«Capítulo 11»

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Como sospechaba, el santuario que cerraba el pasillo era una puerta, y la pequeña estatua de la sanguijuela que Jeonghan había encontrado encajaba perfectamente en la cerradura.

Se oyó un suave clic y el cerrojo se abrió. Seungcheol observó la parte delantera de la puerta antes de entrar, y decidió que el perfil sí que era el del doctor Awaji. Se pregunto por qué el hombre de sanguijuelas que habían visto en el tren se parecería al doctor; las sanguijuelas las controlaban alguien que era claramente más joven, el que cantaba fuera. ¿Estaría el auténtico doctor Awaji todavía por ahí? No parecía probable.

El diario que Jeonghan había encontrado... El doctor Awaji tenía delirios paranoicos sobre Sakura yendo a por ella para apoderarse de su trabajo, y eso había sido hacía diez años. La gente que perdía tanto la cabeza normalmente no era capaz de mantener su trabajo.

Jeonghan estaba esperando. Dejó ese misterio menor a un lado y empujó la extravagante puerta con el cañón de la escopeta. Una rápida ojeada para buscar movimientos..., nada... y bajó el arma a la vez que entraba del todo en la sala.

—¡Wow! —exclamó en voz baja al mirar la habitación.

Era un despacho grande, lujosamente decorado con estantes y armarios empotrados de madera oscura pulida y cristal biselado en un lado, y con una recargada chimenea al otro lado. Los muebles antiguos de madera, una mesa baja, sillas y un gran escritorio, eran impactantes; la gruesa alfombra silenciaba sus pasos. Vio una puerta al fondo de la sala, detrás del escritorio, y cruzó mentalmente los dedos esperando que resultaraser una ruta de escape.

Gran parte de la iluminación de la sala procedía de un enorme acuario que dominaba la esquina noroeste, cerca de donde él se hallaba, y lo teñía todo de una luz acuosa azulada, aunque el acuario en sí estaba vacío. Seungcheol frunció el entrecejo y se acercó más.

"No, no está vacío"

No había peces, ni rocas, ni plantas, pero había numerosas cosas flotando en lo alto, cosas desagradables, irreconocibles, pero no por ello menos grotescas. Parecían ser trozos de piel humana, pero sin forma, sin huesos, como pedazos amputados y deformes. Seungcheol se apartó rápidamente, asqueado por los objetos flotantes.

Uno de los armarios de la pared estaba abierto. Se acercó a él y echó una ojeada a los libros que había dentro. En un estante encontró un antiguo álbum de fotos y lo cogió. Sabía que debía volver con Jeonghan, pero le picaba la curiosidad y se preguntó si el busto de la puerta indicaba que se hallaba en el despacho del doctor Awaji.

Las fotos estaban viejas, amarillentas y curvadas. Pasó unas cuantas páginas y decidió que era una pérdida de tiempo. Iba a poner el álbum en el estante cuando una foto suelta cayó revoloteando. Se agachó para recogerla, y la contempló bajo la luz azulada y ondulante. La foto no era particularmente interesante. Eran tres hombres jóvenes, de los años treinta o cuarenta, bien vestidos y limpios, sonriendo a la cámara. En el reverso, alguien había escrito: «Para Mitsuo Awaji, como recuerdo de tu graduación, 1939».

Seungcheol observó la foto y decidió que el joven del medio podía ser el doctor Awaji. Algo en la forma de la cabeza le resultaba de algún modo familiar.

—Aquel tipo —se dijo a sí mismo, señalando la foto. Le recordaba al cantante del tren. No lo había visto muy bien, pero tenía el mismo aire, los mismos hombros anchos—. Podría ser el hijo del doctor Awaji. O su nieto. O algo.

Todo eso era como un rompecabezas, y estaba empezando a pensar que había encontrado otra pieza.

"Veamos. Si Sakura se había deshecho del doctor Awaji y le había robado su trabajo, ¿el hijo del doctor, o el hijo de su hijo, no querría vengarse? Quizá la infección viral no había sido un accidente. Quizás... el cantante de las sanguijuelas lo había provocado"

Zero Hour ➳ JeongcheolWhere stories live. Discover now