capítulo nueve; Amarga despedida

2.9K 323 18
                                    


Maratón 3/3

—Gracias. —Me levanté de la cama con cuidado y me sostuve de un mueble hasta estabilizarme.

—¡Ten cuidado! No puedes pararte tan rápido.

—Lo siento, pequeño. Pero estoy muy apurada. Necesito llegar a las cascadas kyuji.

—¿Qué? No puedes llegar hasta allá, es muy lejos y es un asentamiento de la nación del fuego, nadie que no sea de la nación del fuego puede entrar.

—¿Y la gente del Reino Tierra? ¿Sigue ahí?

—No, las llevaron a asentamiento más retirados. Déjame indicarte en el mapa. —La mamá de Lee me indicó los lugares en los que se encontraban. No era tan lejos de aquí.

—Si no es tan lejos puedo ir con más calma.

—¡pero no puedes caminar, se abrirá la herida!— La madre de Lee estaba muy preocupada y le mostré un ungüento que llevaba siempre conmigo. —Esta es la medicina más efectiva para heridas abiertas, a sido pasada por generaciones, no se preocupe estaré bien.

Me puse mi manto y oculté el planeador en mi espalda. El niño me entregó un bastón para que me pudiera apoyar en el camino. El falso Lee había salido hace ya un rato de la casa y me lo encontré con los mismos hombres que nos habían atacado. Venían a avisarle a la señora que su familia había sido encerrada y qué debería dejar el lugar. Empezaron a pelear. Madre e hijo se abrazaban hasta que el pequeño Lee sacó un cuchillo y se acercó corriendo a los hombres. Ellos fueron más rápidos y le iban a tirar sus llamas hasta que una llama más potente les llegó a ellos.

Había sido el falso Lee, la madre y el niño odiaban a la nación del fuego y hasta entonces desconocían de donde venía él. Lo echaron del lugar, y la gente que se había reunido comenzó a tírale piedras y a gritarle.

Cuando las personas dejaron de ver al sobrino de Iroh se fueron del lugar. Había echo una amistad con el pequeño Lee y este le dio la espalda y su rencor al ver cómo salía fuego de sus manos.

Una parte de mi quería seguir a el falso Lee, porque sabía que estaba dolido con el pequeño, pero lo dejé de lado. Tenía que encontrar al señor del loto.

Aún así me lo encontré en un sendero, sentado mirando la cuchilla que le había regalado al chico. Cuando se fijó en mi presencia se acercó a mí y sacó mi monedero de un bolsillo. —Toma. Y adiós.

—Oye, espera.

—Debo irme de este pueblo. Y no creo que nos volvamos a encontrar. De todas formas no soy una buena persona para que puedas volver a confiar.

—Si ni siquiera crees que puedes cambiar ni deberías intentarlo. Pero aún así lo intentas. Si no pones toda tu intención la gente seguirá actuando así.

—Lo dices cómo si fuera muy fácil. Pero no sabes lo que significa ocultar quién eres, no necesitas llevar un nombre falso, llevar una ropa de otra nación, ni esconder tu control, aunque tampoco lo tienes. Así que no me hables, de intenciones, Kiara.

Tragué fuerte, me había dolido el pecho lo que había dicho, no porque me hiriera a mí, sino porque se notaba que estaba dolido y enojado por todo. Llevábamos máscaras, teníamos que esconder las mismas cosas. Pero no podríamos confiar en nosotros si supiéramos quién es realmente el otro. Nos parecíamos pero habíamos tenido una vida muy distinta, y no podría ayudarlo. Dejé que se fuera y tomamos caminos separados.

Durante todo el camino me fui pensando en el sobrino de Iroh, estaba segura de que intentaba cambiar, pero la vida se lo ponía difícil.

(…)

Hace unos días atrás me paseaba sin saber a dónde ir. Estaba en el tercer pueblo y no conseguía nada de información. Caminaba distraída mirando la semilla de la flor del loto por la tierra, que ya empezaba a odiar. Y cuando Iba a tirar nuevamente la semilla al cielo una mano más rápida la tomó.

—Mmh, de esta semilla va a salir una hermosa flor.

—¿La reconoce? Me llamo Ágatha. —El señor me miró atentamente y me la devolvió.

—No, no es la respuesta.

—¿Respuesta? Espere, ¿Usted es Shiro Saito?

—No. Ya me voy.

—La semilla me la dio Iroh. Dijo que Shiro Saito me ayudaría si le entregaba la semi...

—shhhh, Es una asociación secreta. Soy Saito. —El señor miró a todas partes y volvió a decir. —sigueme.

Lo seguí hasta una pequeña casa. Le conté de Iroh, Ryu, y de la biblioteca a la que debía ir. —Para ser honesto no sé mucho de las leyendas de los nómadas de aire, pero estoy seguro que en la biblioteca encontrarás algo.

—¿Cómo puedo llegar a la biblioteca, señor?

—Tomaremos un tren al amanecer.

Así fue como llegamos a un desierto. —La biblioteca está bajo tierra. Afírmate de mí brazo. —Le hice caso y con la tierra control descendimos hasta la entrada de la biblioteca.

—Ágatha, recuerda que debes guardar silencio en la biblioteca, para no despertarlo. —susurró Saito, y yo asentí rápidamente con mi cabeza. —Los pergaminos de los nómadas están en el nivel más bajo. Tendremos que bajar la escaleras para no hacer ruido.

—Espere. —saqué el planeador de Aang y se lo entregué. —Afirmece con fuerza, lo ayudaré a bajar para que busque el pergamino.

Saito asintió y bajó, pasaron unos minutos cuando empecé a sentir ruido en los pisos de arriba. Saito había llegó con tres pergaminos y lo ayudé a subir con el aire control. —Saito, hay más gente arrib…

Un fuerte terremoto hizo mover la biblioteca y junto a Saito salimos de ahí. Grande fue mi sorpresa cuando me encontré con Katara, Aang, Sokka y una chica.

—¡Chicos!

—¡¿Ágatha?! ¡Corree!

El suelo volvió a temblar y corrimos hasta donde estaba Appa y Ryu.


Nota de autora:

Gracias por leer. Uwu

мάѕcαrαѕ ↯ zυĸo Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin