Capítulo 33

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Si con mi mano he profanado tan celestial altar, perdóneme. Mi boca borrará la mancha, cual peregrino ruboroso, con un beso."

- "El peregrino ha equivocado el sendero pese a que parece devoto. El palmero únicamente ha de besar manos de santo."

Sheldon tragó saliva, mientras contemplaba a la Julieta más hermosa jamás vista. Aunque, a decir verdad, Julieta Capuleto era veronesa y, evidentemente, el pelo rubio y los ojos verdes no eran rasgos muy comunes en los italianos del siglo XV… bueno, ni en los del siglo XXI. Pero ese detalle quedaba eclipsado por la radiante belleza de Penny, vestida a la moda renacentista. La chica interpretaba su papel de una forma bastante… convincente. Sheldon parpadeó. Desde que la conoció, había creído que la chica había siempre exagerado su talento como actriz, pero al verla actuar se sorprendió. Era realmente buena. Que una ruda granjera de Nebraska pudiera convertirse en una dulce doncella, frágil e indefensa era toda una muestra de talento interpretativo. Aunque para él, el talento se reducía al mundo científico, concretamente a la física. Oh, bueno, en el fondo admitía que artistas como Beethoven, Miquelangelo Buonarroti, Mozart o Leonardo da Vinci tenían ciertamente un talento muy comparable al de sir Isaac Newton o Albert Einstein. Pero lo suyo era la ciencia, y siempre se sintió mucho más cercano a Einstein que a Beethoven.

Su atención volvió a la escena que estaba ensayando el grupo de teatro. El actor que interpretaba a Romeo tampoco lo hacía mal. Se acercó ceremoniosamente a "Julieta"

- "¿Y no tiene labios el santo lo mismo que el romero?"

- "Los labios del peregrino son para orar".- repuso la hermosa Julieta.

- "¡Oh, es una santa! Cambien pues de oficio mis manos y mis labios. Ore el labio y otórgueme lo que le pido".- repuso el apasionado Romeo, acercándose más. Sheldon le miró con mala cara. No sabía por qué, pero le estaban dando ganas de arrancarle la peluca a ese pobre actor.

- "El santo escucha con tranquilidad los ruegos".

- "Entonces, escúcheme tranquila mientras mis labios oran, y los suyos se purifican."

Romeo se inclinó sobre Julieta y la besó. Sheldon apretó los dientes. Sabía que era una actuación, pero no pudo evitar sentir un latigazo desagradable en el pecho al ver que ese actor de tres al cuarto besaba a Penny. Se quedó un momento inmóvil. Ese latigazo no le era del todo desconocido. Su memoria eidética recordó que ya lo había sentido anteriormente, hacía ya tiempo, cuando subiendo las escaleras al volver de la lavandería, sorprendió a Leonard en la puerta del apartamento vecino, robándole un beso a Penny. Tragó saliva, como si quisiera eliminar ese recuerdo. Volvió sus ojos a la hermosa Julieta.

- Muy bien, chicos, eso es todo por hoy. Habéis estado fantásticos.- dijo el que parecía ser el director de la representación.

Penny respiró hondo, y devolvió con una sonrisa las felicitaciones que recibía de sus compañeros. Su mirada se encontró con el delgado físico, que la miraba desde el patio de butacas. La hermosa sonrisa se ensanchó y bajó del escenario, acercándose a él. Sheldon se puso en pie, mirándola solemnemente.

- "En mis labios queda la huella de su pecado"- dijo, recitando con un perfecto acento teatral.

Penny lo miró atónita. ¿Sería posible que… se supiera de memoria el libreto de la obra? Aunque… bueno, para Sheldon Cooper eso era como silbar. Una sonrisa llena de admiración iluminó su rostro. Nadie podía ser un Romeo más perfecto. Al menos para ella.

- Eso lo dice Julieta.- replicó divertida, rodeando su cuello con los brazos.- "Pero…-susurró, acercándose.-… ¿Del pecado de mis labios? Ellos se retractarán con otro beso…"

La teoría es más sencilla que la realidad Where stories live. Discover now