. Discover now