Capítulo 51

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Los días pasaron tristes y llenos de angustia, sin que la joven camarera mostrara signos de mejoría. La sala de espera de la UCI se había convertido en el segundo hogar de toda la pandilla de amigos. Nunca la dejaban sola y se turnaban para quedarse por la noche. Aunque uno de ellos siempre estaba allí. Sheldon no podía alejarse ni siquiera un minuto. Sus amigos le miraban preocupados. Desde que Penny había sido ingresada, el físico teórico no había vuelto a dormir en su cama. Su ritmo de sueño se había alterado por completo. Caía rendido en el sofá para despertar apenas unas horas después, presa de terribles pesadillas. Ni siquiera comía adecuadamente y todo ello estaba pasándole factura. Estaba tremendamente pálido y delgado, más aún de lo que ya era. Profundos círculos oscuros aparecían bajo sus ojos, que habían perdido el intenso brillo azul. Apenas hablaba y sólo parecía reaccionar cuando el médico salía para informarles o para permitirles ver a Penny. Leonard meneó la cabeza e intercambió una mirada con Howard, Raj, Amy y Bernadette. Aquello no podía seguir así.

- Sheldon, esto se tiene que terminar. Vas a ir ahora mismo a casa, a cenar y a meterte en la cama.- miró a su compañero.- ¿Me estás escuchando?

El físico siguió inmóvil, con la mirada perdida. Bernadette se apiadó de él y se acercó.

- Sheldon, Leonard tiene razón.- dijo muy suavemente.- No le harás ningún bien a Penny si enfermas.

El joven alzó la mirada.

- No puedo. No puedo dormir, ni comer… ni vivir sin… ella.

Esas increíbles palabras enmudecieron a todos. Raj sentía que le saltaban las lágrimas. Seguía sintiéndose muy culpable por todo lo ocurrido, a pesar de que Sheldon había admitido que, en realidad, ninguno de ellos tenía la culpa. Amy apoyó una cariñosa mano en su hombro y Raj sólo pudo agradecérselo con un leve sollozo. Leonard y Howard intercambiaron una triste mirada, sintiéndose realmente mal. Bernadette se arrodilló frente a él, dedicándole su más dulce expresión.

- Sheldon… tienes que hacer un esfuerzo. Tienes que hacerlo por Penny. Ella también está luchando ahí dentro. ¿Crees que se va a dar por vencida tan fácilmente?

Sheldon miró a Bernadette, sin verla realmente. Su mente estaba en aquella habitación.

- No. Ella nunca se da por vencida.

- Y, ¿vas a permitir que Penny te supere dándote tú por vencido?

Esta vez, Sheldon miró a Bernadette a los ojos. La joven microbióloga sostuvo su mirada. Sintió una débil esperanza al ver un fugaz destello azul en sus ojos.

- No.

Bernadette sonrió.

- Entonces ve a casa, come y descansa. Nosotros nos quedaremos aquí. No nos separaremos de ella. ¿Verdad, chicos?

Todos asintieron. Sheldon tragó saliva. Raj se acercó.

- Yo… te llevaré a casa, si… quieres.

Sheldon contempló un momento a su amigo, que seguía tremendamente triste y cabizbajo. Después sus ojos enfocaron al resto de sus amigos. Por vez primera, sintió que los apreciaba… mucho. Maldición, se había convertido en un humano asquerosamente sensible por culpa de Penny. Siempre por culpa de… Penny. Ahora ya era demasiado tarde para lamentarse por eso. Miró a Raj.

- Gracias.

El joven indio le dedicó una triste sonrisa. Sheldon se levantó con esfuerzo. De pronto, se quedó paralizado, con los ojos desorbitados y clavados en un punto tras ellos. Los demás siguieron confusos la dirección de su mirada. Todos se quedaron igual de paralizados. Erika estaba inmóvil tras ellos. Empezó a hablar, pero antes de que nadie pudiera evitarlo, Sheldon se había abalanzado lleno de furia hacia ella.

- ¡Sheldon!- gritó Leonard.

Erika retrocedió, aterrorizada. Nunca pudo imaginar que Sheldon Cooper pudiera verse tan amenazante. El físico teórico apretó con fuerza el puño. Pero en el último momento se contuvo. Él jamás había pegado a una mujer. Nunca. Bueno, ni a ningún ser humano, exceptuando aquella vez en la desastrosa fiesta de aniversario de su promoción en Galveston. Su madre y su Meemaw le habían educado en que la violencia nunca solucionaba nada y era cierto. Pero aquella maldita arpía era la principal responsable de que Penny estuviera debatiéndose entre la vida y la muerte. Apretó los dientes, recurriendo a todas sus fuerzas para no estampar el puño en su aristocrática cara.

- ¿Cómo… te atreves a venir aquí?- siseó peligrosamente.

- Yo… sólo quería saber…

- ¿Si has logrado tus propósitos?- terminó Sheldon por ella.- Lamento comunicarte que no. Y ahora, lárgate de aquí.

- Yo no…

- ¡Lárgate de aquí! ¡Y no vuelvas a acercarte a Penny o te juro que olvidaré mis caballerosos modales texanos!

Erika tragó saliva y sin más, salió corriendo a toda prisa. Los demás miraron boquiabiertos a Sheldon, como si nunca lo hubieran visto antes. Sheldon pareció advertirlo y bajó la cabeza, algo avergonzado.

- Lamento que hayáis tenido que presenciar este lamentable espectáculo.

Amy meneó la cabeza.

- A decir verdad, ha sido bastante interesante. Siempre he opinado que tu cerebro sería una increíble fuente de investigación en neurobiología.

Sheldon dedicó una midada un tanto seria a su ex novia. Bernadette sonrió.

- No te preocupes, Sheldon. Te aseguro que eso no es nada en comparación con lo que esa zorra merece. Y ahora, vamos, ve con Raj.

El joven físico asintió. Pero antes de salir de la sala de espera, volvió de nuevo a mirar el pasillo de la UCI. Sentía que algo le desgarraba, pero sabía que debía dormir si quería seguir soportando aquella tortura. Deseaba poder dormir y regresar cuanto antes, deseaba ver a Penny aunque fuese con aquel maldito respirador que ocultaba la belleza de su rostro. Deseaba cantarle Soft Kitty y decirle que… Sheldon sintió que las fuerzas le abandonaban. No podía… no podía marcharse. Se detuvo.

- No… no puedo.- gimió.

- Pues claro que puedes, Moonpie.

El joven físico se quedó otra vez paralizado. No… no podía ser.

- Meemaw…

Leonard y los demás miraron sorprendidos. Mary Cooper y una anciana acababan de entrar en la sala. Enseguida pudieron ponerle nombre. La amable anciana sonrió cariñosamente y se acercó a Sheldon. El joven físico no pudo soportarlo más y se derrumbó, llorando desgarradoramente mientras su abuela lo abrazaba.

La teoría es más sencilla que la realidad Where stories live. Discover now