Capítulo 2

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Penny se secó apenas el pelo, sintiéndose bastante mejor. Se puso el primer short y camiseta de tirantes que encontró en el armario y volvió al salón. El calor amenazaba con hacerla sudar de nuevo.

- Tiene que haber alguna forma de que entre aire en este maldito agujero… - murmuró.- ¿Qué demonios decía Sheldon acerca de…?

Se estrujó el cerebro. Recordaba vagamente una perorata de su vecino… algo así como que si abrías dos ventanas en lados opuestos a temperaturas distintas, habría corrientes de aire. Miró la minúscula ventana abierta de su habitación. Después miró la puerta. Bueno, por probar… Abrió la puerta y una maravillosa ráfaga entró.

- Siiii.- casi gimió con los ojos cerrados.

Satisfecha, iba a volver a su sofá cuando, al abrir los ojos, se quedó clavada en su sitio. La puerta del apartamento de enfrente estaba abierta. Y podía ver al dueño de aquella idea a través de ella. Ver a Sheldon no era algo tan extraordinario, pero aquél no… no podía ser él. La mandíbula de Penny se descolgó. El físico teórico estaba de pie frente a su pizarra, levemente inclinado mientras escribía con tanto ímpetu que la fina tabla temblaba. Estaba… vestido únicamente con sus pantalones. Su pálida piel aparecía levemente sonrosada por el calor. Tenía el cabello revuelto, probablemente mojado en un intento de refrescarse. Penny tragó saliva. ¿Desde cuándo demonios… esas estúpidas camisetas de superhéroes habían ocultado tan bien… todo aquello? ¿Y desde cuándo demonios la vista de él sin camiseta le causaba semejante efecto? Sacudió la cabeza, intentando volver a la normalidad. Ella había visto antes el pecho desnudo de Sheldon, sí, justo antes de untarle Vick's Vaporub y cantarle "Soft Kitty", pero… en aquella ocasión, realmente, no se había fijado. Ahora era inútil dejar de hacerlo. Era delgado, cierto, pero su cuerpo estaba perfectamente formado, hombros anchos, cintura estrecha. Era todo lo opuesto posible a los hombres con los que había salido, evidentemente, y sin embargo podía también ver algún músculo que se tensaba mientras escribía sin tregua. Y su rostro… Maldita sea… Estaba condenadamente sexy con el pelo revuelto y mojado, y con esa mirada azul intensa atravesando el galimatías de ecuaciones. – "Por Dioos, ¡ya basta"!- se recriminó a sí misma.- "¡Deja de mirarle ahora mismo!"

Sheldon desvió la mirada de su trabajo al sentirse fijamente observado. Alzó la mirada.

- ¿Penny?

La chica no sabía dónde meterse. Por Dios, la había pillado dándole un repaso completo. Estaba tan avergonzada que ni siquiera se le ocurrió pensar que el físico teórico no tenía ni idea de otros repasos que no fuesen de ecuaciones.

- Eeesto.. hola, cielo. Yo… abrí para refrescarme pero… ya estoy… bien.- Cortó su balbuceo con una risita nerviosa y sin más, cerró la puerta de su apartamento como una exhalación.

Sheldon parpadeó. Conocía bien a Penny. Demasiado bien. Pero esa chica nunca dejaría de sorprenderle con sus irracionales comportamientos. Bueno… a decir verdad, no la conocía. Acabaría por descubrir los misterios del universo y lograría el premio Nobel, pero jamás podría interpretar lo que pasaba por la incoherente cabeza de su vecina. Suspiró irritado, procurando volver a su tarea, pero no lo consiguió. Otro enigma que no podía entender era por qué siempre que Penny interrumpía su trabajo con sus erráticos actos, no podía volver a concentrarse de nuevo hasta… no solucionar lo que fuese que le estuviera pasando.

Penny se apretó contra la puerta, luchando por recobrar su maltrecha cordura. ¿Qué demonios le estaba pasando? ¿Por qué no podía sacarse de la cabeza la imagen de Sheldon en su inédita pose sexy? De pronto se sobresaltó.

- Toc, toc, toc, toc…. Penny.

- Toc, toc, toc, toc…. Penny.

- Oh, Dios… - gimió la chica, esperando inevitablemente a que terminase la rutina.

La teoría es más sencilla que la realidad Where stories live. Discover now