Capítulo 40

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Sheldon intentaba estirar al máximo la maldita camisa, que había quedado completamente arrugada. Eran casi las cuatro de la madrugada y, afortunadamente, no había un alma ni en la playa ni en la calle. A su lado, Penny sacudió con fuerza la falda de su vestido, tratando de expulsar hasta el último grano de arena. Se calzó los incómodos zapatos, agitó la cabellera rubia y se irguió.

- Bueno… ¿Qué tal?

Sheldon se volvió para mirarla. El vestido azul celeste estaba tan arrugado como su elegante camisa, y el dorado cabello evidentemente había perdido su precioso recogido y ahora aparecía completamente indomable, a pesar de los esfuerzos de la chica. El físico torció la boca en un gesto muy típico en él.

- Si esa es tu pose para tu nuevo rol de chica decente, he de decir que está tan lograda como los intentos de Howard Wolowitz de convencerme de que la ingeniería es más útil que la física teórica.

Penny apretó los labios, dirigiéndole una mirada entre enfadada y preocupada.

- ¿Tanto… se nota…?

- ¿Qué has tenido una noche de sexo desenfrenado en la playa? Sí.- concluyó él.

Ella frunció el ceño.

- Oye, excelencia, no soy yo la única. Tendrías que verte en un espejo.- dijo con una mirada maliciosa.

Sheldon la fulminó con la mirada. Ella soltó una risita pícara, mientras se lamía los labios ante la imagen de un Sheldon Cooper, con la camisa arrugada, aún sin abrochar, y el oscuro cabello completamente revuelto. Por más tiempo que pasara, no podía dejar de sorprenderse del inmenso atractivo que tenía aquel bicho raro. Y lo más sorprendente es que él nunca parecía darse cuenta de lo guapo que era. Como si para él, su única cualidad importante y digna a tener en cuenta fuese su extraordinaria inteligencia. Eso lo hacía aún más irresistible.

Sheldon le dedicó una mirada reprobadora, mientras intentaba no ruborizarse demasiado ante el descarado escrutinio de Penny. Se abrochó la camisa, sacudiéndola nuevamente, y procuró ordenar un poco su pelo.

- Bien, ahora sólo nos falta llegar a casa y rezar a todas las religiones para que mi madre no nos oiga entrar.- dijo el joven físico.

- Tranquilo, Moonpie. No nos oirá.

Él le dedicó una mirada llena de escepticismo. Penny sonrió divertida.

- Oh, vamos, Sheldon, ¿es que nunca has intentado andar tan silenciosamente como un gato para que tu padre o tu madre no se entere de que llegas demasiado tarde un sábado por la noche?

El joven físico siguió mirándola.

- No.

Penny rodó los ojos.

- No sé por qué hago una pregunta tan estúpida…- murmuró.- ¿Te das cuenta de que lo que tenías que haber hecho con quince años, lo estás haciendo con treinta?- dijo divertida.

Sheldon alzó una ceja.

- Entonces, tal vez deberías empezar con tu primer doctorado.- dijo él con una expresión seria.

Penny le devolvió una mueca enfadada. Sheldon mantuvo un momento su seriedad, pero después le guiñó un ojo.

- ¡Bazinga!

Ella soltó una risita. Ambos estaban ya en la calle, caminando hacia casa. Penny disfrutó del paseo. Hacía una noche realmente magnífica. La joven tomó el brazo de él, apoyándose feliz.

- Sheldon, siento que la fiesta haya… terminado así. Me siento un poco culpable. Tal vez no debí presionarte para que fuéramos.

El joven físico la miró, frunciendo el ceño.

La teoría es más sencilla que la realidad Where stories live. Discover now