CAPÍTULO NUEVE

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NESS

La reacción de Keera fue inmediata, antes de siquiera darse cuenta, había echado su cuerpo hacía atrás, aferrando la manta a su pecho y con la mirada gacha, intentando que los mechones de su cabello taparan un poco las mejillas coloradas por el bochorno. 

Por todos los cielos, había estado a punto de besar a Belial. 

¡A Belial!

¿Qué demonios estaba mal con ella? Se suponía que se odiaban a muerte.

Sintió la mirada del alfa en ella, como si estuviera esperando a que ella se encontrara con su mirada, supongo que para decirle si debía despedir a Judith y terminar lo que habían estado a punto de iniciar.

Keera no volvería a mirarlo a la cara, nunca jamás en lo que le quedara de vida. 

—Yo me estaba yendo —dijo el alfa en dirección a Judith, que parecía en su propia miseria personal.

Y dicho aquello, como si nada hubiera pasado, Keera lo vio darse media vuelta y marcharse sin mirar atrás.

Judith se colocó detrás de la muchacha y comenzó a retirar las gasas con cuidado una a una, tratando de no rozar las heridas. Keera estaba incomoda, más allá de lo que había pasado con Belial hacía minutos, odiaba que le toquen la espalda, la hacía sentir insegura y débil. Podía sentir las preguntas flotando en el aire sobre como había ganado aquellas cicatrices, pero por suerte Judith no hizo ningún comentario al respecto y con una concentración crítica, se dedicó a hacer simplemente su trabajo.

—Espero que sepas lo que estás haciendo, niña —murmuró Judith en voz baja. —No sé que es lo que planeas, pero Belial no es el alfa más poderoso de Gaia por nada.

Y dicho aquello, salió de la habitación, justo cuando Ray entraba en ella, con una sonrisa de oreja a oreja. 

—Hola —saludó la muchacha risueña, que parecía feliz de volver a ver a Keera. —¿Cómo te encuentras hoy?

—Hola —respondió Keera, todavía dándole vueltas a lo que había dicho Judith antes. —Debo decir que me he visto mejor. 

Ray la ayudó a ponerse un vestido suelto encima, era bastante más grande que los que solía usar, pero tuvo que admitir que apenas si rozaba contra su espalda, cosa que era un alivio. 

—Deja que te ayude —murmuró Ray, tomando rápidamente hilo y aguja para ajustar el vestido a sus hombros y que no se cayera. —Debo decir que me alegro mucho que Judith me pidiera que venga a ayudarla señorita Keera, le aseguro que es mejor que cualquiera otra tarea que pueda tener que hacer en el castillo. 

—No me llames así —respondió Keera de inmediato. —Solo Keera, sin el señorita, por favor. 

—Oh..., está bien Keera —contestó Ray con una sonrisa amable en el rostro. 

—Bueno, ¿y ahora qué? —Preguntó una vez que Ray terminó de acomodar su vestido.

—Nada señorita, el alfa dijo expresamente que tenía que descansar.

—¿El alfa dijo eso?

—Si —contestó Ray con simpleza, encogiéndose de hombros.

Suspiró con alivio cuando no tuvieron que arrastrarla a compartir un desayuno por demás incómodo y una vez en su cuarto, le trajeron una bandeja llena de lo que solía preferir en los desayunos y se dijo a si misma que no pensaría en quien había sido lo suficientemente considerado como para pedir por ella. 

El Mundo de GaiaWhere stories live. Discover now