capítulo ocho; Gestos de bondad

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Maratón 2/3

El cerrojo cedió y empujamos la puerta de una patada, golpeando con ella a los guardias que se habían acercado.

—¡¿Y la salida dónde está?!

—¡Por acá, sígueme! —Sentía las corrientes de aire y corrimos tratando de esquivar a los guardias, por suerte no habían muchos y llegamos hasta el nivel más alto con el corazón en la garganta, al menos yo. El chico podía esquivar el fuego usando su propio fuego control, pero yo me olvidé hasta de respirar tratando de esquivar las llamas. Salimos de la superficie y corrimos hasta escondernos en un bosque.

Me detuve para recuperar el aire en mis pulmones. Hasta que el me preguntó —¿Quién eres? —Seguiría el consejo de Iroh.

—Soy Kiara, de la tribu agua. ¿Y tú?

—Soy Lee, del Reino Tierra.

—¿Qué?

—¿Ah?

—¿Del Reino Tierra? ¡Vi como lanzabas llamas de tus manos!

—...¿Yo?

—Agh. Olvídalo dame el mapa.

—¡Tu tienes el mapa!

—¡Tú me lo quitaste, no lo tengo!

—¡Cómo pudiste pierder el mapa! ¡Ve a buscarlo, ahora!

—¡¿Qué?! ¡No me trates así y ayúdame a buscarlo, imbécil!

—¡¿Cómo me llamaste?!

Fui a buscar el mapa y el falso Lee fue detrás de mí rechinando los dientes. Cuando vimos el mapa en la mitad del sendero nos lanzamos hacia él. —¡Suéltalo, yo lo tomé primero!

—¡yo lo compré!

—¡Ah! Eso no se dice. —Le susurré— Que malos modales tienes. Ejem. Veamos ¿Qué parte del mapa necesitas?

—Todo.

—¡No puedes necesitarlo todo!. —Ahg. Lee me estaba desesperando, no podíamos hablar como la gente normal, porque a los segundos ya estábamos gritando nuevamente. —Sólo necesito una sección de el Reino Tierra, puedes quedarte con todo lo demás.

—¿Qué parte? —Le señalé en el mapa y negó con la cabeza. —Es la zona más cercana a la nación de fuego, la necesito.

—No vi que te llevarás muy bien con la nación del fuego, ¿Para qué la necesitas?

—No te diré.

—Increíble. Al menos déjame conseguir papel y tinta para copiar el mapa.

—Está bien, dame el mapa y te espero aquí.

—Nop, me llevo el mapa.

—No, te lo vas a robar.

—Tu lo quieres robar.

—¡Es mío!

—¿Otra vez con eso? —le dije indignada.—Tienes que aprender a compartir. —Guardé el mapa dentro de mi ropa y caminé hasta salir a un pueblo alejado de la ciudad. Lee caminaba detrás de mí. Cuando doblamos para adentrarnos en una calle un niño cayó al suelo cerca de mis pies. Al frente los hombres que habían golpeado al pequeño se acercaron a nosotros.

—¿Qué demonios les pasa? ¿Cómo pueden tratar a un niño así?

—No te metas jovencita, si no quieres terminar peor que el mocoso. Dámelo. —El niño tenía su carita llena de lágrimas y apretaba con fuerza las mangas de mi ropa. Lo levanté del suelo y lo puse detrás de mí. —Déjenlo tranquilo.— los cuatro hombres se pusieron a reír, y el que parecía el jefe habló nuevamente —Lo dejaremos tranquilo si tú nos pagas los meses atrasados de renta.

—¡Está bien! ¿Cuánto es? —Saqué mi pequeño monedero y les  mostré el dinero que llevaba. —¿Eso es suficiente?

El hombre golpeó mi mano con un palo tirando el monedero al suelo. —¡¿Te estás burlando, maldita?!

—¿Qué? ¿Por qué? —me sobé la mano al instante. Le había dado todo el dinero que traía conmigo.

—¿Qué no sabes contar? ¡Con eso no compras ni siquiera un pedazo de pan!

¡¿Me habían estafado nuevamente?! Maldición. Y los cuatro hombres se acercaron y el niño se agarró con más fuerza de mí. A mi lado Lee estaba inmóvil mirando la situación ¡Por último que tome al niño!

De un brinco me alejé de ellos, llevando conmigo al pequeño. —No te estaba molestando, pensé que el dinero que llevaba valía más. No golpees al chico, no puedes pegarle solo porque no tiene dine...

—¡¿Pero en qué mundo vives?!. —Los cuatro hombres se acercaron hacía mi. Aparté al chico y comencé a pelear. Cuando sacaron cuchillas uno de ellos se acercó corriendo al pequeño.

Esquivé los golpes de los otros tres y corrí hacia el niño hasta empujarlo lejos. Un ardor y una fuerte punzada en mi hombro me dejó inmóvil en la tierra.  Escuché como se acercaban los otros hombre y las llamas de Lee.

Finalmente Lee sólo usando las llamas los alejó hasta que desaparecieron de la calle. Mi hombro sangraba y dolía, no podía detener la sangre sólo con mi mano. El niño se acercó y me apretó el hombro haciendo que me doliera muchísimo más. —M..Mi M..Mamá. Mi mamá te puede curar.

Lo miré, el niño seguía llorando. Me levanté del suelo sujetando mi hombro, comenzaba a ver cada vez más borroso, estaba mareándome y me desvanecí nuevamente.

La punzada en el hombro no era tan fuerte como antes. Abrí mis ojos y estaba recostada en una cama con un vendaje en mi brazo derecho. Traté de levantarme y vi a Lee con moretones en su rostro, a una señora limpiándole la cara y al niño que se había quedado dormido apoyado en la cama a mí lado. Solté un quejido por sentir la punzada en mi brazo.

—No te muevas. —La señora se acercó hasta a mí y me tocó la frente. —Te despertaste muy rápido. ¿Cómo te sientes?

—Mmh… No lo sé. Tengo hambre.

—Les traeré sopa, espérenme un momento.

Lee seguía aquí, ¡¿Me había traído hasta acá?! Casi no me lo creo. Lo último que pensé es que se llevaría el mapa y me dejaría ahí. No pienso agradecerle, seguro lo hizo de mala gana. Mmh.

La señora regresó con dos tazones de sopa, le dio uno a Lee, y el otro a mí ayudándome a comer. —Muchas gracias a ambos por defender a mí pequeño. No hemos podido juntar el dinero de la renta desde que mi hijo se lo llevaron hasta la prisión y mi esposo fue en su ayuda. Pueden quedarse aquí el tiempo que haga falta.

—No se preocupe, me siento mucho mejor. Siempre he sido resistente a los golpes.

—Oh, lo siento.

—Ah, no. Me expresé mal. Mi familia me enseñó a pelear es, por eso...—Miré de nuevo Lee, seguramente el también esté apurado, tal vez.

—Señora, ¿puedo pedirle papel y tinta?

—Oh, sí. Te traeré enseguida. —Fue a buscar a unos cajones y me los iba a entregar cuando Lee habló.

—Démelo a mí. —Sacó el mapa de su bolsillo, y comenzó a copiar el mapa en la hoja de papel. Entonces, había pensado en escapar con el mapa después de todo. 

Después de un rato el pequeño había despertado, se llamaba Lee, igual que Lee. Curiosamente Lee ya conocía al niño y hasta le copió el nombre. No me sorprende.

—¿Asi que ya lo conocías pequeño Lee?

—Sí, me había defendido de los soldados.

—Vaya, quién iba a pensar de que fueras tan bondadoso, mayor Le...

—Aquí tienes tú parte del mapa.

Con lo que me había dicho Iroh, pensé que este chico no sería capaz de tener gestos de bondad, al parecer si tiene un buen corazón.

мάѕcαrαѕ ↯ zυĸo Where stories live. Discover now